La tercera crisis del petr¨®leo
Es a todas luces evidente que los nuevos precios del petr¨®leo repercutir¨¢n positivamente en las cuentas con el exterior y en una mejor utilizaci¨®n de los recursos reales de los pa¨ªses consumidores. Pero no es menos cierto que este cambio comporta una serie de consecuencias negativas, tales como la tendencia a la baja de nuestras exportaciones hacia el ¨¢rea econ¨®mica de la OPEP, el ulterior deterioro de la ya precaria capacidad financiera de algunos pa¨ªses productores de petr¨®leo y, lo que es mucho m¨¢s grave a¨²n, la tentaci¨®n de paralizar los programas de diversificaci¨®n y racionalizaci¨®n energ¨¦ticos, sin cuyo concurso el mundo industrializado estar¨¢ incapacitado para absorber a medio plazo el impacto econ¨®mico, monetario y social de eventuales nuevos choques petroleros.El petr¨®leo barato no puede ser la panacea de los males y de las dificultades de este tiempo econ¨®mico. A decir verdad, la larga crisis que vive el mundo industrializado tuvo su factor desencadenante en los sucesivos choques petroleros, pero es convicci¨®n generalizada que la misma se ha agravado por la descoordinaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas y por la guerra de los tipos de inter¨¦s, que, de hecho, han provocado efectos depresivos, probablemente muy superiores a los inicialmente necesarios para sanear los equilibrios b¨¢sicos de las econom¨ªas occidentales. Por eso, la pol¨ªtica de excesiva beligerancia de los tipos de inter¨¦s en los dos ¨²ltimos a?os deber¨ªa transformarse ahora, aunque con prudencia y cautela, en una paz concertada que siente las premisas b¨¢sicas para una recuperaci¨®n econ¨®mica duradera en los pa¨ªses industrializados.
Tambi¨¦n es un hecho que no deber¨ªa olvidarse -y la experiencia de los ¨²ltimos a?os as¨ª lo ha demostrado- que la recuperaci¨®n econ¨®mica no puede manifestarse espont¨¢neamente, sino que requiere una expl¨ªcita pol¨ªtica de apoyo. La ilusi¨®n monetarista de que una reducci¨®n de la inflaci¨®n y la yugulaci¨®n de las expectativas inflacionistas habr¨ªa permitido per se la recuperaci¨®n de la demanda ha fallado, del mismo modo que ha fallado la ilusi¨®n de los economistas de oferta, para quienes una reducci¨®n del nivel de la presi¨®n fiscal habr¨ªa relanzado la demanda de inversi¨®n, incluso en ausencia de est¨ªmulos sobre la demanda de consumo.
Las ense?anzas de la crisis
De las ense?anzas que pueden extraerse del desarrollo hist¨®rico de una d¨¦cada de crisis econ¨®mica y energ¨¦tica, dos consideraciones parecen especialmente oportunas en el escenario mundial.
En primer lugar, la crisis ha puesto una vez m¨¢s en entredicho los d¨¦biles fundamentos en los que se cimenta la cooperaci¨®n econ¨®mica internacional. De un lado, las conferencias Norte-Sur han mostrado su impotencia para encauzar las tensiones y conflictos redistributivos que han aflorado en los ¨²ltimos a?os. Pero, adem¨¢s, este di¨¢logo de sordos no s¨®lo ha presidido las relaciones econ¨®micas entre pa¨ªses industrializados y pa¨ªses menos desarrollados, sino que tambi¨¦n ha puesto al descubierto la palmaria desuni¨®n del bloque industrializado a la hora de afrontar una estrategia en com¨²n que permitiese la recuperaci¨®n econ¨®mica coordinada (estrategias de la locomotora y del convoy).
Por ello, la comunidad internacional tiene que garantizar una mayor estabilidad en las relaciones rec¨ªprocas, programando peri¨®dicamente las variaciones de los precios relativos que se consideren necesarias u oportunas. El haber mantenido el precio del petr¨®leo a un nivel extremadamente bajo durante muchos a?os seguramente ha contribuido a su explosi¨®n durante el decenio anterior; pero su ascenso incontrolado tambi¨¦n se ha configurado como el principal factor de la crisis actual. Una mayor atenci¨®n a los precios relativos entre productores y consumidores hay que encontrarla en el marco de negociaciones peri¨®dicas de las variaciones del precio del petr¨®leo, y para este objetivo existen numerosos organismos internacionales que pueden constituir el foro adecuado de tales conciertos.
Adem¨¢s, esta l¨ªnea de cooperaci¨®n econ¨®mica internacional no s¨®lo debe afectar al petr¨®leo y a las dem¨¢s materias primas, sino que deber¨ªa extenderse a las monedas, cuyas variaciones en el mercado de cambios tanto han contribuido a la inestabilidad y recesi¨®n de la econom¨ªa mundial. En este terreno es preciso volver a un sistema de tipos de cambios fijos pero ajustables, y aunque hoy las condiciones internas de numerosas econom¨ªas son muy diversas, para alcanzar este resultado ser¨ªa conveniente programar un per¨ªodo de gradual y progresivo retorno a la estabilidad, que comenzase con la fijaci¨®n de las relaciones de cambio de las monedas de los pa¨ªses con econom¨ªas m¨¢s equilibradas.
Hacia una gesti¨®n concertada del precio del petr¨®leo
La segunda ense?anza del decurso hist¨®rico de la crisis aparece ¨ªntimamente ligada a la anterior. Nace de la constataci¨®n de las m¨²ltiples interrelaciones que ligan a los pa¨ªses en el contexto internacional y supone el reconocimiento mutuo de la mayor interdependencia entre todas las categor¨ªas de pa¨ªses y la inoperancia de estrategias parciales y exclusivistas en una econom¨ªa con fronteras mundiales.
En ¨²ltima instancia, y ante la carencia de una aut¨¦ntica estrategia de cooperaci¨®n internacional, la realidad se ha encargado de imponer sus propias leyes, dif¨ªciles de soportar. En este sentido, las consecuencias del funcionamiento de los mecanismos de defensa y de ataque en los mercados petroleros arrojan un saldo poco alentador.
No existe ninguna crisis que s¨®lo afecte a algunos pa¨ªses y beneficie a los dem¨¢s. El balance entre ventajas y desventajas solamente es v¨¢lido a corto plazo, ya que a largo plazo todos los pa¨ªses pierden ante una situaci¨®n de inestabilidad. Por consiguiente, no es preciso detenerse excesivamente en el car¨¢cter m¨¢s o menos ineludible de los efectos perversos de una crisis. Si ayer no conseguimos facilitar la transici¨®n desde un precio bajo a un precio alto del petr¨®leo, hoy debemos y podemos facilitar el camino opuesto.
Los pa¨ªses importadores de petr¨®leo -singularmente aquellos en mejor posici¨®n relativa- deber¨ªan poner en juego su acrecentada capacidad de compra, originada por el descenso del precio del petr¨®leo, para relanzar la demanda interna y no para obtener improbables e in¨²tiles ¨¦xitos adicionales en la reducci¨®n de la inflaci¨®n. La recuperaci¨®n econ¨®mica hay que consolidarla tanto mediante el est¨ªmulo de la demanda interna de los mayores pa¨ªses industrializados como asegurando mejores condiciones de cr¨¦dito internacional para los pa¨ªses en dificultades.
A su vez, los pa¨ªses exportadores de petr¨®leo deber¨ªan comprometerse a no utilizar la recuperaci¨®n de la econom¨ªa mundial para auspiciar una nueva elevaci¨®n del precio del petr¨®leo. Este precio debe modificarse de manera pactada en funci¨®n de las condiciones de la oferta y de la demanda y en relaci¨®n a las exigencias de los pa¨ªses exportadores.
En apoyo de esta opini¨®n conviene recordar que el precio ideal del petr¨®leo es aquel que permite el equilibrio entre crecimiento econ¨®mico y crecimiento de las disponibilidades de energ¨ªa con una ¨®ptima utilizaci¨®n de los recursos. Un precio por debajo de tal nivel provoca despilfarro de energ¨ªa y carencias futuras de recursos energ¨¦ticos, mientras que un precio demasiado alto est¨¢ en el origen de un posible despilfarro de recursos econ¨®micos en inversiones energ¨¦ticas que se manifestar¨¢n antiecon¨®micas.
La evoluci¨®n de los mercados petroleros durante los dos ¨²ltimos a?os ha ense?ado a los pa¨ªses productores que de nada sirve fijar precios y producciones de forma unilateral en un mundo de vinculaciones estrech¨ªsimas y de interdependencias crecientes en los fen¨®menos econ¨®micos. Sin embargo, estas mismas realidades deber¨ªan ense?ar a los pa¨ªses industrializados que s¨®lo con la coordinaci¨®n de las estrategias de pol¨ªtica econ¨®mica, y con la participaci¨®n activa de los pa¨ªses petroleros y no petroleros del Tercer Mundo, el sistema econ¨®mico internacional evolucionar¨¢ por el sendero de un desarrollo equilibrado y justo para todos.
La tercera crisis del petr¨®leo -la del descenso de sus precios- no es ciertamente inevitable, y solamente lo ser¨¢ si a¨²n prevalecen los miopes ego¨ªsmos nacionales. Por el contrario, esta crisis puede aportar el elemento tantas veces deseado para poner en marcha de nuevo un proceso de crecimiento.
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