Weinberger, sin palabras
La visita a Espa?a de Caspar Weinberger suscit¨® un fundado inter¨¦s en la opini¨®n p¨²blica. No todos los d¨ªas tenemos ocasi¨®n de cotejarnos con los grandes de este mundo, y menos con un californiano como ¨¦ste, ¨ªntimo de Reagan, en cuyas manos est¨¢ el presupuesto de defensa de EE UU de Am¨¦rica: 238.000 millones de d¨®lares.Era l¨®gico, por tanto, que los profesionales de la informaci¨®n criticaran la negativa de Weinberger a conceder a los periodistas espa?oles lo que es habitual en cualquier otro pa¨ªs: una conferencia de prensa. Y que no les convenciera el suced¨¢neo con el que la delegaci¨®n del Pent¨¢gono pretendi¨® cubrir el expediente, con unas palabras pronunciadas en el Instituto Nacional de Cuestiones Internacionales (INCI), una suerte de base cultural norteamericana en Espa?a. As¨ª las cosas, con estas reservas no resulta f¨¢cil bucear en el significado concreto de la visita ni siquiera en el que el hu¨¦sped y sus anfitriones pretendieron darle Comportamientos como ¨¦stos propios de otro tiempo, obligan a recurrir a lecturas de anta?o, entre l¨ªneas, a las que ya est¨¢bamos desacostumbrados.
El ejercicio, sin embargo, merece la pena. L¨¦ase todo lo escrito estos d¨ªas en torno a la visita, cot¨¦jense las opiniones y, si queda tiempo, comp¨¢rese lo dicho antes, durante y despu¨¦s de la estancia de Weinberger en Espa?a con lo dicho por el PSOE en pol¨ªtica exterior antes del 28 de octubre.
En la peque?a antolog¨ªa de frases curiosas destaca la del ministro de Defensa, Narc¨ªs Serra, cuando, al t¨¦rmino de la entrevista mantenida con su hom¨®logo norteamericano, manifest¨® que "el tema de la OTAN no ha sido tratado". Las palabras del ministro resultaron tan incre¨ªbles, casi surrealistas, que han provocado probablemente el efecto contrario al que se persegu¨ªa.
El ministro deb¨ªa tener el ojo puesto en las ¨²ltimas encuestas electorales, realizadas unos d¨ªas antes de que el secretario del Pent¨¢gono pisara la Pen¨ªnsula y ventiladas por toda la Prensa norteamericana: m¨¢s del 75% de los espa?oles no quiere saber nada de la OTAN y m¨¢s del 60% aspira al desmantelamiento de las bases americanas. Pero al intentar salir al paso, tan torpemente, de esta arraigada suspicacia que provoca en nuestro pa¨ªs la visita de cualquier enviado del T¨ªo Sam, Serra no ha hecho sino confirmar la idea de que lo tratado sobre el tema no puede hacerse p¨²blico. Por lo de las encuestas electorales.
Y por si cupiera alguna duda, la incontinencia -?premeditada?- del portavoz del Ministerio de Defensa de EE UU, Henry Catto, la resuelve con la elegancia caracter¨ªstica de quien pisa seguro. Cuando le preguntaron por la posici¨®n de los dirigentes socialistas durante las conversaciones, Mr. Catto contest¨®: "Nos han explicado que no buscan aumentar la tensi¨®n internacional y que por este motivo, de momento, han congelado la convocatoria del refer¨¦ndum".
En dos ocasiones anteriores, la visita de Caspar Weinberger qued¨® aplazada por su inoportuna coincidencia con acontecimientos de la vida pol¨ªtica espa?ola (el 23-F y el ingreso en la OTAN). Sorprende que, en las circunstancias que conoce hoy el pa¨ªs anfitri¨®n y el del hu¨¦sped, nadie haya sugerido un aplazamiento. El secretario de Estado lleg¨® a Espa?a al d¨ªa siguiente de que la C¨¢mara de Representantes de EE UU le negara a Reagan cr¨¦ditos para un aumento del presupuesto militar. Proced¨ªa de otra reuni¨®n comprometida para Espa?a, del Grupo de Planificaci¨®n Nuclear de la OTAN. Y el mismo d¨ªa que se entrevistaba con Felipe Gonz¨¢lez, Reagan anunciaba apocal¨ªpticos prop¨®sitos bal¨ªsticos y antibal¨ªsticos. Por si las coincidencias fueran pocas, Mr. Weinberger tuvo que seguir desde aqu¨ª las primeras operaciones de intervenci¨®n en Nicaragua, planificadas desde Honduras con apoyo de su Gobierno. Lo ocurrido estos d¨ªas pone de manifiesto los obst¨¢culos con que tropieza una estrategia que pretende atender simult¨¢neamente a las exigencias del Pent¨¢gono y a la presi¨®n de las urnas. Fraga parece haberlo percibido cuando ironiza acerca del "tono cada vez m¨¢s occidentalista que utiliza Felipe Gonz¨¢lez". Y s¨®lo el Rey parece darse cuenta de la necesidad de mantener ciertos equilibrios cuando insiste, delante de Weinberger, en "el margen de autonom¨ªa de nuestra pol¨ªtica exterior".
Si la intenci¨®n del Gobierno era aprovechar el viaje de Weinberger para exhibir firmeza en la defensa de una integraci¨®n a la francesa frente a la presi¨®n que ejercen los EE UU para descongelar la integraci¨®n militar en la Alianza, el fracaso ha sido estrepitoso. Y es que no basta con no convocar a los periodistas. Porque, como ha recordado Jos¨¦ Mario Armero, estos d¨ªas, "en el mundo de las relaciones internacionales, las presencias ahorran las palabras".
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