Una pol¨ªtica cultural para Madrid
Sin ninguna pretensi¨®n de jugar con las palabras, es l¨ªcito decir que existe una pol¨ªtica cultural en Madrid, pero que no existe una pol¨ªtica cultural para Madrid. En este caso, como en otros, se cumple la afirmaci¨®n de Unamuno de que "Madrid es la principal v¨ªctima del centralismo".La aprobaci¨®n reciente por el Congreso de los Diputados y la publicaci¨®n en el Bolet¨ªn Oficial del Estado del Estatuto de autonom¨ªa de la comunidad de Madrid, con la extinci¨®n simult¨¢nea de la Diputaci¨®n Provincial, plantea con renovado car¨¢cter de urgencia (y un cierto dramatismo) la cuesti¨®n. Las razones parecen obvias tambi¨¦n.
En primer lugar, la perspectiva en que se mueven los equipos responsables del Ministerio de Cultura es crecientemente descentralizadora. El futuro escenario al que tiene que acomodarse la pol¨ªtica cultural del Gobierno de la naci¨®n revela, en el primer plano de su atenci¨®n, cuanto ata?e a los servicios y medios transferidos a las 17 comunidades aut¨®nomas del Estado. Y s¨®lo como tel¨®n de fondo y estructura indelegable o no transferible, los servicios que retiene y gestiona el propio ministerio.
Esta perspectiva y su progresiva puesta en vigencia supone un abandono paulatino de las funciones que el Estado ha venido desempe?ando en aquellas nacionalidades y regiones que hab¨ªan accedido al autogobierno.
Y, por fuerza de la homogeneizaci¨®n de las pol¨ªticas estatales, y del car¨¢cter r¨ªgido de las estructuras administrativas, ha supuesto en la pr¨¢ctica el mismo o parecido abandono en aquellos territorios que, como Madrid, han carecido de r¨¦gimen preauton¨®mico y han accedido a su autogobierno al final del proceso, casi a las puertas de las elecciones del pr¨®ximo d¨ªa 8 de mayo.
Y, por otra parte, y con caracteres hist¨®ricos de estreno, tienen los ciudadanos de Madrid, por primera vez, una instituci¨®n pol¨ªtica dotada de competencias, medios y responsabilidades para ser ejercidas y exigidas en el ¨¢mbito propio, de la comunidad de Madrid. Las vicisitudes que ha vivido la Delegaci¨®n de Cultura de la Diputaci¨®n Provincial de Madrid no pueden ocultar que se trata de una instituci¨®n sin competencias sustanciales en materia cultural y sin medios suficientes para invent¨¢rselos. El giro que supone la creaci¨®n de la comunidad de Madrid es copernicano en el plano de la teor¨ªa, y debe y puede serlo en la pr¨¢ctica.
Madrid, tierra de nadie
Ambos hechos han condicionado una peculiar situaci¨®n para la cultura de Madrid, en la que quien legalmente pod¨ªa actuar (el Estado), no pod¨ªa hacerlo o lo hac¨ªa en niveles m¨ªnimos; y quien pol¨ªticamente quer¨ªa hacerlo (la Diputaci¨®n), legalmente carec¨ªa de competencias y medios para ello. La pol¨ªtica cultural de los 178 ayuntamientos de la provincia, con el de la villa y corte a la cabeza, ten¨ªa y tiene las limitaciones propias del ¨¢mbito competencial de las entidades locales, por esenciales que ¨¦stas sean en la vida ciudadana. Y no pod¨ªan sustituir los niveles pol¨ªticos de la comunidad o del Estado.
Este per¨ªodo de interinidad debe ser cerrado definitivamente el pr¨®ximo 8 de mayo, cuando los ciudadanos de la comunidad votemos los nombres y los hombres que van a ocupar los 96 esca?os de la asamblea de Madrid, cuya primera decisi¨®n ser¨¢ elegir presidente de la comunidad, quien a su vez nombrar¨¢ el consejo de gobierno que vamos a tener los madrile?os ,durante los pr¨®ximos cuatro a?os.
Los problemas de nuestro teatro, de la m¨²sica, de la pol¨ªtica de museos y del patrimonio hist¨®rico o art¨ªstico, las bibliotecas p¨²blicas y los equipamientos culturales, las pol¨ªticas de participaci¨®n cultural, requieren perentoriamente planteamientos rigurosos, pol¨ªticas radicalmente transformadoras y programas realizables. Ha pasado la hora necesaria de la autoafirmaci¨®n cultural de la izquierda y ha llegado el tiempo de los programas de trabajo para el cambio.
Una situaci¨®n cr¨ªtica
La apuesta por el cambio cultural exige para que sea cre¨ªble y viable la colaboraci¨®n y el entusiasmo de los agentes que crean o transmiten la cultura. Si las instituciones democr¨¢ticas no provocan ese elevado grado de adhesi¨®n y participaci¨®n, el fracaso y la decepci¨®n acompa?ar¨ªan a las promesas y al compromiso de cambio.
Los programas y las realizaciones deber¨¢n partir de una situaci¨®n de la cultura en el territorio de la comunidad, que hay que caracterizar con rasgos muy negativos:
a) Inexistencia de una instituci¨®n pol¨ªtica capacitada legal, t¨¦cnica y pol¨ªticamente para elaborar y realizar un programa de cambio cultural para Madrid, que tenga en cuenta como dato clave la dispersi¨®n actual para hacer la s¨ªntesis necesaria.
b) Descoordinaci¨®n de las pol¨ªticas municipales que duplican innecesariamente servicios y actividades o no aprovechan conjuntamente sus capacidades.
c) Burocratizaci¨®n de las estructuras administrativas, que cuentan con el peso muerto de su sumisi¨®n a procedimientos de gesti¨®n y control disfuncionales para los procesos de creaci¨®n y difusi¨®n cultural.
d) Insuficiencia de equipamientos e infraestructuras culturales, as¨ª como una incorrecta distribuci¨®n territorial de los mismos. Su infrautilizaci¨®n agrava a¨²n m¨¢s la cuesti¨®n.
e) Unos presupuestos insuficientes en su cuant¨ªa e ineficientes por su composici¨®n interna al consumirse en un porcentaje excesivo en gastos de mantenimiento de la propia burocracia, sin apenas margen para impulsar la vida cultural.
Esta visi¨®n cr¨ªtica de la situaci¨®n objetiva es compatible con la constataci¨®n del esfuerzo realizado por los ayuntamientos y la Diputaci¨®n Provincial, que, con medios escasos y sin las competencias legales y los servicios necesarios, han sabido crear en cuatro a?os las bases para el paso de gigante que debe dar ahora la comunidad de Madrid.
Los programas de los partidos de izquierda responder¨¢n, sin duda, a esta esperanzadora tarea, cuyos hitos destacan suficientemente el camino a hacer y recorrer:
1. Culminar durante el cuatrienio de autogobierno las transferencias y traspasos del Estado a la comunidad, contenidas en el Estatuto y en la Constituci¨®n, al mismo nivel que las comunidades m¨¢s avanzadas. La comunidad de Madrid, por la estructura de su poblaci¨®n y la densidad del sector servicios, tiene un elevado grado de autogesti¨®n.
2. Desarrollar el marco legislativo que cree las condiciones normativas para una pol¨ªtica cultural rigurosa y abierta. Rigurosa por la exigencia plena de autonom¨ªa, abierta por el car¨¢cter complejo de s¨ªntesis nacional de la cultura madrile?a.
3. Establecer los mecanismos de coordinaci¨®n intermunicipal y los servicios t¨¦cnicos de apoyo y asesoramiento a los ayuntamientos que los precisen.
4. Fomentar la participaci¨®n ciudadana en la creaci¨®n cultural y las relaciones con las asociaciones, fundaciones y colectivos correspondientes.
5. Desconcentrar, descentr¨¢lizar y desburocratizar la gesti¨®n de la cultura, creando una estructura org¨¢nica flexible y funcional.
6. Incrementar sustancialmente el presupuesto de cultura, dedicando su margen de ampliaci¨®n a los equipamientos y al fomento vivo de la cultura en la comunidad.
El desaf¨ªo democr¨¢tico y pac¨ªfico del 8 de mayo es, por todo ello, decisivo para hacer viable en la comunidad de Madrid una transformaci¨®n profunda de las estructuras y pr¨¢cticas culturales, sin lo cual no hay posibilidad alguna de cambiar y superar el modelo de sociedad consumista que ha impuesto el capitalismo tard¨ªo.
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