Un di¨¢logo genial entre Jos¨¦ Hern¨¢ndez y Sanz de Soto
La autora de Nada aprovecha una reciente publicaci¨®n del Ministerio de Cultura para destacar dos personalidades, la del pintor Jos¨¦ Hern¨¢ndez, premio de la Direcci¨®n General de Bellas Artes, y de Emilio Sanz de Soto, polifac¨¦tico intelectual, descubridor de valores y, al mismo tiempo, t¨ªmido valedor de su propia sabidur¨ªa.
Es muy dif¨ªcil que el gran p¨²blico (entre el que me cuento) consiga ya una de las carpetas editadas recientemente por el Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo con la colaboraci¨®n del Ministerio de Cultura y la Direcci¨®n General de Bellas Artes. Las carpetas contienen reproducciones de las obras de los premios nacionales de Artes Pl¨¢sticas de 1981: Luis Gordillo, Manuel ?ngeles Ortiz, Joan Hern¨¢ndez Pijoan, Andreu Alfaro y Jos¨¦ Hern¨¢ndez. Y su biograf¨ªa, bibliograf¨ªa e introducci¨®n, por un cr¨ªtico prestigioso. Para encontrar el extraordinario ensayo escrito por Emilio Sanz de Soto sobre el arte moderno, en su di¨¢logo-introducci¨®n a la obra de Jos¨¦ Hern¨¢ndez, hay que esperar a que Sanz de Soto se decida a reunir sus dispersos ensayos en un tomo. Este art¨ªculo s¨®lo pretende recoger la noticia del di¨¢logo entre dos seres geniales, y amigos, por una baza afortunada del destino.Jos¨¦ Hern¨¢ndez, reconocido universalmente en plena juventud (naci¨® en 1944), ha obtenido, aparte del Premio Nacional de Pintura 1981, el primer Premio Mundial de Grabado en los dos ¨²ltimos cert¨¢menes: Lotz (Polonia, 1980) y Noruega (1982). Emilio Sanz de Soto, aunque sin premios visibles, es no s¨®lo un extraordinario ensayista de arte, literatura y cinematograf¨ªa, sino tambi¨¦n el genio de los encuentros, de la amistad universal entre literatos, pintores y cineastas del mundo (recientemente Bu?uel, en carta aut¨®grafa, le dec¨ªa: "Sabes m¨¢s de mi obra que yo mismo"). Emilio Sanz de Soto, universitario (doctor en leyes por la universidad de Madrid), espa?ol tangerino, hombre -entonces muy joven- ligado por curiosidad intelectual profunda a un grupo de escritores y artistas que viven en T¨¢nger en 1960, accede a los ruegos de su amigo Alberto Pimienta, hebreo sefard¨ª, conocedor de m¨²sica y romances espa?oles antiguos. Alberto quiere que Emilio examine los dibujos de un ni?o prodigio, vecino de su barrio, y vea sus posibilidades. Emilio, profundamente desconfiado a priori, no se niega, sin embargo, a echar una ojeada a las producciones pict¨®ricas de un chico de 16 a?os que estudia su bachillerato espa?ol en horas nocturnas (despu¨¦s de su trabajo) y tiene su mundo secreto de artista. Un mundo tan secreto que, una vez producido el encuentro, a Emilio le cuesta convencerle para que se lo muestre.
Una pura lucha
La vida de Pepe Hern¨¢ndez es pura lucha consigo mismo. Amigos de su edad, refugiados internacionales en su barrio tangerino, y la asistencia a una escuela francesa -gratuita- le han dado el conocimiento de dos idiomas -franc¨¦s e ingl¨¦s- A los 11 a?os alterna los estudios con el aprendizaje en un taller de mec¨¢nica. "Aquello no me gustaba", dice Jos¨¦ Hern¨¢ndez. "Decid¨ª estudiar delineante por correspondencia. Gracias a ello entr¨¦ a trabajar con un ingeniero franc¨¦s. Ganaba poco, pero as¨ª fue como comenc¨¦ a comprarme libros sobre pintores contempor¨¢neos. E incluso comenc¨¦ a pintar a solas, sin orientaci¨®n alguna, de forma, ahora que lo pienso, absolutamente ca¨®tica...". En este momento, cuando despu¨¦s de ocho horas de trabajo, en sus clases nocturnas, Pepe Hern¨¢ndez terminaba su bachillerato espa?ol, se produce el encuentro decisivo con Sanz de Soto. Emilio, inmediatamente, se muestra partidario de una primera exposici¨®n de los dibujos de Hern¨¢ndez... En esta primera exposici¨®n tangerina en la librer¨ªa francesa Des Colonnes estuvo presente quien firma estas l¨ªneas, arrastrada por el entusiasmo certero, genial de Emilio Sanz de Soto. Y arrastrados por este mismo entusiasmo, acudieron personajes mucho m¨¢s importantes, algunos ya famosos, como Francis Bacon; otros en v¨ªas de la fama (que ha sido mundial despu¨¦s) residentes en T¨¢nger entonces y amigos de Emilio, de los que Jos¨¦ Hern¨¢ndez recibe el impacto de una cultura viva y un recuerdo imperecedero: el pintor marroqu¨ª Ahmed Yacoubi, Gregory Corso, Allen Gingsberg. Tambi¨¦n amigos de Emilio eran Truman Capote, Tennessee Willians, Orson Welles, Paul y Jane Bowles... Emilio lleva a Jos¨¦ Hern¨¢ndez a una exposici¨®n del tambi¨¦n escritor Brion Gysin. "Tras la exposici¨®n", recuerda Jos¨¦ Hern¨¢ndez, "nos fuimos a un caf¨¦ a charlar con Willian Burroughs, y al afirmar Burroughs que en Espa?a no se hab¨ªa producido ninguna obra literaria realmente on¨ªrica, Emilio se levant¨®, fue a su casa y trajo un ejemplar de Los sue?os, de Quevedo. Burroughs qued¨® tan fascinado que, sin decir palabra, se fue a otra mesa y se enfrasc¨® en su lectura. "Estaba tambi¨¦n en la reuni¨®n el pintor Harloff y una persona que, pasados a?os, hab¨ªa de abrirme muchas puertas: el poeta y cr¨ªtico Edotiard Roditi, a quien estar¨¦eternamente agradecido Pintaba cuando pod¨ªa", dice Pepe Hern¨¢ndez, "casi siempre de noche. Las ocho horas de trabajo rutinario se me impon¨ªan como irrebatibles, por el imperativo de un sueldo. Decid¨ª tirarlo por la borda y marchar a Alemania. Estaba en un momento de total ofuscaci¨®n, pero el hecho de que a lo mejor en Alemania podr¨ªa ahorrar era de terminante".
En este momento interviene Sanz de Soto, convenciendo a Jos¨¦ Hern¨¢ndez de que vaya a Madrid, donde los amigos que Emilio tiene all¨ª ayudar¨¢n a Pepe (bien convencidos de que cuando Emilio descubre una genial disposici¨®n en un artista no se equivoca). Y, en efecto, ayudan a Pepe a encontrar el trabajo que ¨¦l necesita para sobrevivir y pintar.
"Estos a?os iniciales en Madrid", dice Pepe Hern¨¢ndez, "puedo reducirlos, dentro de su dureza, a una experiencia que me acompa?ar¨¢ por vida. Esta experiencia me prob¨® lo falso de la afirmaci¨®n de que el peor enemigo de un pintor sea otro pintor. Sin la ayuda de los amigos pintores no hubiera podido salir adelante. Ellos me allanaron el camino sin apenas conocerme, con absoluta generosidad". Fue Pablo Runy¨¢n quien me busc¨® un primer trabajo para poder subsistir; Jos¨¦ Jardiel quien se ofreci¨® para iniciarme en t¨¦cnicas pict¨®ricas de su absoluta invenci¨®n y que luego he ido desarrollando a mi estilo y manera, y Julio Zachrisson con quien comenc¨¦ a grabar. A ellos a?ado otro pintor: Manuel Millares. La relaci¨®n siempre secreta, siempre misteriosa, entre la persona y la obra, la percib¨ª en ¨¦l de manera muy particular. Nuestros estilos eran dispares, pero no importaba...".
Sin luz
Fue en un cuartito de azotea madrile?a, sin luz el¨¦ctrica, sin m¨¢s agua que la que aparec¨ªa, en invierno, hecha un bloque de hielo dentro del cubo, donde instal¨® Jos¨¦ Hern¨¢ndez su primer estudio (un recuerdo emocionante para quien esto escribe, que conoci¨® ese estudio). "A?os duros, pero no de soledad. Conozco a Sharon (su mujer), conozco la raz¨®n por la que he de echarme a la calle con cientos, miles de compa?eros... sin pasarle factura pol¨ªtica a nadie. Mi ofuscamiento va desapareciendo".
A los dos a?os de su llegada a Madrid, en 1966, expone Jos¨¦ Hern¨¢ndez. "Consegu¨ª", dice Emilio Sanz de Soto, "que Jos¨¦ Mar¨ªa Moreno Galv¨¢n viera la obra de ese joven desconocido. Era un encuentro un tanto arriesgado, ya que significaba ponerlo frente a una pintura totalmente ajena a sus gustos art¨ªsticos. Curiosamente, la simbiosis se produjo: y se produjo de forma absoluta y total. Son ya muchos, much¨ªsimos, los textos que sobre Jos¨¦ Hern¨¢ndez se han escrito, pero, en mi opini¨®n, ninguno tan penetrante, tan clarividente, como aquel de Moreno Galv¨¢n, que, para mayor singularidad, apareci¨® en su primer cat¨¢logo...".
Di¨¢logo extraordinario el de Emilio Sanz de Soto con este joven genio de nuestra pintura. Di¨¢logo del que no he podido ni siquiera recortar una muestra del magistral estudio sobre arte que hace Sanz de Soto, ni de la extraordinaria exposici¨®n que hace Jos¨¦ Hern¨¢ndez sobre la propia concepci¨®n de su pintura. De mi impacto al leer ese trabajo, de mi conocimiento personal de los dialogantes s¨®lo he posido extraer algunas palabras -casi todas de Jos¨¦ Hern¨¢ndez- al hilo de ese gran misterio del cruce, del encuentro de los seres humanos que, en el encuentro, se enriquecen mutuamente y para siempre.
El genio de Jos¨¦ Hern¨¢ndez que Sanz de Soto intuy¨® en 1960 es indiscutido hoy a la luz de la admiraci¨®n de los grandes conocedores de arte de todo el mundo. Emilio Sanz de Soto, con su inmensa cultura y entusiasmo, siempre ha trabajado en la sombra, d¨¢ndonos muestras de su talento a rega?adientes, como en secreto. La frase de Carpentier -citando a Falla- cuando vio la pintura de Hern¨¢ndez: "La luz engendra sombras", yo la cambiar¨ªa por "La sombra que hace resaltar la luz" trat¨¢ndose de Emilio Sanz de Soto.
Copyrithg 1983, Carmen Laforet-ACI.
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