Magreb, una cierta esperanza
Los jefes de Estado y de partido de los pa¨ªses magreb¨ªes (Argelia, Marruecos y Tunicia) se disponen a festejar con particular pompa pasado ma?ana el 25? aniversario de la Carta de T¨¢nger, considerada como el primer paso concreto en el accidentado camino de la unidad del Magreb, que tan s¨²bita actualidad ha cobrado tras el encuentro Hassan II-Chadli Benyedid del pasado 26 de febrero. El ministro tunecino de Asuntos Exteriores, Bejo Caid Esebsi, ha llevado a cabo numerosos desplazamientos con la intenci¨®n de lograr la celebraci¨®n en T¨²nez, en torno al combatiente supremo, Habib Burguiba, de una cumbre que ha sido ya acogida con cierto agrado en Rabat y Argel.
Hace 25 a?os, del 27 al 30 de abril de 1958, los tres partidos entonces m¨¢s importantes del Magreb, los que llevaban a¨²n el peso de la lucha por la emancipaci¨®n del colonialismo franc¨¦s y espa?ol, el Neo Destur tunecino, el Istiqlal marroqu¨ª -que en aquel entonces distaba mucho de ser el partido conservador de hoy e inclu¨ªa en su direcci¨®n a Mendi Ben Barka y Abderrahim Buabid-, y el FLN (Frente de Liberaci¨®n Nacional) argelino, celebraron una hist¨®rica reuni¨®n en T¨¢nger. Los tres partidos han aceptado ya concurrir a la misma ciudad marroqu¨ª el pr¨®ximo d¨ªa 27 para conmemorar el 25 aniversario de lo que fue considerado como el inicio de una eventual unidad magreb¨ª.Algunos acontecimientos penosos, como los bombardeos de la aviaci¨®n francesa contra la ciudad marroqu¨ª de Uxda y, sobre todo, el genocidio cometido el 8 de febrero de 1958 contra la ciudad tunecina de Sakiet Sidi Yusef, en aplicaci¨®n de un supuesto derecho de persecuci¨®n del FLN, contribuyeron a dar un car¨¢cter inflamado y unitario a aquellas discusiones. Los partidos magreb¨ªes se tomaban tambi¨¦n una revancha tard¨ªa del par¨®n que supuso en ese camino de la unidad -que debi¨® iniciarse en octubre de 1956, a los pocos meses de la independencia de Marruecos y Tunicia- una cumbre tripartita: Mohamed V-Habib Burguiba-Ahmed Ben Bella.
El secuestro del avi¨®n que llevaba a Ben Bella en un vuelo secreto de Rabat a T¨²nez, logrado con complicidades que la historia no ha esclarecido a¨²n suficientem¨¦nte, fue el origen de aquel primer fracaso en los intentos de concertaci¨®n. El intento del 27 de febrero de 1958 tendr¨ªa un ¨¦xito total, aunque ya no reun¨ªa a jefes de Estado, sino a representantes de partidos.
Los resultados m¨¢s importantes de aquel encuentro, consignados en lo que se llamar¨ªa la Carta de T¨¢nger, fueron: a) el reconocimiento del FLN como representante ¨²nico y leg¨ªtimo de la Argelia combatiente y el derecho a la independencia de Argelia; b) la aceptaci¨®n de la idea de uni¨®n magreb¨ª para cuando Argelia alcanzase la independencia; c) considerar que la forma de uni¨®n futura m¨¢s adecuada ser¨ªa la uni¨®n federal; d) compromiso de que ninguno de los tres pa¨ªses del Magreb concluir¨ªa pactos militares o de pol¨ªtica exterior por separado con terceros pa¨ªses, y e) la solidaridad total magreb¨ª para acabar con todas las formas de colonizaci¨®n remanentes en el Magreb, espec¨ªficarnente mencionadas, como el S¨¢hara occidental, Mauritania, Ifni y los presidios espa?oles del norte de Marruecos.
Guerras fratricidas
El destino, tr¨¢gico unas veces, como en el caso de Mehdi Ben Barka y Krim Beljacem; la ca¨ªda en desgracia de Ferhat Abas, Mohamed Budiaf y Ait Ahmed en Argelia, y la m¨¢s reciente en Marruecos de Abderrahini Buabid, que fueron los promotores de aquel ideal unitario, dio en cierta manera la medida del futuro reservado a ¨¦ste.
M¨¢s a¨²n, y como hab¨ªa de remarcar Allal el Fasi en su alocuci¨®n final del d¨ªa 28 de febrero de 1958: "Hemos querido instituir esta unidad sobre una base popular", o sea, el Magreb de los pueblos que posteriormente predicar¨ªa Huari Bumedian cuando ya los pueblos hab¨ªan sido sustituidos en los tres pa¨ªses por reg¨ªmenes altamente presidencialistas.
Pero en el fondo de esos impulsos unitarios existir¨ªan trasfondos subconscientes que terminar¨ªan paraliz¨¢ndolos. Las reivindicaciones territoriales lanzadas por Allal el Fasi, que afectaban a territorios de pa¨ªses magreb¨ªes a¨²n no independientes, como Argelia, Mauritania y el S¨¢hara occidental, y la memoria colectiva de que el Magreb s¨®lo hab¨ªa estado hist¨®ricamente unido bajo el dominio de los sultanes de la dinast¨ªa almohade marroqu¨ª influir¨ªan bastante.
La unidad que se esperaba comenzar a la independencia de Argelia en 1962 se transform¨® en guerra fratricida entre los dos en 1963. La independencia de Mauritania en 1959 no fue reconocida formalmente por Marruecos hasta 1970. En 1975, Marruecos y Mauritania se repartieron el S¨¢hara occidental, que, de acuerdo con los principios en vigor en la ONU y en la OUA sobre el respeto de las fronteras heredadas de la descolonizaci¨®n, estaba destinado a convertirse en Estado independiente.
Pero todos esos problemas causados por las reivindicaciones territoriales marroqu¨ªes comenzaron a solucionarse a partir de las firmas de Tratados de Amistad y Cooperaci¨®n entre Argelia y Marruecos, primero, y de Marruecos y Mauritan¨ªa, despu¨¦s, que dejaron de lado las querellas bilaterales para concentrarse en la solidarid¨¢d con Marruecos en su reivindicaci¨®n de las plazas espa?olas del Norte y del Sur. La guerra del S¨¢hara a partir de 1976 alejar¨ªa de nuevo a los l¨ªderes magreb¨ªes.
Sin embargo, las iniciativas unitarias fueron numerosas. El 11 de octubre de 1964 se reuni¨® en T¨²nez la primera conferencia de niinistros de Econom¨ªa del Magreb, en la cual particip¨® ya por primera vez Libia. Como consecuencia del secretariado magreb¨ª creado despu¨¦s de la reuni¨®n de T¨¢nger de 1958, hab¨ªa surgido un secretariado que se transformar¨ªa m¨¢s tarde en el Comit¨¦ Permanente Consultivo del Magreb.
Pero son justamente los estudios emprendidos por cuenta de esos comit¨¦s sobre las econom¨ªas magreb¨ªes, y sus posibilidades de integraci¨®n o coordinaci¨®n, los que representaban, por los resultados obtenidos, el mayor obst¨¢culo a la unidad. Sin embargo, tanto la Constituci¨®n marroqu¨ª de 1962 como la argelina de 1963 afirman por separado que Marruecos y Argelia son parte integrante del Magreb ¨¢rabe.
El conflicto del S¨¢hara, que en un principio Ben Bella cre¨ªa, en lo que se refer¨ªa a la reivindicaci¨®n marroqu¨ª de Tinduf, que era "puramente econ¨®mico", interrumpir¨ªa todo progreso.
El esbozo de soluci¨®n al problema del S¨¢hara, aunque sea bajo forma de una autonom¨ªa avanzada, ha relanzado de nuevo la idea del Magreb unitario. El reciente tratado argelino-tunecino y la posible ratificaci¨®n del argelino-marroqu¨ª son los dos pasos pr¨®ximos probablemente m¨¢s significativos, junto con la apertura ya parcialmente consumada de las fronteras entre Marruecos y Argelia y el probable restablecimiento de relaciones diplom¨¢ticas plenas entre los dos pa¨ªses.
Pero ?qu¨¦ puede unir a los pa¨ªses del Magreb hoy? ?De qu¨¦ Magreb se trata, del de los jefes de Estado o del de los pueblos? A la segunda pregunta respond¨ªa hace poco muy agudamente el profesor Charfi, de la universidad de T¨²nez: "Nasser", dec¨ªa, "intent¨® la uni¨®n ¨¢rabe pasando por encima de los l¨ªderes ¨¢rabes y fracas¨®. El Magreb debe ser la uni¨®n de los pueblos a trav¨¦s de sus l¨ªderes".
Lo que une a estos pa¨ªses hoy, en primer lugar, es la lucha contra las secuelas del colonialismo en la regi¨®n, que ellos consideran simbolizadas en la persistencia de la dominaci¨®n espa?ola en Ceuta, Melilla y los pe?ones de V¨¦lez y Alhucemas y las islas Chafarinas.
Fruta madura
Pero m¨¢s importante que todo esto, que ellos consideran una fru ta madura que caer¨¢ casi por peso propio, en estos momentos de crisis econ¨®mica mundial, la concer taci¨®n en pol¨ªtica exterior y defensiva frente a terceros pa¨ªses parece fundamental. Por el momento, y a pesar de ser ellos mismos competidores en agricultura, Tunicia y Marruecos pueden unir sus esfuerzos para defender sus acuerdos preferenciales con algunos pa¨ªses de la CEE, que ellos consideran gravemente amenazados por la ampliaci¨®n de la Comunidad Econ¨®mica Europea a Espa?a y Por tugal.
M¨¢s consecuencias positivas para ellos puede tener una cooperaci¨®n estrat¨¦gica para la defensa de sus materias primas en lo que al fin y al cabo, no es m¨¢s que una derivaci¨®n de la imposici¨®n por los pa¨ªses subdesarrollados ante los organismos internacionales. y en el derecho internacional positivo de la "total libertad a disponer de sus riquezas naturales". En tres aspectos fundamentales se ha manifestado este derecho: el de la nacionalizaci¨®n de los hidrocarburos argelinos en 1971 y de las tierras de colonizaci¨®n en Marruecos en 1973. La aceptaci¨®n por la Asamblea General Extraordinaria de la ONU del 12 de diciembre de 1974 de la carta de los derechos y deberes econ¨®micos de los Estados, en cuya elaboraci¨®n los pa¨ªses del Magreb tuvieron una participaci¨®n activa, anticipa una cooperaci¨®n a¨²n m¨¢s eficaz en lo que se refiere a la pugna mortal en la Conferencia sobre los Derechos del Mar entre subdesarrollados y pa¨ªses industriales.
La consecuencia inmediata de estos cambios, ayudada, bien es verdad, por coyunturas econ¨®micas favorables, dio en lo que se ha llamado el precio equitativo y remunerador por las materias primas exigido por sus productores. La elevaci¨®n unilateral de los precios del fosfato por Marruecos en un 450% en 1973 y de los hidrocarburos argelinos en un 650% en el marco de la OPEP btre 1971 y 1973 son ejemplos inobjetables.
Las dificultades para la negociaci¨®n de los precios pol¨ªticos del gas impuestos por Argelia y la doctrina marroqu¨ª de pesca, que consiste en intercambiar cooperaci¨®n para el desarrollo de su propio sector pesquero a cambio del continuado ejercicio de la pesca en sus aguas, que afecta enormemente a Espa?a, no parecen haber sido comprendidas a¨²n por los responsables espa?oles, ni siquiera los socialistas, como parte de esa leg¨ªtima defensa de sus riquezas de los pa¨ªses antes colonizados y hoy explotados por algo m¨¢s sutil, que los economistas llaman el deterioro de los t¨¦rminos del intercambio.
Por eso, cuando los actuales gobernantes espa?oles hablan, refiri¨¦ndose al Magreb, de sustituir la vieja pol¨ªtica de equilibrio por otra global, esto, por el momento, no parece a los magreb¨ªes m¨¢s que una mera distinci¨®n sem¨¢ntica. Lo que se exige de Espa?a, clara y di¨¢fanamente, no son mejores palabras, ni mayores acuerdos culturales, sino simplemente una relaci¨®n totalmente nueva entre los Estados, que permita solucionar civilizadamente un contencioso colonial residual y establecer relaciones de cooperaci¨®n econ¨®mica duraderas que tengan en cuenta, con ¨¢nimo reparador, pasadas injusticias hist¨®ricas; que dejen de estar basadas en los vaivenes de las coyunturas de los mercados y el precio del d¨®lar, y que lleven, con una idea de estabilidad en mente, el deseo de cooperaci¨®n a los vecinos del Sur.
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