Las drogas y el C¨®digo Penal
La disparidad en el tratamiento legal que reciben las drogas legales, como el alcohol y el tabaco, frente a las ilegales no justifica, seg¨²n el autor de este art¨ªculo, la legalizaci¨®n de las llamadas drogas blandas, que s¨®lo beneficiar¨ªa a los traficantes de estas sustancias. Mientras que la despenalizaci¨®n del consumo es un medida positiva entre las contempladas estos d¨ªas en la proyectada reforma del C¨®digo Penal, la legalizaci¨®n o semilegalizaci¨®n de las drogas es una alegr¨ªa populista sin ning¨²n fundamento cient¨ªfico.
Las drogas, tomadas aqu¨ª, en su acepci¨®n popular, como sustancias (que producen dependencias), reciben un trato legal muy dispar en la mayor parte de los pa¨ªses. En tanto una o dos drogas cuya identidad var¨ªa seg¨²n las sociedades y las culturas -entre nosotros, el alcohol, y su sat¨¦lite, el tabaco- son consagradas en cada lugar como sustancias legales o institucionalizadas, que disfrutan de absoluta impunidad, y hasta de una escandalosa protecci¨®n estatal, para ser fabricadas, transportadas y vendidas, el uso no terap¨¦utico de todas las dem¨¢s sustancias depend¨ªgenas est¨¢ sometido a una serie de restricciones y medidas penales m¨¢s o menos severas.La c¨®moda posici¨®n de las drogas institucionalizadas suele ser un privilegio tradicional, arraigado en los usos y costumbres, que no guarda relaci¨®n con su presunta inocuidad. Algunas de ellas est¨¢n provocando efectos catastr¨®ficos sobre la salud y la convivencia comunitaria. A pesar de ello, resulta muy dif¨ªcil deslegalizarlas, porque su destronamiento arrastrar¨ªa una profunda crisis colectiva de tipo econ¨®mico y cultural. Esto est¨¢ ocurriendo con el alcohol en nuestro pa¨ªs. Por ello, en la estrategia de la defensa de la poblaci¨®n espa?ola contra el alcohol, algunos expertos nos resignamos pidiendo una ley sueca (restrictiva) en lugar de una ley seca (supresora).
Sobre tal situaci¨®n f¨¢ctica se alza la cuesti¨®n candente: ?Procede o no cambiar la regulaci¨®n legal de las dem¨¢s drogas? Se manejan entre nosotros dos cambios posibles: la despenalizaci¨®n y la legalizaci¨®n.
La despenalizaci¨®n se refiere a no penalizar el consumo, bas¨¢ndose en que, por una parte, el consumidor drogadicto, a menudo v¨ªctima de una situaci¨®n, es un enfermo tributario de terapia, y, por otra, el mero consumidor asume con ello una libre decisi¨®n sin poner en riesgo la salud o la libertad de los otros. El peso de ambos argumentos es abrumador. Algunos juristas sostienen que el C¨®digo Penal espa?ol todav¨ªa vigente era ya despenalizador, por lo que no habr¨ªa nada que cambiar en este sentido.
Pero lo cierto es que, con ese c¨®digo en la mano, y con la mirada puesta en el delito de tenencia de drogas, a lo largo de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas han sido internados en los calabozos y las prisiones espa?olas una amplia galer¨ªa de tipos de consumidores, que van desde el ocasional fumador de un porro hasta el drogadicto profundamente deteriorado. Tal pr¨¢ctica jurisprudencial, profundamente nociva para todos los encartados, ha comenzado a entrar en desuso en el ¨²ltimo lustro. La supresi¨®n del delito de tenencia de drogas, admitida como novedad en el nuevo C¨®digo Penal espa?ol que se debate en el Parlamento estos d¨ªas, Pretende terminar absolutamente con la penalizaci¨®n del consumo, postulado responsable en los ¨²ltimos tiempos de cuantiosas calamidades individuales y familiares y hoy de car¨¢cter marcadamente anticonstitucional.
El posible cambio verdaderamente revolucionario de la regulaci¨®n de las drogas se halla en 12 legalizaci¨®n de las drogas proscritas, con lo que su tr¨¢fico, venta y difusi¨®n se producir¨ªan con entera libertad. Apresur¨¦monos a referir que, seg¨²n las informaciones publicadas hasta hoy, el nuevo C¨®digo Penal espa?ol no se propone legalizar expl¨ªcitamente ninguna nueva droga, pero s¨ª suavizar tan considerablemente las penas contra los que difundieren y promovieren el consumo de drogas ilegales, en particular las llamadas drogas blandas, que no es aventurado prever como sus inmediatas consecuencias la proliferaci¨®n del tr¨¢fico y el incremento de la disponibilidad de las drogas.
Los beneficiarios
Los ¨²nicos beneficiarios del ablandamiento penal que se proyecta son los traficantes de drogas, verdaderos comerciantes de la salud del pueblo. La profesi¨®n de traficante de drogas se volver¨ªa as¨ª m¨¢s segura y rentable. De hecho, nos veremos abocados a una especie de legalizaci¨®n incompleta, al menos de las denominadas drogas blandas, y tal semilegalizaci¨®n representa, adem¨¢s, la v¨ªa expedita ideal para la legalizaci¨®n completa ulterior, que puede hacer de nosotros un pa¨ªs definitivamente diferente, por su alta saturaci¨®n de irracionalidad.
La legalizaci¨®n o semilegalizaci¨®n de una droga incrementa su consumo en proporciones muy elevadas. Es una experiencia que se ha comprobado repetidamente. La oferta crea la demanda. Algunas medidas populistas y demag¨®gicas, como la liberaci¨®n del comercio de drogas o de armas de fuego, representan un atentado contra la salud del pueblo y la convivencia democr¨¢tica.
Todo paso hac¨ªa la legalizaci¨®n de las sustancias t¨®xicas y depend¨ªgenas no se sostiene como un progreso de la raz¨®n y de la libertad, sino como un triunfo de la m¨ªstica irracional y de la anarqu¨ªa, que es precisamente lo contrario.
En los ¨²ltimos tiempos no ha habido ning¨²n Gobierno occidental que se haya destacado por su tendencia a dar marcha legal a las drogas clandestinas. Entre los expertos se piensa que posibles determinaciones de este orden deber¨ªan ser precedidas de discusiones y acuerdos, internacionales, en un contexto cient¨ªfico, naturalmente. La prevenci¨®n de las drogodependencias o toxicoman¨ªas exige una estrategia internacional. El pa¨ªs destacado en la legalizaci¨®n de las drogas se expone a convertirse en el para¨ªso de la experimentaci¨®n humana y el cobayismo existencial, a la vez explotado y rechazado por los pueblos lim¨ªtrofes. En suma, un pa¨ªs maldito visto desde, dentro y desde fuera.
La distinci¨®n, por otra parte, entre drogas duras y drogas blandas es sumamente relativa. La capacidad depend¨ªgena y t¨®xica de las drogas no s¨®lo depende de su ¨ªndole, sino de la dosis, la v¨ªa de administraci¨®n, la situaci¨®n acompa?ante y la personalidad y el organismo del sujeto. Con mucha facilidad se sustituyen y se combinan unas drogas con otras. Hoy priva la polidrogodependencia. La tendencia a la progresividad es aqu¨ª un dato casi universal. Pr¨¢cticamente, todos los heroin¨®manos que hoy pululan por el mundo comenzaron fumando sustancias cann¨¢bicas. Que el porro sea menos nocivo que el alcohol en unos aspectos y m¨¢s en otros es un argumento que no debe contar aqu¨ª, ya que la combinaci¨®n de ambos productos potencia terriblemente sus efectos. La historia dicta que han podido sobrevivir culturas de una droga, pero no de varias.
De todos modos, es preciso permanecer abiertos a experiencias y conocimientos futuros. El estudio cient¨ªfico de la mayor parte de las drogas hoy ilegales entre nosotros ha comenzado en una fecha reciente, por cuyo motivo sus efectos a larga distancia muestran aspectos todav¨ªa no bien conocidos. La decisi¨®n de legalizar o semilegalizar nuevas drogas representa en estos momentos una alegr¨ªa populista que carece de fundamentos cient¨ªficos y va a admitir despu¨¦s dif¨ªcilmente una marcha atr¨¢s.
De todo ello se concluye que en esta materia el nuevo C¨®digo Penal espa?ol, actualmente en debate, distribuye sus novedades en dos vertientes notoriamente diversas: la vertiente positiva, que establece la despenalizaci¨®n absoluta del consumo de drogas, y la vertiente irracional o regresiva, que, con sus espl¨¦ndidas concesiones a los traficantes, facilita el uso no terap¨¦utico de drogas y puede conducirnos a la legalizaci¨®n de facto de algunas drogas hasta hoy proscritas.
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