El combate y el espect¨¢culo
En alguna ocasi¨®n he definido a los toros como un acontecimiento nacional; quer¨ªa subrayar as¨ª las profund¨ªsimas ra¨ªces que los toros tienen en la comunidad espa?ola y, aun mejor, en la comunidad hisp¨¢nica. Es asombroso el esfuerzo que cost¨® el traspasar el toro de lidia a las Indias Occidentales, a Am¨¦rica. Se hizo relativamente pronto y es tambi¨¦n asombroso el esfuerzo que ha exigido que permanezca, conserve su bravura y se adapte a aquellos climas, desconectado de lo que es su h¨¢bitat propio. No obstante, el esfuerzo se hizo, y el toro de lidia es ahora un elemento definidor, no ya de lo espa?ol, sino de lo hisp¨¢nico, con algunas excepciones.Las excepciones est¨¢n construidas sobre ideas t¨®picas que corren acerca de la crueldad y al trato que debe darse a los animales, am¨¦n de discusiones morales acerca de si es propio o impropio el lancear y dar el tratamiento que a la fiera se le da en el coso. Viejos t¨®picos, ideas antiguas de las que es necesario desprenderse razonando de un modo simple, pero cierto.
Cada comunidad tiene su propio modo de expresar su sensibilidad profunda, y no hay duda que los hisp¨¢nicos, y de modo muy concreto los espa?oles, tienen una sensibilidad que podr¨ªamos llamar barroca, que a¨²n no han perdido, y que consiste en la inmediaticidad del mundo exterior con la propia sensibilidad. La raz¨®n no se interpone entre nuestras percepciones sensibles y el mundo exterior como una plaza transparente, pero, al fin y al cabo, como una plaza que separa a ambos elementos y permite que el m¨¦todo discurra entre la emoci¨®n, de una parte, y de otra, el mundo exterior. El mundo exterior, la intimidad, tienden a fundirse seg¨²n la concepci¨®n espa?ola del mundo y las vivencias que acompa?an a esta concepci¨®n.
Los toros son un testimonio de la inmediaticidad de la sensibilidad con nuestro contorno, y por tanto los toros expresan los estados de conciencia m¨¢s profundos del espa?ol en cuanto sujeto y, en cierto modo, objeto de un ¨¢mbito cultural propio.
En el acontecimiento nacional ha habido un proceso de evoluci¨®n del que todos somos conscientes. Se han ido quitando aquellos elementos que supon¨ªan cierta satisfacci¨®n con un fondo incuestionable de regocijo cruel que parece que estaba muy unido al subdesarrollo, a la miseria, a las condiciones antiguas que no respond¨ªan al nivel de educaci¨®n actual. Pero no es este ning¨²n impedimento para que la sensibilidad nacional requiera, los toros, ame los toros y le guste el espect¨¢culo de los toros.
Pudiera quiz¨¢ resumirse el proceso diciendo que los toros han ido pasando de combate a espect¨¢culo y que los elementos combativos, la lucha, se ha ido incluyendo en la concepci¨®n de espect¨¢culo, en tanto que antiguamente el espect¨¢culo era inferior a la lucha. Las descripciones que tenemos de tiempos de los Austrias, incluso de tiempos anteriores, se refer¨ªan fundamentalmente a un combate; la terminolog¨ªa taurina emplea muchas palabras referentes a lucha, combate, lid, etc¨¦tera. Y, sin embargo ' ahora, el combate, la lid, la lucha, est¨¢n incluidos en la concepci¨®n gen¨¦rica de espect¨¢culo. Es decir, en algo que es grato a la percepci¨®n, grato a la sensibilidad, grato a los estados de conciencia y que no conlleva consigo elementos tan primarios que puedan destruir la vivencia est¨¦tica en el nivel que lo exige nuestro desarrollo cultural. Los toros son hoy, fundamentalmente, espect¨¢culo.
Pero ser¨ªa torpe o inexacto decir que se trata de un espect¨¢culo est¨¦tico, no es eso: hay mucho m¨¢s. Es un espect¨¢culo est¨¦tico en el que se dan situaciones extremas, elementos vitales, que se incluyen en el espect¨¢culo, pero que en muchos casos le dominan, como es el riesgo, la proximidad de la muerte o, por lo menos, la conciencia de esa proximidad de la muerte; aunque cada d¨ªa las muertes, por fortuna, sean m¨¢s escasas.
Se trata, en resumen, de un acontecimiento nacional que tiene sentido de espect¨¢culo, pero que conlleva dentro elementos de lucha, y como parte fundamental de esa lucha, la presencia de la muerte o la posibilidad de la muerte como una constante que le convierte en un espect¨¢culo ins¨®lito y un acontecimiento que s¨®lo pertenece a un mundo: el hisp¨¢nico.
No se puede hablar de la desaparici¨®n de los toros, ni siquiera de la decadencia. Las decadencias, las desapariciones van, acompa?adas de la decadencia y desaparici¨®n de los s¨ªmbolos. La simb¨®lica en los toros, que forma parte de la constelaci¨®n de s¨ªmbolos de nuestra vida nacional, permance intacta, y hasta que esa simb¨®lica no descienda no se puede hablar de decadencia. Podemos hablar de alguna ocasional ca¨ªda, que est¨¢ producida, m¨¢s que por otra cosa, por la enorme demanda que ahora hay de reses bravas, por la dificultad de atender la demanda y tambi¨¦n por otras circunstancias, propias de la industrializaci¨®n, que est¨¢n alterando las condiciones del animal. Puede que la fiesta se vaya transformando, pero en ning¨²n caso desaparecer¨¢.
Yo repito lo que ya hab¨ªa dicho en el ensayo al que me he referido: que si alguna vez los toros desaparecen, en los Pirineos, puerta de Espa?a a Europa, y de Europa para Espa?a, habr¨ªa que poner un letrero que dijere: "Aqu¨ª yace Tauridia".
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