AIberti entrega la espada para un poeta nuevo: Luis Garc¨ªa Montero
Rafael Alberti present¨® el pasado viernes en el Ateneo de Madrid la obra El jard¨ªn extranjero, del joven poeta granadino Luis Garc¨ªa Montero, que con este libro gan¨® el ¨²ltimo premio Adonais de poes¨ªa.La nueva generaci¨®n po¨¦tica espa?ola (la posterior a los novisimos o de los setenta) est¨¢ comenzando a hacer sus armas primeras. Al contrario que su inmediata predecesora, no ha tenido inicios rupturistas, y tal vez por ello su entrada en escena ha sido -o est¨¢ siendo- menos estruendosa. Pero ah¨ª est¨¢, recabando una poes¨ªa a la par culta y directa, sentimental (rom¨¢ntica, quiz¨¢), pero no desatenta a la tradici¨®n ni a la forma.
Como anteayer en el Ateneo de Madrid, en la presentaci¨®n de El jard¨ªn extranjero. Luis Garc¨ªa Montero es uno de los representantes de esta m¨¢s nueva generaci¨®n, y el acto tuvo -a mi entender- esa significaci¨®n (de bautismo o de espaldarazo) a?adida. El Premio Adonais, que tras una brillante trayectoria inicial cay¨® en un momento dado en la grisura o en la fatiga, ha apostado en los ¨²ltimos a?os por los nuevos, por el -para que no haya dudas- relevo de los nov¨ªsimos como j¨®venes.
Y si los libros no siempre han sido definitivos (y el tono de ruptura nunca es evidente), la intenci¨®n es meridiana. El caso de "Blanca Andreu y el del propio Garc¨ªa Montero lo manifiestan. Por supuesto que no son los ¨²nicos, pero son ya representativos, y ninguno ha cumplido a¨²n los veinticinco a?os. Y se me ocurre que el acto atene¨ªsta ha sido un poco como armar caballero (o dar patente de corso) a estos nuevos. El libro significado, El jard¨ªn extranjero -t¨ªtulo tomado de un verso de Pasolini-, y el laureado esta vez. Fanny Rubio, Aurora de Albornoz y Alberti apadrinaron.
Se detuvieron las primeras -paladeando- en an¨¢lisis cr¨ªticos del libro en s¨ª mismo, y en relaci¨®n con un tipo de poes¨ªa plural desde el yo (la defini¨® Aurora de Albornoz), cuyos antecedentes inmediatos podr¨ªan estar tanto en Pasolini y sus Cenizas de Gramsci como en el tono cotidianizante de Gil de Biedma, por decir dos ejemplos. Pero quien sellaba la alternativa era Alberti, que ley¨® con emoci¨®n y dicci¨®n dos poemas -largos- del libro de Garc¨ªa Montero, con sabrosos comentarios de por medio. Elogi¨® Eljardin extranjero, pero diciendo que a ¨¦l se le importaba un comino (lo dijo en italiano, me ne frega) si el origen de esa poes¨ªa era machadiano, vallejiano o lo que fuera... "Basta", dijo, "que se pueda leer con placer, y que uno note que all¨ª hay vida". Alab¨® despu¨¦s a estos poetas (Garc¨ªa Montero entre ellos) que no s¨®lo escriben versos l¨ªricos, sino que adem¨¢s recitan por los pueblos, se mueven, animan, y dan su empe?o a una campa?a electoral si es necesario. Me pareci¨® tierna y sab¨ªa la presencia de Alberti. Su encomi¨® natural, antiacad¨¦mico, y el hecho mismo de estar ah¨ª, a sus ochenta -a?os cumplidos, alentando a un joven, sin protocolo ninguno. El acto lo cerr¨® Garc¨ªa Montero, agradecido, y leyendo un poema en homenaje a Alberti.
Creo que el poeta granadino est¨¢ teniendo. Porque ha atrapado el p¨¢jaro Adonais cuando parece volar de nuevo (melanc¨®lico, pero joven) y porque puede ser una de las cabezas visibles -insisto, hay otras- de esta anhelada, bienvenida requetenov¨ªsima generaci¨®n joven. La de los que rozaron los los alegres veinte en 1980.
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