Rafael Ortega dicta su lecci¨®n
Ayer se celebr¨® el ¨²ltimo de los cuatro festejos menores organizados por la Escuela Nacional de Tauromaquia. La estrella invitada al festival en la Venta del Bat¨¢n fue Rafael Ortega, el valiente diestro gaditano de los a?os 50 y 60. Como en aquellos tiempos, el matador sali¨® al ruedo con alg¨²n kilo de m¨¢s, pero, tambi¨¦n como en esa ¨¦poca, derroch¨® sabidur¨ªa y arte. Para los j¨®venes alumnos de la escuela, que tambi¨¦n torearon, fue una ocasi¨®n excepcional para admirar a un aut¨¦ntico maestro del toreo.Ortega, que ahora tiene m¨¢s de 60 a?os, fue en su d¨ªa un gran torero -valiente, pundonoroso y magn¨ªfico estoqueador. Tore¨® muchas corridas duras y recibi¨® 26 cornadas, dos de ellas -en Barcelona y Pamplona- casi mortales. Con Rafael Ortega no hab¨ªa florituras; era un torero dominador, sobrio, natural; "ronde?o", como dice ¨¦l. Su mayor fama fue como estoqueador: citaba en corto e iba derecho tras la espada, dejaba los toros fulminados con estocadas en todo lo alto, lo que en cierto modo quit¨® la atenci¨®n de los p¨²blicos del resto de su toreo. Como ¨¦l ha dicho m¨¢s de una vez: "Para matar los toros as¨ª, es necesario haberlos dominado antes, haberlos toreado bien".
Ahora Rafael Ortega tiene una finca en V¨¦jer de la Frontera, donde cr¨ªa reses para las carnicer¨ªas. Ninguno de sus cinco hijos -tambi¨¦n hay dos chicas- quiso ser torero. Ortega dice que en cierto modo echa de menos el toreo, y que su trabajo le da poco tiempo para torear en el campo. Vino especialmente desde Andaluc¨ªa para este festival, e impresionaron su naturalidad y elegancia en la plaza. Tambi¨¦n actuaron ?ngel Luis Bienvenida y Victorino Mart¨ªn, jocoso en el papel de picador para tentar las cuatro vaquillas.
Aunque Ortega se hizo torero por los pueblos y tentaderos, elogi¨® la labor que est¨¢ desarrollando la escuela. Se fij¨® especialmente en un chaval de 16 a?os llamado El Fundi. "Tiene maneras y gracia", dijo Ortega. "Parece que tiene fiebre de ser figura". Los dem¨¢s chicos tampoco defraudaron. Fue impresionante observar c¨®mo -cuando alguna de las becerras empezaba a aprender y crear dificultades- saldr¨ªa otro chaval y, con una ligera diferencia de colocaci¨®n o conocimientos, lograr¨ªa sacar de nuevo pases templados y mandones.
Y los estudiantes cuidan la lidia: cuando en un momento el maestro se equivoc¨® y la becerra le empuj¨®, acudieron prestos seis capotes estudiantiles.
Durante el final del festival, un alumno se pegaba al lado de Ortega para cambiar impresiones y preguntar-le sobre sus tiempos; parec¨ªa que el chico quer¨ªa sacarle alg¨²n consejo, un m¨ªnimo secreto que podr¨ªa ayudarle a ser figura. Lo m¨¢s probable es que no llegue; ¨¦sta es tina profesi¨®n dur¨ªsima donde triunfan muy pocos. Pero, alg¨²n d¨ªa, cuando se mencione el nombre de Rafael Ortega, s¨ª podr¨¢ decir: "Claro que me acuerdo de ¨¦l. Era en primavera, el d¨ªa de Corpus, y toreamos juntos. Le hice un quite..."
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