Ritual en Marruecos
UNA VEZ m¨¢s, el rey de Marruecos ha cumplido el tr¨¢mite electoral y ha obtenido los resultados precisos. Las elecciones municipales podr¨ªan tener un gran inter¨¦s en un pa¨ªs en el que, en los tiempos de los sultanatos y de las comunicaciones dif¨ªciles, las peque?as comunidades ten¨ªan una cierta capacidad para resolver su convivencia (dentro, indudablemente, de la gran irradiaci¨®n autocr¨¢tica y de un cierto feudalismo); la pantomima democr¨¢tica, en cambio, montada por el actual r¨¦gimen marroqu¨ª ha aumentado su dependencia. Convertido el sult¨¢n en rey constitucional, el paso democr¨¢tico dado por Mohamed V consisti¨® en calcar en gran parte la legislaci¨®n francesa. El heredero, Hassan II, al alcanzar el trono, encontr¨® r¨¢pidamente la manera de utilizar esa cuadr¨ªcula para afirmar el poder total manteniendo al mismo tiempo la nomenclatura, el vocabulario y los rituales necesarios para ser aceptado por el mundo occidental y por las nuevas democracias africanas que se esforzaban en realizar operaciones similares.En las recientes elecciones municipales, el manejo de los candidatos independientes -una f¨®rmula para reducir la importancia de los partidos pol¨ªticos- y la existencia de un partido del poder, o partido del rey -en este caso denominado Partido de Uni¨®n -Constitucional, fundado mes y medio antes de las elecciones-, aseguran la perpetuaci¨®n del poder absoluto del monarca. Los independientes, con 3.440 consejeros comunales; la Uni¨®n Constitucional, con 2.727 (de un total de 15.480 para las 800 comunas). Los otros 12 partidos se reparten el resto de las consejer¨ªas o concejal¨ªas. El mejor situado de entre ese grupo es el viejo Istiqlal. (Independencia), que ya hab¨ªa denunciado a la Uni¨®n Constitucional, del primer ministro Buabid, como una "creaci¨®n artificial de la Administraci¨®n". Partido de la clandestinidad en la ¨¦poca colonial, fuertemente nacionalista, expansivo, imperialista, muy emparentado con el poder, el Istiq1al forma parte del gran conglomerado conservador, y aun as¨ª, ha debido quedarse ahora con s¨®lo 2.601 consejeros. El reparto se va adelgazando despu¨¦s hasta llegar al ¨²ltimo t¨¦rmino de la izquierda, al partido socialista y al comunista, que quedan pr¨¢cticamente desguarnecidos. Mal pago para su esfuerzo de unirse en torno al rey, resignando parte de su oposici¨®n, en la causa nacional del S¨¢hara.
Esta causa nacional, por otra parte, ha sido una gran desgracia para Marruecos como pueblo. El esfuerzo de la guerra ha destrozado una econom¨ªa ya minada por la corrupci¨®n, se ha convertido en impuestos y levas, en exacciones y lista de bajas y, por consiguiente, en un aumento inmenso de la presi¨®n del poder y una disminuci¨®n considerable de la pluralidad de opiniones democr¨¢ticas, consideradas como una forma de minar la moral nacional. Todo ello am¨¦n de los tremendos diezmos ocasionados por los descubrimientos de conspiraciones reales o imaginarias, los fusilamientos de militares, la persecuci¨®n de las disidencias hasta el exilio (Ben Barka, asesinado en Par¨ªs), las muertes truculentas de los hombres fuertes (Ufkir y, recientemente, Dlimi).
Hassan II explota hoy hasta donde puede su condici¨®n de contrarrevolucionario lo mismo cara al Islam que a sus vecinos o amigos tradicionales. El entramado electoral que acaba de montar es, al mismo tiempo, un lavado de cara y una red de poder. Pero Marruecos padece una crisis econ¨®mica inmensa, y otra de sociedad m¨¢s profunda a¨²n. Frente a esas realidades, las ficciones apenas pueden hacer nada.
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