Los creadores de 'Hair' traen su espect¨¢culo a Espa?a 15 a?os despu¨¦s del estreno
Hace casi quince a?os, en septiembre de 1968 -y ese a?o hab¨ªan ocurrido muchas cosas en Europa-, se estren¨® en Londres el musical Hair. El hecho pareci¨® revolucionario, porque, por primera vez, algo representativo de lo que estaba ocurriendo en la realidad sub¨ªa al escenario en forma de espect¨¢culo. El hippismo, los signos de paz y amor, las flores, el pacifismo. Muchos dijeron que se trataba de un happening, otros le dieron el nombre de provocaci¨®n. Hoy, Hair se estrena en Espa?a, en el teatro Alcal¨¢ Palace de Madrid, por la compa?¨ªa inglesa original que lo ha representado en Londres hasta diciembre ¨²ltimo.
Porque desde aquel lejano septiembre, Hair ha seguido presente en la cartelera teatral londinense, como un punto de referencia. Cada vez menos vivo, menos comprometido con la vida real, cada vez m¨¢s devenido pieza de arqueolog¨ªa o magdalena apta para la nostalgia. Con todo, hay una generaci¨®n que siente que algo suyo se mueve cuando escucha el viejo, entra?able tema de Aquario.Hair -Pelos- se convirti¨® en el s¨ªmbolo de unas gentes que rechazaban Vietnam, el consumismo, el amor -no muy lejos circulaba el All you need is love, de Beatles-, que se pon¨ªan flores en el pelo, collares de cuentas en torno al pelo y, sencillamente, se encog¨ªan de hombros ante el mundo que hab¨ªan heredado de sus mayores. Desertaban. Como desertaba el recluta protagonista de la obra teatral.
Desaf¨ªo pac¨ªfico
Pero han pasado quince a?os y ha llegado el momento de hacer historia, porque otra cosa ya no es ese Hair convertido en un cl¨¢sico. Los autores del libreto, James Rado y Gerome Ragni, se hab¨ªan conocido cuando ambos eran actores en Broadway. Los dos cre¨ªan que los viejos ra¨ªles del musical ten¨ªan que adecuarse para canalizar nuevos vagones. Los dos eran muy j¨®venes y ten¨ªan algo que decir respecto a lo que les rodeaba. Mezclaron ritual y provocaci¨®n, misticismo y filosof¨ªa, alzaron la bandera de la paz y el amor, y el resultado fue ese espect¨¢culo tribal en el que se rinde culto a valores que estuvieron en alza durante los sesenta: la comuna como ¨¢mbito de vida, el desaf¨ªo pac¨ªfico a lo establecido.Galt McDermot, que hab¨ªa empezado su carrera como organista, puso la m¨²sica. Supo traducir en m¨²sica lo que Hair quer¨ªa significar. Los temas de Hair se hicieron c¨¦lebres, y aunque ahora nos sorprenda su ingenuidad, es bien c¨ªerto que conten¨ªan una calidad no menos est¨¢ndar que cualquiera de los grandes temas que han jalonado la historia de Broadway desde La calle 42 hasta nuestros d¨ªas. Porque, en definitiva, lo que Rado, Ragni y McDermot hab¨ªan creado era un musical estricto que, nutri¨¦ndose de la modernidad, no traicionaba las premisas del g¨¦nero.
A lo largo de estos quince a?os se han sucedido los actores aunque, con peque?as variaciones, el espect¨¢culo sigue siendo el mismo. Quienes representar¨¢n Hair en el teatro Alcal¨¢ Palace de Madrid desde hoy hasta el pr¨®ximo 3 de julio son los mismos que han dado vida al ¨²ltimo Hair londinense. Ahora se encuentran en tourn¨¦e por Europa. Vienen de la Rep¨²blica Federal de Alemania y luego se van a Francia, Italia y otros pa¨ªses del continente. Tienen como director y core¨®grafo a Joe Donovan; a Betty Longnecker-Thomas, como d¨ªrectora musical, y entre los actores del elenco est¨¢n Ned Hall, Toni Fox, Terri Balash, Cleveland Watkiss y Dan Brooks.
En el 68, aquello nos pareci¨® el acab¨®se, el colmo del atrevimiento. Un personaje, al final de la obra, se quedaba desnudo en escena, aunque gracias al h¨¢bil juego de luces ni los m¨¢s finos de vista pod¨ªan alardear despu¨¦s de haber vislumbrado gran cosa. Y, para coronar el espect¨¢culo, los actores invitaban al p¨²blico a subir y bailar con ellos en el escenario. Era la liberaci¨®n.
Lo malo de Hair es que, a las tres temporadas de ¨¦xito ininterrumpido, con charters que llegaban a Londres desde otros pa¨ªses y autobuses de ingleses provincianos tomando el teatro Shaftesbury por asalto el s¨¢bado por la tarde, con los posters y las camisetas que se vend¨ªan como rosquillas, con todo eso empez¨® a ser dif¨ªcil seguir manteniendo el montaje de la liberaci¨®n. Como Carnaby Street, como las camisas de colores estridentes, como la minifalda de Mary Quant o las fantas¨ªas de Biba, Hair se convirti¨® en una especie de reliquia-souvenir para turistas.
Pese a todo, el hecho de que el mundo haya evolucionado a gran velocidad no invalida la calidad de Hair como obra musical. No es cierto que ahora recobre actualidad gracias al movimiento de los verdes. Los ecologistas de ahora nacieron, precisamente, de las cenizas del sue?o hippie, y saben que la utop¨ªa est¨¢ muy lejos y que: la lucha va a ser larga y dura. Los hippies de los sesenta fueron derrotados precisamente en la Isla de Wight, en 1970. Se comieron las flores y tuvieron que pactar, o bien se quedaron como supervivientes en Ibiza. La fuerza de Hair, hoy, radica en el hecho de que se ha convertido en historia. Para muchos ser¨¢ ocasi¨®n de nostalgia. Para los m¨¢s, deber¨ªa constituir una oportunidad de reflexi¨®n.
Babelia
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