Sistema tributario: valores individuales y valores sociales
La financiaci¨®n del Estado a trav¨¦s de tributos en la forma en que hoy la conocemos se afianz¨® en los pa¨ªses occidentales durante el pasado siglo, de la mano del liberalismo econ¨®mico, seg¨²n el autor. En una primera etapa, los principios tributarios cumplen principalmente un papel de protecci¨®n de los intereses individuales. Con posterioridad, los problemas econ¨®micos propician el intervencionismo del sector p¨²blico y los valores sociales pasan a ser un componente esencial de la exigencia de los impuestos.
La exigencia de legalidad de los tributos con el consiguiente control por parte de las fuerzas pol¨ªticas representadas en el Parlamento, el principio de la capacidad econ¨®mica, entendida inicialmente como reparto proporcional del impuesto, el propio principio de generalidad, fundamento de la imposici¨®n indirecta, sirvieron como instrumentos de coordinaci¨®n del sistema fiscal con el sistema econ¨®mico general.El Estado fiscal conoce en este tiempo su ¨¦poca dorada gracias a un mecanismo coherente, y a pesar de repetidos agobios, provocados por administradores ineficaces y gastos b¨¦licos. De ah¨ª que tras el desastre de la primera guerra mundial, con las arcas vac¨ªas frente a una costosa reconstrucci¨®n, Schumpeter afirmaba con toda lucidez que la crisis de ese modelo de financiaci¨®n no hab¨ªa llegado todav¨ªa, porque "la hora actual pertenece a la empresa privada"; es decir, porque no hab¨ªan cambiado los fundamentos del sistema que sigui¨® apoyado en esos valores individuales.
Pero posteriormente la concepci¨®n de la hacienda sufre una r¨¢pida evoluci¨®n. Los problemas del sistema econ¨®mico conducen al intervencionismo del sector p¨²blico a trav¨¦s de sus instrumentos monetarios y fiscales. Y la situaci¨®n pol¨ªtica obliga a redistribuir la renta y a la asunci¨®n por el Estado de un con unto de gastos cuya financiaci¨®n distorsiona la hacienda tradicional.
Esta evoluci¨®n introduce una serie de valores sociales en la concepci¨®n y exigencia de los impuestos. El principio de extrafiscalidad pone el tributo al servicio de la pol¨ªtica econ¨®mica m¨¢s all¨¢ de la situaci¨®n del contribuyente y por encima de los principios tributarios antes referidos. El objetivo de redistribuci¨®n de rentas origina el pase de tipos proporcionales a tipos progresivos en los impuestos personales y el gravamen total de la capacidad econ¨®mica lo que conlleva el fortalecimiento del impuesto sobre la renta y, el nacimiento del impuesto de patrimonio. Las necesidades financieras del Estado, siempre crecientes, implican el aumento de la presi¨®n fiscal, lo que hace imprescidible la imposici¨®n indirecta y justifica la aplicaci¨®n generalizada de tributos de fuerte potencia recaudatoria, como el impuesto sobre el valor a?adido.
La coincidencia de valores individuales y sociales, que desde luego no es exclusiva del ¨¢mbito tributario, rompe la coherencia tradicional y plantea problemas de coordinaci¨®n. El ¨¦nfasis que se ha dado al principio de capacidad econ¨®mica como criterio b¨¢sico de justicia fiscal y la sanci¨®n constitucional del mismo puede llegar a traducirse en una evidente falta de realismo a causa de su desajuste con esos valores sociales, cuya realizaci¨®n pr¨¢ctica obliga de manera inevitable a que los llamados gastos fiscales alcancen cifras m¨¢s cuantiosas cada d¨ªa.
La complejidad es mayor si se tiene en cuenta que las contradicciones parecen producirse no s¨®lo entre valores individuales y sociales, sino tambi¨¦n en los valores sociales entre s¨ª. En la actualidad se discute con aspereza sobre la posible compatibilidad de los objetivos de estabilidad y crecimiento econ¨®mico por un lado y redistribuci¨®n de la riqueza por otro. Esta discusi¨®n est¨¢ siendo alimentada por las dificultades presupuestarias que se debaten en una dif¨ªcil elecci¨®n entre el d¨¦ficit y la reducci¨®n de los gastos sociales. Dejando ahora a un lado el car¨¢cter pol¨ªtico de este conflicto, centrado en c¨®mo repartir la crisis econ¨®mica, su mero planteamiento es suficientemente indicativo de esa dial¨¦ctica de valores que ha servido de argumento para la formulaci¨®n de la teor¨ªa de O'Connor sobre la crisis del Estado fiscal.
Valores individuales y sociales
La conclusi¨®n de todo lo anterior es que debemos dar un importante paso adelante para engarzar los valores individuales y sociales en una teor¨ªa v¨¢lida.
?A d¨®nde nos llevar¨¢ este nuevo camino? ?Cu¨¢les ser¨¢n las ideas principales que marquen la direcci¨®n? Son preguntas de dif¨ªcil contestaci¨®n. Se trata de lograr una visi¨®n realista del fen¨®meno financiero en un mundo demasiado complejo, que dificulta la formulaci¨®n de las ideas. Pero en cualquier caso, parece claro que nos llevar¨¢ m¨¢s all¨¢ del principio de capacidad econ¨®mica. Los criterios de renta y patrimonio personal que nos describen la situaci¨®n individual del contribuyente pr¨¢cticamente aislado del medio econ¨®mico social, tendr¨¢n que ser enriquecidos por una nueva medida de los mismos, en la que est¨¦n presentes de manera significativa valores sociales tales como la productividad en pleno empleo o la cohesi¨®n social. Hasta ahora hemos construido un estatuto del contribuyente adaptado a un marco econ¨®mico pol¨ªtico liberal. A partir de ahora tendremos que esforzarnos en corregir ese estatuto en funci¨®n del marco social de nuestro tiempo.
Esta nueva perspectiva est¨¢ impregnando paulatinamente el ordenamiento con la obstinaci¨®n de todo lo real, y la elaboraci¨®n doctrinal la asume con diferente grado de consciencia. Ha habido ya propuestas que pueden resultar sorprendentes, pero que reflejan con honestidad el profundo cambio en el orden tributario. Destaca entre ellas la tesis de la Comisi¨®n Meade sobre la conveniencia de utilizar como base el gasto y no la renta. A estas alturas, cuando el impuesto sobre la renta parece la pieza m¨¢s elaborada del sistema, se busca por otra v¨ªa la mejor manera de coordinar los objetivos de equidad y eficiencia econ¨®mica y facilitar el posible juego del ¨ªndice de inflaci¨®n. No hemos de ocuparnos s¨®lo de la renta del sujeto pasivo, sino tambi¨¦n de la significaci¨®n socioecon¨®mica de su destino, con la consiguiente incidencia fiscal sobre el empleo consultivo o menos productivo, finalidad que no debe ser encomendada a los tradicionales impuestos indirectos.
Mayor igualdad, menores dificultades
Por supuesto, esta labor se ver¨¢ enormemente dificultada por las desigualdades sociales. No podemos invocar valores sociales como la eficacia econ¨®mica si se reparten desigualmente sus beneficios, ni podremos cargar siempre al sector p¨²blico la financiaci¨®n de los gastos sociales y la responsabilidad de la redistribuci¨®n de riqueza si el sistema econ¨®mico genera progresivamente desigualdad. Muchos hacendistas han asumido ya la tesis de que el objetivo de evitar la crisis fiscal y lograr un sistema tributario justo est¨¢ subordinado necesariamente a la construcci¨®n de una sociedad m¨¢s igualitaria. Los grandes problemas de la financiaci¨®n p¨²blica est¨¢n di rectamente provocados por el defectuoso funcionamiento del sistema econ¨®mico, que adem¨¢s no alcanza a corregir convenientemente las desigualdades de riqueza.
El afianzamiento de la imposici¨®n directa, erosionada por el fraude, la definitiva aceptaci¨®n de la imposici¨®n indirecta, fuente irrenunciable de recursos, un cierto nivel de rentabilizaci¨®n de los servicios p¨²blicos mediante las tasas, e incluso la obtenci¨®n de ingresos patrimoniales por parte de un sector p¨²blico empresarial liberado de su funci¨®n b¨¢sica de cubrir lagunas y p¨¦rdidas del sector privado, ser¨¢n todos ellos objetivos de dif¨ªcil alcance en un contexto de desigualdades socio-econ¨®micas en el que el aparato fiscal ha sido denunciado como Diabolus ex machina, que facilita la pervivencia de las mismas.
Si tenemos conciencia de la interrelaci¨®n entre organizaci¨®n social y sistema tributario (o, en general, sistema de financiaci¨®n del Estado) y no nos resignamos a ver calificado el tributo como simple instrumento de dominio, sino que reclamamos su validez como un medio m¨¢s de transformaci¨®n social, no asistiremos pasivamente al logro de esa necesaria sociedad con mayor nivel de justicia, en la que los valores individuales y sociales puedan coordinarse sin las excesivas contradicciones que hoy d¨ªa dificultan la organizaci¨®n de un sistema fiscal coherente.
es catedr¨¢tico de Derecho Financiero de la universidad de Granada.
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