Jos¨¦ Dom¨ªnguez, 'El cabrero', no tiene definiciones para el flamenco
Jos¨¦ Dom¨ªnguez, El cabrero, con una mirada entre indigna e ins¨®lita, observa a sus interlocutores: ?Es que no est¨¢ claro, ya, todo lo que preguntais?, parece que les dice. Y, en cierto modo, tiene raz¨®n. Mucho tiempo hace que se viene discutiendo sobre lo que es y lo que no es flamenco y nadie, todav¨ªa, ha encontrado una definici¨®n satisfactoria: "Hay quien entiende el flamenco, y hay quien lo siente. Lo importante es lo que hay en ti y consigues expulsar al exterior a trav¨¦s de la voz", concluye El cabrero.Porque es consciente, tambi¨¦n, de que tiene en sus manos como un sistema m¨¦trico en el que bailaor, cantaor y guitarrista establecen unas convenciones r¨ªtmicas que no deben romperse: "El guitarrista es como una bombilla que ilumina al bailaor para que no se pierda y se derrumbe en, sus movimientos. Todo en el cante es cuadrado, has de saber si est¨¢s con una seguidilla o con un fandango y seguir las medidas de cada uno de los estilos".
Jos¨¦ Dom¨ªnguez, lleva de sobre nombre El cabrero porque el cuidar un reba?o de cabras ha sido y es, a¨²n, su mayor afici¨®n. Las cabras son unos animales que desprenden, en opini¨®n del cantaor, un aire de hechizo: "No son agresi vas, no son traicioneras y se encari?an, incluso, de las manos de quien las orde?a". Es la sensibilidad a flor de piel, la. contemplaci¨®n y el sentimiento en todas sus m¨¢ximas expresiones, aquello, que defiende El cabrero.
En tres ocasiones ha tenido problemas m¨¢s o menos graves con la Justicia, precisamente por todo eso, porque considera que el hombre flamenco es como el ecologista "que se preocupa por todas aque1 ?las cosas m¨ªnimas, peque?as y cotidianas que el hombre re-ordenado de la ciudad es incapaz de valorar". Es la actitud de una persona abierta, el "grito de garganta desgarrada" -como ¨¦l mismo lo define-, que revela los prop¨®sitos del hombre humillado. El flamenco de Jos¨¦ Dom¨ªnguez, es tambi¨¦n las ganas de romper con tantas, y tantas cosas: "Si algo a?oras, debes desprenderte de todo para ir en su busca. Dicen que no, que del que importa es el pan de cada d¨ªa y yo creo que eso ya no es cierto. El pan lleva tanto almid¨®n que no cabe en nuestro vientre". Al cabrero no le gusta la ciudad. Se siente inc¨®modo sentado en la terraza de un bar de la v¨ªa Layetana barcelonesa con tanto coche y tanto humo polucionado, pero otra cosa son sus sentimientos hacia los ciudadanosque, considera, "son gentes como las dem¨¢s con las que es posible establecer una comunicaci¨®n, un di¨¢logo". Di¨¢logo que es, en su caso, sin¨®nimo de profundizaci¨®n.
Y el verano es su tiempo de ciudad. Anteayer actu¨® en Algeciras, ayer en Barcelona, donde particip¨® en el IV Festival de Flamenco, y, al otro d¨ªa en Huelva: "No tengo ni tiempo para descansar y, si me paro, creo que ya no me levanto. Cuando termina septiembre, El cabrero vuelve a Dos Hermanas, cerca de Sevilla, donde vive con sus tres hijos y su esposa Elena que es la que le di¨® los ¨¢nimos necesarios para lanzarse a los escenarios.
All¨ª vuelve, tambi¨¦n, con sus ca bras y, ahuyenta el aburrimiento con todas sus fuerzas. Toma, en los momentos en que ese problema le acecha, en las monoton¨ªas del largo invierno, un bol¨ªgrafo cualquiera y, en un papel inmaculado describe sus recientes emociones, que van a convertirse en los nuevos fandangos de su repertorio.
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