Tu?¨®n y Carlos Castilla
Dec¨ªa don Manuel Aza?a que, en los textos de Historia que ¨¦l estudi¨®, los personajes hist¨®ricos parec¨ªan haber sido citados por el autor para hacer lo que hicieron: descubrir Am¨¦rica, circunnavegar el mundo o traer el cacao de M¨¦xico, gran empresa de Hern¨¢n Cort¨¦s. Mediante este determinismo a posteriori, quedaba engrandecida la Historia de Espa?a.Del jard¨ªn de los frailes a las noches en los jardines de Espa?a (concretamente, de La Granja, cuando el R¨¦gimen), las cosas no han cambiado mucho en la educaci¨®n, y los mejores catedr¨¢ticos, con todo el respeto y admiraci¨®n para los que est¨¢n dentro, son los que se quedan fuera.
Ahora, el ministro Maravall, apurando una ley/proyecto de no hace mucho, nombra catedr¨¢ticos extraordinarios a Tu?¨®n de Lara y Castilla del Pino. La Historia, entre nosotros, hab¨ªa degenerado en la forma fascicular y hebdomadaria que le daban los m¨¢s irresponsables o mu?idores, como dice Pitigrilli, que la ¨²ltima mutaci¨®n del cocodrilo le convierte en. malet¨ªn. Tu?¨®n de Lara, mientras tanto, exiliado en Francia, escrib¨ªa, con precisi¨®n, documentaci¨®n y verdad, la Historia de Espa?a tal cual.
En la ¨²ltima feria del libro de ocasi¨®n, el librero Berchi me quiso presentar a Tu?¨®n, que estaba en el stand, de espalda, entredescubriendo libros, como siempre. Todo mi respeto por este hombre de pelo blanco, que parece escribir a la luz de su cabellera, se me acumul¨® en el pecho y prefer¨ª irme sin saludarle.
A finales de los felices y sombr¨ªos sesenta, Carlos Castilla del Pino opositaba a c¨¢tedra en Madrid. Sus lectores, sus seguidores, mucha juventud, est¨¢bamos a la puerta, entre los guardias, esperando el resultado (Castilla del Pino era un rojo). Un tribunal presidido por L¨®pez Ibor le suspendi¨®.
Luego tuve con ¨¦l una restringida tertulia de amigos. Recuerdo la mirada insoslayable del psicoanalista y los largos y cuidados pu?os de la camisa. Aceptaba su fracaso con serenidad hist¨®rica. Y despu¨¦s, sus cartas y algunos encuentros. Vino una vez a una firma m¨ªa de libros, y charlamos entre aut¨®grafo y aut¨®grafo.
Su aportaci¨®n sociol¨®gica m¨¢s interesante, aparte las cient¨ªficas, me parecen sus largos trabajos de psicoanalizaci¨®n de mujeres rurales y del pueblo, en la provincia de C¨®rdoba. El psicoan¨¢lisis nace con Freud, Tausk, Groddeck, Jung y otros, como una ciencia elitista para elites. No se sabe que nunca psicoanalizasen a un pobre. Parece que los pobres no tienen jam¨¢s complejo de Edipo, o se lo curan con el hambre. Nuestro Seguro de Enfermedad nunca ha incluido el psicoan¨¢lisis en sus prestaciones. Asimismo, en la novela universal, hasta Zola, los adulterios s¨®lo ocurr¨ªan entre duquesas. Las panaderas eran siempre honestas por ignorancia, se supone.
Carlos Castilla del Pino nos revela, para siempre, que el pueblo tambi¨¦n tiene id, ego, ello, aunque sea un ello con boina, y, lo que es m¨¢s, que las claves subconscientes no se refieren siempre al breve c¨ªrculo familiar, sino que al pueblo se las suministra la opresi¨®n social. Con este hallazgo se ensancha y enriquece prodigiosamente el estudio del hombre, estudio psicoanal¨ªtico o no.
Lo que hace Castilla del Pino, bajo el silencio franquista, es nada menos que devolverle al individuo del pueblo, diluido siempre en masa por la derecha/izquierda, su condici¨®n personal, su complejidad incanjeable, eso que parec¨ªa una bordadura metarisica de ricos o intelectuales: "el acontecimiento interior" (Jung). ?Y qui¨¦n les ha hablado de todo esto a los chicos en la Universidad espa?ola, durante a?os?
Tu?¨®n de Lara psicoanaliza la Historia por el sencillo y cl¨¢sico procedimiento de dejarla hablar, y no hablar por ella.
Castilla del Pino hace intrahistoria con su antropolog¨ªa y su psicoan¨¢lisis. Nos ha ense?ado a conocer lo que nadie: no ya al pueblo/masa, sino al pueblo/individuo. Catedr¨¢ticos naturales de esta escarpada asignatura que es Espa?a.
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