El monstruo y los reyes de la trompeta
El polideportivo estaba lleno a rebosar. Asisti¨® al concierto el presidente Garaikoetxea, entre otras muchas personalidades. Se esperaba uno de los grandes momentos del Festival de Vitoria. Pero el acontecimiento ya era importante de por s¨ª, porque siempre lo es una actuaci¨®n de Oscar Peterson, el monstruo del piano de jazz.
Ya puede uno haber visto a Peterson docenas de veces, que en la siguiente volver¨¢ a sorprenderse. En el comienzo de este concierto, por ejemplo, se pudo comprobar que, contra lo que dicen sus detractores, Peterson no es ni una m¨¢quina ni un pianista infalible. A causa sobre todo de defectos en la amplificaci¨®n, tard¨® en compenetrarse con sus acompa?antes, y eso que eran los de siempre: el bater¨ªa Martin Drew y el contrabajo Niels Henning Oersted Pedersen (en adelante NHOP, y ustedes perdonen). Luego, s¨ª: al tercer tema, y con el sonido ya ajustado, Peterson y los suyos volv¨ªan a ser el prototipo del piano tr¨ªo y se pon¨ªan a hacer swing como b¨¢rbaros.
Oscar Peterson y los Trumpet Kings
VII Festival Internacional de Jazz. Poliseportivo de Mendizorroza. Vitoria, 18 de julio.
El de b¨¢rbaros es calificativo la mar de adecuado, porque en este concierto nos toc¨® ver al Peterson m¨¢s extrovertido y brillante, al hombre del espect¨¢culo. Estuvo arrollador, en su l¨ªnea m¨¢s cercana a Tatum, y dej¨® que estuvieran arrolladores sus m¨²sicos, a quienes permiti¨® m¨¢s lucimiento del acostumbrado. Rizo todas las presentaciones, con ¨¦nfasis especial en dos nuevas composiciones suyas, una dedicada a NHOP, en la que ¨¦ste toc¨® muy bellamente la melod¨ªa, y otra denominada Peace, que es el movimiento final de una suite dedicada a ?frica. Para que se vea que no soy un incondicional, debo decir que la interpretaci¨®n de esta segunda me pareci¨® demasiado melodram¨¢tica.
Del resto de la exhibici¨®n del tr¨ªo en la primera parte, considero que lo mejor fue el mencionado cap¨ªtulo de sorpresas, eso que hace que cada actuaci¨®n de Peterson sea algo irrepetible. Sorprendente se volvi¨®, por ejemplo, ese habitual medley dedicado a otros grandes pianistas, en el que cada tema representativo recibi¨® el tratamiento que menos se pod¨ªa suponer, hasta desembocar en el v¨¦rtigo, este s¨ª predecible, de Caravan.
Actuaci¨®n sorpresa de Joe Pass
En esta sucesi¨®n de sorpresas, casi la menor fue la aparici¨®n no anunciada de Joe Pass. Con todo lo que se diga de su frialdad y su excesivo tecnicismo, Pass viene directamente de la mejor escuela del jazz en guitarra, la de Charlie Christian, y eso es algo a agradecer en estos tiempos de guitarristas como ametralladoras. Peterson y Pass han actuado juntos muchas veces, se complementan a la perfecci¨®n, y la verdad es que da gusto o¨ªrles tocar.En la segunda parte, al cuarteto b¨¢sico se le a?adieron los denominados Trumpet Kings, los Reyes de la Trompeta: Clark Terry primero, luego Harry Sweets Edison y finalmente Dizzy Gillespie. Aqu¨ª todo estuvo m¨¢s acorde con lo que se esperaba, pues los tres trompetas se dedicaron fuandamentalmente a ser ellos mismos. Aun as¨ª, hubo la peque?a sorpresa de escuchar a un Sweets Edison que en su primer tema no estuvo nada dulce y s¨ª bastante explosivo. Luego, en el segundo, volver¨ªa a su habitual l¨ªnea, haciendo por en¨¦sima vez esa versi¨®n de Wave que concluye en un pianissimo inveros¨ªmil; repetici¨®n que, por lo dem¨¢s, no debe cansar a nadie, porque es un n¨²mero que est¨¢ muy bien, porque adem¨¢s Peterson hizo un solo fabuloso cuando le lleg¨® el turno, y porque Edison aprovech¨® esto s¨®lo para demostrar que baila con el mismo swing que toca.
De lo que hicieron los otros dos, hay que destacar el bonito sonido oscuro de Clark Terry al fliscorno y una inclinaci¨®n general hacia la m¨²sica latina, que sirvi¨® para que Gillespie iniciara muy bien, a d¨²o con Peterson su famosa composici¨®n Con alma.
Como n¨²mero final todos tocaron juntos el Ow de Gillespie, y ¨¦ste se apunt¨® el triunfo moral gracias a un Stop-Chorus monumental. Pese a la insistencia del p¨²blico, no dieron propina.
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