Tres a?os de negociaciones en Madrid han permitido el primer acuerdo formal entre Reagan y Andropov
La Declaraci¨®n de Madrid es el primer acuerdo formal al que llegan Ronald Reagan y Yuri Andropov desde que ambos dirigen los destinos de Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. El proceso de distensi¨®n parece rescatado con hechos: una nueva conferencia de la CSCE en Viena en noviembre de 1986, una reuni¨®n de derechos humanos en mayo de 1985 en Otawa, una conferencia sobre desarme europeo en enero de 1984 en Estocolmo, una reuni¨®n de expertos en contactos humanos en abril de 1986 en Ginebra. Esto, junto a una referencia importante a la solidaridad para combatir el terrorismo, a la libertad religiosa, al derecho a la libre sindicaci¨®n, son los hechos. El resto, las palabras, los centenares de discursos anticomunistas y anticapitalistas que se han sucedido durante meses, no han impedido que, a la hora de la verdad, las dos superpotencias, los potencias medias de Europa, Canad¨¢ y los pa¨ªses neutrales y no alineados -excepto Malta- se hayan puesto de acuerdo en mantener abierta esta peque?a rendija de distensi¨®n que se conoce como esp¨ªritu de Heisinki.
Rup¨¦rez acusa a la URSS
A lo largo de estos tres a?os se han repetido m¨¢s los titulares de "La Conferencia de Madrid, al borde del fracaso", que lo contrario. Las dificultades para fijar los ¨®rdenes del d¨ªa en las sesiones preparatorias pusieron en peligro la celebraci¨®n el 11 de noviembre del primer plenario. El entonces embajador espa?ol, el centrista Javier Rup¨¦rez, se sum¨® en ese momento a la oleada de acusaciones occidentales por la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n -en diciembre de 1979-, tom¨® prestados los habituales argumentos de su colega de Estados Unidos, Max Kampelman, y denunci¨® este hecho como "un olvido grave de las mismas reglas en que supuestamente se basaba la distensi¨®n". Rup¨¦rez ten¨ªa instrucciones de actuar -a¨²n cuando Espa?a no estaba todav¨ªa en su seno- en la l¨ªnea de la Alianza Atl¨¢ntica.
El gran ¨¦xito espa?ol en ese periodo es conseguir sensibilizar al resto de las delegaciones de la gravedad del incremento del terrorismo en Europa. Junto con Estados Unidos, Italia, Portugal, Rep¨²blica Federal de Alemania y Turqu¨ªa, la. representaci¨®n espa?ola present¨® una propuesta, posteriormente aceptada, en la que se pide la cooperaci¨®n de todos los pa¨ªses, independientemente de su sistema pol¨ªtico, en la lucha contra el terrorismo. La Conferencia de Madrid se sum¨® al minuto de silencio que tuvo lugar en toda Espa?a el 8 de mayo de 1981 por la paz y contra el terrorismo.
Con la proclamaci¨®n de la ley marcial en Polonia, el 13 de diciembre de 1981, hasta los m¨¢s optimistas dan por muerta la Conferencia de Madrid. Todos endurecen sus posiciones y cuando la reuni¨®n fue reanudada en febrero de 1982, despu¨¦s de la pausa de las vacaciones de Navidad, el entonces secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, record¨® que "Polonia y la URSS saben muy bien que han violado los principios de Helsinki", mientras que en Turqu¨ªa "hay unanimidad o casi" a favor de los militares. Le correspondi¨® el jefe de la delegaci¨®n sovi¨¦tica, Le¨®nidas Illitchev, para quien el aut¨¦ntico violador del Acta de Helsinki -la aut¨¦ntica biblia de la distensi¨®n- era Estados Unidos por su "injerencia en los asuntos de otro pa¨ªs".
Peligrosa suspensi¨®n
La Conferencia tuvo que ser suspendida hasta noviembre de 1982. Casi un a?o en blanco. El reinicio no pudo ser menos optimista. El sustituto de Haig, George Shultz, dijo en Madrid que "en Afganist¨¢n, en Polonia y en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, las obligaciones contra¨ªdas en 1975 est¨¢n siendo burladas, con un grave coste para la vida y la dignidad humana".
A principios de este a?o se produce un giro brusco. Un cierto viento neutralista sugerido por Fernando Mor¨¢n en su discurso del 8 de febrero y la presentaci¨®n en abril por parte de los no alineados de un serio proyecto de declaraci¨®n final, despejan gran parte de los nubarrones. Le Monde considera, tras la intervenci¨®n de Mor¨¢n en la Conferencia de Madrid, que "La Espa?a socialista escoge la equidistancia entre el Este y el Oeste". "En este momento crucial de la Conferencia es imprescindible la b¨²squeda de un factor integrador", manifest¨® Mor¨¢n. "Quiero dejar aqu¨ª clara constancia de que, si para ello fu¨¦semos requeridos, estamos dispuestos a aportar nuestra dedicaci¨®n y nuestro esfuerzo para buscar un terreno de entendimiento entre las posiciones hoy en d¨ªa contrapuestas".
Estas palabras fueron disciplinada y textualmente recogidas por el veterano diplom¨¢tico que hab¨ªa sustituido a Rup¨¦rez. Juan Luis Pan de Soraluce ven¨ªa a Madrid, tras haber obtenido en Belgrado en 1978 el ¨¦xito de traerse para Espa?a la Conferencia, con la misi¨®n de salvar lo que parec¨ªa insalvable y de intentar alg¨²n lucimiento de la pol¨ªtica exterior espa?ola. Pan de Soraluce da instrucciones de que cesen los discursos beligerantes y empieza a trabajar con la vista puesta en un final cercano y razonablemente positivo. Su mayor m¨¦rito es la elaboraci¨®n de la propuesta que el presidente Gonz¨¢lez present¨® a la Conferencia el 17 de junio. El valor de esta iniciativa era dejar reducido al m¨ªnimo las enmiendas presentadas anteriormente por los pa¨ªses occidentales al proyecto de los neutrales RM-39 (revisado).
La propuesta espa?ola fue laboriosamente negociada por Pan de Soraluce con la delegaci¨®n sovi¨¦tica, encabezada en la ¨²ltima etapa por Anatoli Kovaliov, quien el 5 de julio dio su aprobaci¨®n a la f¨®rmula de incluir en el documento final de la Conferencia de Madrid un anexo en el que se convoca la reuni¨®n de expertos en contactos humanos, el aut¨¦ntico caballo de batalla de los ¨²ltimos meses de negociaciones. Con este acuerdo la Conferencia quedaba pr¨¢cticamente vista para sentencia. La confirmaci¨®n lleg¨® diez d¨ªas despu¨¦s, cuando todas las delegaciones -excepto Malta- aceptaron el documento final, basado en el proyecto RM-39 (revisado) y complementado por la propuesta espa?ola.
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