Ante la necesidad de generar capital a riesgo
Los pa¨ªses menos avanzados, en Europa oriental y en el Tercer Mundo, est¨¢n deseosos de acortar distancias, lo cual no ser¨¢ posible sin una fuerte y tenaz formaci¨®n de capital fijo. Para generar empleo y reducir as¨ª el persistente paro laboral manteniendo elevados los niveles de productividad, tendr¨¢n que aumentar considerablemente las inversiones del sector privado. La creciente penuria de algunos recursos naturales exige innovaciones sustitutivas o directamente ahorrativas de las materias primas en cuesti¨®n. La b¨²squeda de m¨¢s calidad de vida en nuestros pa¨ªses tambi¨¦n crea una importante demanda de innovaciones. Existen, pues, innumerables oportunidades de inversi¨®n productiva en el mundo. Pero parece que es insuficiente la disponibilidad de capital a riesgo.Este problema se viene gestando desde hace tiempo y tiene ra¨ªces econ¨®micas e institucionales. Las ra¨ªces econ¨®micas se remontan al per¨ªodo de fuerte inflaci¨®n durante los a?os setenta. Entonces se deprimieron los tipos de inter¨¦s real con la consecuencia de que el ahorro voluntario decayera, el consumo suntuario aumentara y la inversi¨®n fuera cada vez menos productiva.
El despilfarro de capital est¨¢ a la vista de todos: muchos ciudadanos han invertido en la adquisici¨®n de inmuebles, colecciones de cuadros, joyas o coches de lujo. Muchas empresas han implantado procesos de fabricaci¨®n excesivamente capital-intensivos (reduciendo as¨ª las oportunidades de empleo) y han instalado sus oficinas en pomposos edificios. Muchos Gobiernos han aumentado fuertemente sus gastos consuntivos, han acometido inversiones en proyectos de prestigio nacional m¨¢s que de rentabilidad econ¨®mica y se han endeudado de tal forma que los pa¨ªses (no s¨®lo Polonia, M¨¦xico y Brasil) se encuentran ahora al borde de la quiebra financiera, y el sistema monetario internacional ve comprometida su estabilidad y viabilidad.
La hora de la verdad lleg¨® cuando el ritmo de inflaci¨®n se hizo insostenible. A finales de los a?os setenta, las pol¨ªticas monetarias en Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania Occidental y otros pa¨ªses de la OCDE se hicieron muy restrictivas y mantuvieron esta t¨®nica hasta mediados de 1982, con el fin de doblegar las expectativas inflacionarias. Los tipos de inter¨¦s real subieron repentinamente a niveles inveros¨ªmiles, quedando de manifiesto c¨®mo la droga inflacionaria hab¨ªa malversado recursos escasos en inversiones no productivas en todas las partes del mundo.
El que los tipos de inter¨¦s sigan altos a pesar de que las pol¨ªticas monetarias nacionales son ahora expansivas se debe a que los ahorradores y acreedores padecen del fen¨®meno de la ilusi¨®n monetaria negativa: escarmentados por la experiencia reciente de haber sido explotados, no se flan ya de las promesas que vienen haciendo los Gobiernos en el sentido de querer velar por la estabilidad monetaria. Y efectivamente, en vista de los cuantiosos d¨¦ficit p¨²blicos, la persistencia del estancamiento econ¨®mico y el cr¨®nico paro laboral ,sin remitir, no est¨¢ fuera de lugar el temer que los Gobiernos vuelvan a intentar fomentar el crecimiento de la econom¨ªa por la v¨ªa inflacionaria (lo cual no har¨ªa m¨¢s que perpetuar la crisis). Este temor ante la inflaci¨®n futura se anticipa ya hoy en los tipos de inter¨¦s en forma de una prima al riesgo para los oferentes de capital. Las quejas sobre los altos tipos de inter¨¦s en Estados Unidos, tan de moda en estos d¨ªas, descuidan este aspecto. Valdr¨ªa m¨¢s estudiar el porqu¨¦ Suiza s¨ª ha podido desvincular sus tipos de inter¨¦s de los norteamericanos.
Pero se interponen tambi¨¦n obst¨¢culos institucionales a una mayor oferta de capital a riesgo, sobre todo en Europa occidental y los pa¨ªses en desarrollo. En estos ¨²ltimos, o no existe un mercado de capital o predomina la represi¨®n financiera, caracterizada por imponer administrativamente topes a los tipos de inter¨¦s pasivos de la banca. En estas condiciones, los ahorros no se canalizan a trav¨¦s del mercado de capital o el sistema crediticio, sino que se atesoran particularmente o se transfieren (ilegalmente) al extranjero.
En Europa occidental, el sistema impositivo generalmente discrimina contra la formaci¨®n de capital: el impuesto sobre la renta grava la parte de los ingresos que se ahorran igual que la parte que se gasta en consumo; la gravaci¨®n de plusval¨ªas artificiales, derivadas de la inflaci¨®n, est¨¢ al orden del d¨ªa; en diversos pa¨ªses, los dividendos de acciones que reparten las empresas a sus socios est¨¢n sujetos a una doble imposici¨®n, con cargo a la compa?¨ªa y a los accionistas, lo cual no sucede con los intereses de las obligaciones; siguen aplic¨¢ndose a las empresas diversos impuestos, independientemente de s¨ª el balance del ejercicio arroja o no un beneficio. Adem¨¢s, la forma de aportaci¨®n de capital patrimonial por parte de los socios o la admisi¨®n de acciones a la contrataci¨®n oficial de la bolsa se rigen por normas bastante restrictivas; ¨¦stas tienden a defender los intereses de las empresas ya establecidas, en detrimento de nuevas y sobre todo peque?as empresas. Bajo estas condiciones, los ahorros se invierten en buena medida en t¨ªtulos de renta fija emitidos por las entidades p¨²blicas.
Dos condiciones
Con el fin de aumentar la oferta de capital a riesgo, habr¨¢n de cumplirse dos condiciones: por un lado, los Gobiernos deben comprometerse a controlar la inflaci¨®n, y cumplir este compromiso escrupulosamente. Esto reducir¨ªa la incertidumbre e incentivar¨ªa el ahorro.
Por otro lado, habr¨¢n de potenciar los mercados de capital, eliminar el trato fiscal preferencial de inversiones financieras, flexibilizar las emisiones directas de acciones y obligaciones industriales y garantizar la libertad de movimientos internacionales de capital. Deber¨ªa pensarse tambi¨¦n en f¨®rmulas para hacer a los trabajadores de una empresa part¨ªcipes del capital social de la misma, a cambio de una moderaci¨®n en la evoluci¨®n de los salarios.
En todo caso, no es probable que se pueda producir a nivel mundial una expansi¨®n de inversiones productivas lo suficientemente fuerte como para superar la crisis, si no aumenta sustancialmente la capacidad de las econom¨ªas de proveer capital a riesgo. Y esta capacidad viene en buena medida determinada por la eficiencia con la que los Gobiernos nacionales aplican su pol¨ªtica econ¨®mica. Criterios de eficiencia son de particular relevancia en aquellos pa¨ªses que quieran atraer capital extranjero (sobre todo inversiones directas privadas) para fomentar su desarrollo econ¨®mico y tecnol¨®gico. Pues la competencia por capital extranjero es muy intensiva, y el mercado no perdona intervenciones administrativas que depriman, incluso inintencionadamente, la rentabilidad esperada de nuevas inversiones. El oferente de capital a riesgo generalmente dispone de numerosas alternativas para elegir.
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