Cultura y cocina se unen en la cafeter¨ªa del Museo del Prado
El restaurante fue abierto hace meses, tras a?os de cierre
Desde hace a?os los visitantes al Museo del Prado han hecho de su cafeter¨ªa un punto de reuni¨®n culinaria y cultural. Ahora, una encuesta italiana se?ala que este restaurante de la primera pinacoteca del pa¨ªs es el mejor de todos los museos del mundo que dan de comer a los visitantes. Los encargados del moderno recinto -inaugurado hace poco, tras varios a?os de cierre- agradecen los elogios, pero no dejan de esforzarse para dar un servicio incluso mejor.
En la cafeter¨ªa del Museo del Prado se puede descansar de ver los cuadros, estudiar los libros que los explican, charlar, tomar una cerveza, leer el peri¨®dico o ligar. Tambi¨¦n, comer bien a precios bastante m¨®dicos: seg¨²n expertos, este comedor es el mejor de todos los museos del mundo.Un reciente art¨ªculo en la revista italiana Panorama hace una valoraci¨®n de las instalaciones hosteleras y de cocina de los principales museos del mundo y afirma que el restaurante del Prado es el mejor de todos. "Numero uno ¨¦ Il Prado", proclama un titular.
Y, en cierto modo, una visita as¨ª lo confirma. Este comensal guard¨® cola para servirse una fresca ensalada de huevos duros con remolacha y mayonesa; sabrosos filetes de merluza con lechuga; sand¨ªa y agua mineral, todo impecablemente presentado. Si el precio de 920 pesetas puede no parecer excesivamente barato a los nativos, para un sueco con coronas o un japon¨¦s con yens es una verdadera ganga.
"Nos encanta el comedor; da un gran valor por el dinero que se paga", afirm¨® Elizabeth Kolmer, una profesora de Historia de St. Louis University, en Estados Unidos, y monja sin h¨¢bito. Su compa?era, Agnes Muller, tambi¨¦n del International Order of Precious Blood, estaba de acuerdo. "Com¨ª pollo asado con patatas fritas, con una salsa muy rica, y todo por 275 pesetas", agreg¨®. .?Eso es menos de dos d¨®lares!". Dos d¨®lares son 300 pesetas.
En otra mesa, unos japoneses, que tienen fama de saber de arroz, remataban con gusto los ¨²ltimos granos de lo que hab¨ªan sido masivos platos de paella.
Cuidado con los detalles
Si los clientes de todo el mundo est¨¢n contentos con este servicio, no es casualidad. Camilo Pena, un en¨¦rgico gallego de 63 a?os y el encargado de la cafeter¨ªa y su plantilla, de 24 personas, afirma que se toman las m¨¢ximas molestias por dar al cliente un variado men¨² de los mejores productos posibles dentro de su presupuesto.
"Siempre debe haber suficiente hielo, las raciones han de ser adecuadas; si un cliente quiere sangr¨ªa, se hace en el momento, no vayan a faltar burbujas", dice Pena. "Y as¨ª, 20 detalles m¨¢s".
Pena, que hab¨ªa trabajado durante 25 a?os en el antiguo Hotel Hilton de Madrid, donde aprendi¨® tres idiomas extranjeros, colabor¨® activamente en el dise?o de la limpia cocina: quiso que la m¨¢s moderna maquinaria colabore en dar un servicio esmerado.
Este af¨¢n tambi¨¦n se nota en las personas que sirven al cliente con cuidado y atenci¨®n, virtudes que Pena reconoce pueden haber faltado en algunos sectores de la hosteler¨ªa espa?ola durante los ¨²ltimos a?os.
?"Qu¨¦ quiere tomar, se?or?", pregunta amablemente una de las se?oras que sirve los platos calientes a los visitantes.
"I'm thinking" (Estoy pensando), contesta con una sonrisa un ingl¨¦s alto, se?alando con el dedo ¨ªndice una sien rubia.
"Piense, piense", le responde con una sonrisa la se?ora. Despu¨¦s de pensar, el ingl¨¦s opta por paella, uno de los platos m¨¢s populares y que se sirve casi todos los d¨ªas. Cuando poco despu¨¦s se termina este t¨ªpico plato hay cierta desilusi¨®n entre unos alemanes que siguen en la cola, que se conforman con una menestra de verduras con buena pinta. Otro turista, por lo visto en r¨¦gimen de adelgazamiento, opta por una comida de cruas¨¢n, sand¨ªa y un refresco de lim¨®n.
En el sencillo y elegante comedor, que abri¨® hace 10 meses tras casi seis a?os de construcci¨®n, caben unas 180 personas. Arriba hay otro comedor de estilo m¨¢s cl¨¢sico, donde unas 60 personas -de congresos o grupos- pueden ser servidas en las propias mesas. En ambas es de agradecer la falta de un hilo musical.
Pena explica que en las temporadas de m¨¢xima afluencia al museo -verano, Semana Santa y Navidades- se sirven m¨¢s de 500 comidas diarias, normalmente a partir del mediod¨ªa, para atenerse m¨¢s al horario extranjero. Otros visitantes toman meriendas, caf¨¦s o refrescos.
Y Pena sospecha que algunos de los clientes acuden al museo m¨¢s para comer que para ver cuadros, especialmente desde que la entrada en los museos es gratuita a los espa?oles: en invierno, la relaci¨®n de comensales a entradas en el mueso fue sensiblemente superior a la de otras ¨¦pocas.
?Qu¨¦ piensan los profesionales de la cafeter¨ªa del Prado sobre su puesto n¨²mero uno?
"Es de agradecer", dice Juan Miguel Cuesta Blanca, un conquense de 33 a?os y jefe de la cocina, donde trabajan otras cuatro personas. "Aqu¨ª, sin ser astros, procuramos sacar la m¨¢xima partida". Y a?ade Pena: "Aqu¨ª no hay m¨¢s n¨²mero uno que el cliente".
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