Las fiestas de la Paloma, en busca de su pasado
"Anta?o los patios de las calles de Calatrava, de la Paloma y de todas las que rodean a la iglesia se engalanaban con guirnaldas y flores de papel, hab¨ªa limonada gratis, organillos y pianos, y las palomas -que no susanas- brujuleaban por las calles despejadas para que bail¨¢semos con ellas". Manuel, el churrero, lo dice mientras acaricia una supuesta cintura de mujer, pegadito a su cuerpo, como si bailara un chotis. Al lado, en la explanada que hay en el cruce de la calle de Calatrava con la calle del ?guila, sobreviene de los coches de choque una m¨²sica de discoteca. Manuel, 49 a?os viviendo junto a la calle de la Paloma, cerca de Las Vistillas, no est¨¢ contento con los tiempos. Chuleta, simp¨¢tico, gato, delforo, piensa que las de entonces eran las mejores fiestas del mundo.
Bajo los 31 grados a la sombra del lunes, por la calle de Calatrava na vegan madrile?os y turistas en lo que parece una prolongaci¨®n, calcomon¨ªa, del Rastro. Es la fiesta. Lo dicen los puestos de sangr¨ªa, de gorras de chulapo -250 pesetas, baratitas-, las volutas de papel que cuelgan de las terrazas. Castizos, de los que van vestidos como se debe a la ocasi¨®n, hay pocos. Alguna ni?a agarrada de la mano de pap¨¢, alguna mujer paseando sus lindezas. La calle est¨¢ a tope. Desde hace cinco a?os, el ayuntamiento socialista est¨¢ intentando recuperar la tradici¨®n de las fiestas. 0, por lo menos, la fiesta. Que los relojes no tienen la costumbre de ir hacia atr¨¢s, a contratiempo. "Por entonces", dice un taxista, 39 a?os en Madrid, "la fiesta era la oportunidad de desahogarse, porque no hab¨ªa dinero para andar todos los d¨ªas en discotecas; por eso se disfrutaban m¨¢s; la querm¨¦s era la oportunidad".A la vera del pasodoble, algunos grupos de personas ensayan el baile. Como Mar¨ªa, una viejecita que dice -dice- tener 69 a?os. Va ataviada a la vieja usanza, con la rosa prendida del pa?uelo que cubre su cabello. "Yo bailo sola", balbucea desde su cara arrugada, "porque soy graciosa, de Madrid, no como las de ahora".
Suicidio
"La cerveza era un lujo", asegura el taxista; "te tomabas cuatro chatos, y a bailar. Tabaco, Ideales y Peninsulares, y el que fumaba Bisontes era capit¨¢n general. Y ligar, no mucho; las mujeres de entonces eran muy recatadas, hab¨ªa que tener mucho respeto. Para eso hab¨ªa las casas de placer, como la de la calle de la Reina. Por diez duros, de lo mejor".A las dos de la tarde, los devotos de la virgen de la Paloma comulgan en la iglesia del mismo nombre. El susurro del cura se debate contra las notas del viejo pasodoble El gato mont¨¦s que se escucha a trav¨¦s de las puertas abiertas del recinto. A las ocho de la tarde, se inici¨® la procesi¨®n, durante la cual la imagen de la Virgen fue paseada en carroza, custodiada por los bomberos.
Algunos mendigos se agitan en las aceras. De pronto corre el rumor entre los vasos de sangr¨ªa: un hombre se acaba de tirar desde el Viaducto. Eran las dos de la tarde. Una persona de entre 60 y 70 a?os, que no portaba documentaci¨®n, muri¨® al caer al suelo desde el viaducto de la calle Bail¨¦n, frente a la plaza de las Vistillas, en el distrito de La Latina. Parece tratarse de un suicidio. El fallecido fue conducido en un coche de la Polic¨ªa Nacional a la cl¨ªnica de La Concepci¨®n, donde ingres¨® cad¨¢ver.
Muchas personas no se entreran del suceso. Llega el reposo porque luego hay baile. Manuel, el churrero, no est¨¢ a gusto con los tiempos. "Los de ahora, sonfulanis (malos). Se me cae la baba pensando lo bellas que eran entonces las verbenas de la Paloma. Ahora no hay ni verg¨¹enza ni linipieza". Pero, por encima de todo, la gente se divierte. Los de antes a?oran. Los de ahora, a lo suyo. Manuel no acepta muy bien eso de que los tiempos cambian.
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