Herbert von Karajan, el viejo maestro
A pesar de sus 75 a?os y una grave operaci¨®n quir¨²rgica, el director de orquesta cumple su viejo compromiso con Salzburgo
Pocas veces la apertura del Festival de Salzburgo (Austria) estuvo rodeado de tanta impaciencia. Se trataba de comprobar si Herbert von Karajan, de 75 a?os, sometido hace tres meses a una delicada operaci¨®n quir¨²rgica, pod¨ªa dirigir a la Filarm¨®nica de Viena en la ¨®pera de Richard Strauss, El caballero de la rosa (v¨¦ase p¨¢gina 17 de este n¨²mero). Su presencia fue acogida con una ovaci¨®n interminable. Karajan, director vitalicio de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, naci¨® en Salzburgo. A los 20 a?os alquil¨® la Mozarteum, de su ciudad, y dirigi¨® su primer concierto profesional.
Cuando, a las 6.07 de la tarde del 26 de julio, tras siete minutos de retraso que terminaron de caldear el ambiente, un hombre de pelo blanco, estatura mediana y andar renqueante compareci¨® en el foso para dirigir a la Filarm¨®nica de Viena en la ¨®pera de Richard Strauss, El caballero de la rosa, la sala retumb¨® en una ovaci¨®n interminable. Cuentan las cr¨®nicas que el p¨²blico, puesto en pie, retras¨® a¨²n m¨¢s el comienzo de la representaci¨®n.Tambi¨¦n cuentan los testigos presenciales que el recipiendario de este tumultuario homenaje, Herbert von Karajan, el director de orquesta que todo lo controla termin¨® emocion¨¢ndose. Los que estaban en las primeras filas dije ron que atac¨® la obertura de la obra porque estaba a punto de llorar. Y lo que pudiera parecer histeria sensiblera ten¨ªa un significado: el que Karajan, el Todopoderoso, der Gott, el Dios, como le llaman sus m¨²sicos de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, estuviera all¨ª, abriendo los festivales de Salzburgo, era casi un milagro.
Tres meses atr¨¢s, a mediados de mayo, Karajan era internado en un sanatorio de Hamburgo para someterse a una peligrosa operaci¨®n en la espina dorsal, la segunda de su vida. La primera, realizada a vida o muerte en febrero de 1976, no hab¨ªa corregido la lesi¨®n de v¨¦rtebras que amenazaba con dejarle imposibilitado permanentemente. Agudizados a?o tras a?o los problemas de la espalda, su estado f¨ªsico se hab¨ªa deteriorado espectacularmente en los ¨²ltimo tiempos. Al ingresar en la cl¨ªnica Karajan hab¨ªa dicho a sus colaboradores: "El 28 de junio estar¨¦ ensayando en Salzburgo".
Naturalmente, no le creyeron, y el Festival de Salburgo, que no quiere correr nunca riesgos innecesarios, apalabr¨® los servicios de Lor¨ªn Maazel y de Wolfgang Sawalisch para cubrir la previsible baja de Karajan.
Pero el 28 de junio, ante la estupefacci¨®n general, Karajan se presentaba en Salzburgo para inicia los ensayos de la ¨®pera. Las malas lenguas refieren que lleg¨® semi escapado del sanatorio, con un cors¨¦ y un collar cl¨ªnicos que cubr¨ªan su tronco y cuello, y que habr¨¢ de llevar al menos durante un a?o, aunque Karajan -genio, figura y coqueter¨ªa hasta la sepultura- se niega, pese a todo riesgo, a comparecer de tal guisa en las funciones
Lo que est¨¢ fuera de objeci¨®n es que este hombre posee una fuerza de voluntad desacostumbrada; el suyo es el triunfo de la mente sobre el cuerpo: tras un mes de trabajo agotador para cualquier mortal, con ensayos de seis horas, pasada la premiere, Karajan se desmayaba en el teatro.
Ahora, en agosto, tiene ante s¨ª otras cuatro representaciones de la ¨®pera de Strauss y tres conciertos, dos de ellos al final de mes, con su orquesta de Berl¨ªn. Esas veladas significar¨¢n el reencuentro de maestro y agrupacion, ya que en estos d¨ªas trabaja a todas horas con la F¨ªlarm¨®nica de V¨ªena. Quiz¨¢ para dar celos a los m¨²sicos alemanes (recu¨¦rdense las tensiones de los ¨²ltimos meses), los vieneses y Karajan parecen revivir actualmente un antiguo love story con mutuas manifestaciones de admiraci¨®n y afecto. Una recient¨ªsima encuesta entre los instrumentistas de la Filarm¨®nica de V¨ªena coloca en una embarazosa situaci¨®n al titular del conjunto, Lorin Maazel, ya que el director preferido por la orquesta es, precisamente Herbert von Karajan.
Der Gott, pues, cabalga de nuevo. Est¨¢ claro: los viejos maestros, como los viejos rockeros, nunca mueren.
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