Wagner, sin coartadas
El golpe de tim¨®n estaba anunciado desde 1981. Ese a?o, Wolfgang Wagner llam¨® a Barenboim y a Pommelle para un Trist¨¢n "po¨¦tico", y garantiz¨® con su direcci¨®n unos Maestros cantores "tradicionales". En 1982 equilibr¨® el Parsifal del todav¨ªa inevitable G?tz Friedrich con la presencia en el foso de James Levine. La intervenci¨®n de Solti con su nuevo Anillo ha supuesto por fin la rectificaci¨®n del rumbo.
Esta complicada trayectoria no supone "un giro de 180 grados, sino un nuevo desarrollo org¨¢nico del trabajo del taller, y con ello, en el fondo, tambi¨¦n la continuaci¨®n de aquella tarea que mi hermano Wieland y yo iniciamos en 195i" afirma Wofgang Wagner.Estas palabras del nieto del compositor pronunciadas en la asamblea general de los Amigos de Bayreuth, no son una larga cambiada. Si los hermanos Wagner tuvieron algo perfectamente claro al reabrir el festival, esa idea o principio motor fue la necesidad de despolitizarlo.
La realizaci¨®n pr¨¢ctica del prop¨®sito produjo el Nuevo Bayreuth (1951-1966) -o "Taller", como gustaban de decir ambos hermanos-, cuya sorprendente est¨¦tica rechaz¨® por ant¨ªtesis el naturalismo y el realismo de la etapa anterior.
Pero lo bello es siempre efimero. El gran elenco del Nuevo Bayreuth fue desapareciendo o envejeciendo sin encontrar sustituci¨®n, y, para colmo de males, en el oto?o de 1966 falleci¨® inesperadamente Wieland Wagner, escen¨®grafo y regista genial.
A partir de entonces y en muy pocos a?os, Bayreuth perdi¨® el control de la situaci¨®n. Otros teatros de ¨®pera -por ejemplo, los de Kassel, Leipzig y el Covent Garden- comenzaron a ofrecer montajes de las obras de Wagner, en especial del Anillo, m¨¢s modernos o comprometidos. Wolfgang Wagner tuvo que leer m¨¢s de una vez la despectiva expresi¨®n de "teatro de provincias" referida al Festsphielhaus de Bayreuth.
El 'Anillo del siglo'
En 1976 apost¨® fuerte a una carta muy problem¨¢tica. ?No se dec¨ªa que el festival estaba en decadencia y que Pierre Boulez, el gran sant¨®n del actual clan musical, jam¨¢s volver¨ªa a dirigir la orquesta de Wolfgang despu¨¦s de haber dirigido la de Wieland (Parsifal, 1966 a 1970). Para pasmo de muchos, Boulez acept¨® la responsabilidad del Anillo conmemorativo del centenario del festival y adem¨¢s se trajo como regista a Patrice Ch¨¦reau, un escandaloso enfant terrible en estado wagneriano virginal.La producci¨®n de Boulez-Ch¨¦reau ha sido exhibida recientemente en Espa?a por RTVE y, obviamente, no voy a comentarla aqu¨ª. Baste ahora con se?alar que el Anillo del siglo, como lo bautiz¨® el chovinismo franc¨¦s, fue hasta 1980 el Anillo de las coartadas. La primera, la de los responsables, que dieron mil y una explicaciones para justificarse ante el torvo ce?o de sus compa?eros de tribu; en resumen vinieron a decir que hab¨ªan acudido a Bayreuth para poner en evidencia c¨®mo una m¨²sica genial, la de Richard Wagner, se revuelve contra el sectarismo de un lamentable y torpe ide¨®logo, tambi¨¦n Richard Wagner, al exhibirse a las claras la profunda contradicci¨®n existente entre m¨²sica e idea.
Otra coartada fue la de los modemos a ultranza, cr¨ªticos, comentaristas y p¨²blico puesto al d¨ªa: aunque la orquesta sonase rota y agria, y aunque la escena apareciese pobre, sucia y barriobajera, ?c¨®mo pod¨ªa ponerse en duda la calidad de la marca Boulez y Ch¨¦reau?.
En fin, un p¨²blico heterog¨¦neo -amiguetes, practicantes sistem¨¢ticos de la progres¨ªa, wagnerianos vergonzantes de izquierda, antiwagnerianos militantes y hasta alg¨²n alma bienintencionada- fue reemplazando a la clientela tradicional, derrotada y en franca huida, para ver y o¨ªr. "este Wagner tan revolucionario'.
Lo malo es que el Anillo del siglo ha tornado a abrir el abismo pol¨ªtico. A la derecha, empujados all¨ª a empellones, quisieran o no, furiosos, mes¨¢ndose los cabellos y rasg¨¢ndose las vestiduras, todos los reaccionarios: nost¨¢lgicos de otros tiempos (pues efectivamente los hay), wagnerianos de siempre, amantes de lo bello musical y, ?ay!, la mayor¨ªa de los wielandianos. A la izquierda, los nuevos iniciados, felices en la autocomplacencia de su inteligencia. Y unos y otros, insult¨¢ndose y a estacazos.
?C¨®mo salir del marasmo? Solti prometi¨® un Anillo fiel a la superestructura wagneriana, es decir, sin coartadas ni gui?os lanzados aqu¨ª o all¨¢, y ha resultado evidente que ya en 1983 lo ha conseguido en gran parte. Solti no es Futw?ngler ni Knappertsbusch, quiz¨¢ ni siquiera Kempe; pero en todo caso estamos en presencia de un gran profesional, experimentado y coherente.
La problem¨¢tica ac¨²stica del Festspielhaus no le ha dado el menor quebradero de cabeza. Al contrario, se ha arriesgado a levantar parte de la pantalla ac¨²stica que cubre el foso y ha conseguido mayor claridad que la habitual en la apreciaci¨®n de matices y timbres, especialmente en las maderas, sin perjuicio de los cantantes.
El maestro h¨²ngaro dirige ahora la Tetralog¨ªa con mayor lirismo y menor violencia que cuando la grab¨® para Decca. Flexible en los tempi, bien articuladas las transiciones, claro en el fraseo sin romper la trabaz¨®n de la orquesta wagneriana, muy rico en el color, Solti expuso ordenadamente El oro del Rin, alcanz¨® gran efusividad l¨ªrica en La walkyria, hizo cre¨ªble ese cuento imposible que es Sigfrido y supo reservarse el impulso necesario para obtener al final lo que muy pocos logran: hacer de El ocaso de los dioses la summa supradimensional del Anillo.
Esta vez las relaciones entre foso y escena han discurrido bien avenidas. El elenco escogido por Solti -con s¨®lo tres supervivientes de la producci¨®n de Boulez: J. Altmeyer (Sieglinde), H. Becht (Alberich) y M. Jung (Siegfried sustituto a ¨²ltima hora de R. Goldberg, quien se raj¨®, dicho no expresivamente, durante los ensayos)- es tan discreto como lo permiten las actuales circunstancias y se ha comportado disciplinadamente.
Unos pocos lunares: HeinzJ¨¹rgen Demitz (Donner), Maldwyn Davies (Froh), Bent Norup (Gunther). y Josephine Barstow (Gutrune). Triunfadores leg¨ªtimos, J. Altmeyer (maravillosa Sieglinde, muy bien dirigida), H. Becht (Alberich), Peter Haege (Mime), B. Fesab?nder (WeItrante) y tambi¨¦n H. Behrens (Br¨¹nnhilde). Sorprendentemente buena la actuaci¨®n de S. Jerusalem (Siegmund) y aceptable la de M. Jung (Loge y Siegfried), a quien hay que agradecer que salvara las representaciones tras la espantada de Goldberg. Decepcionante el Wotan de S. Nimsgern, aunque mejorara la nota como Wanderer.
El director de escena
Peter Hall, el director de escena, se ha movido ecl¨¦cticarnente entre el realismo, el naturalismo y un nuevo ilusionismo teatral alcanzable con refinados medios t¨¦cnicos. Na?f, ingenuo, cuento para mayores, festivales Richard Burton..., ¨¦stas son algunas de las voces descalificadoras; pero recordemos que Wieland Wagner tambi¨¦n cosech¨® hace ya treinta a?os una buena raci¨®n de duros sarcasmos.Lo cierto es que la plataforma m¨®vil dise?ada por William Dudley -una plataforma que se eleva, que desciende, avanza, retrocede, se inclina y hasta gira totalmente sobre un eje horizontal para as¨ª hacer practicable la superficie c¨®ncava o la convexa- es lo m¨¢s atrevido y lo m¨¢s imaginativo que ha conocido hasta el presente el Festspielhaus y ha puesto amarilla de envidia a la inteligencia.
La plataforma sirve de elemento de uni¨®n entre los tres habit¨¢culos del Anillo: el subterr¨¢neo o de los nibelungos, el de la superficie o de los gigantes y humanos, y el de las elevadas cumbres donde moran los dioses. Las escenas m¨ªticas se han beneficiado extraordinariamente con la aplicaci¨®n de este complejo mecanismo, al igual que los realistas han acusado para bien la experiencia shakespeariana del equipo ingl¨¦s.
Un ¨²nico ejemplo de aqu¨¦llos, quiz¨¢ el m¨¢s pasmoso: cuando, en el tercer acto de Sigfrido, Wotan invoca a Erda, la Naturaleza, la plataforma se eleva para descubrir en las entra?as de la tierra a la diosa dormida entre las ra¨ªces del Fresno del Mundo; luego desciende, para formar el escenario del encuentro de Wotan y Siegfried, y finalmente gira 180? a la vista de los at¨®nitos espectadores, para mostrar las "divinas soledades en las soleadas alturas" donde duerme Br¨¹nnhilde.
Muchas cosas habr¨¢n de ser mejoradas todav¨ªa en esta caliente realizaci¨®n, pero ya hay otras muchas perfectamente logradas, como tambi¨¦n, por ejemplo, la expresi¨®n de la rica heterosexualidad de las criaturas wagnerianas, desva¨ªda o incluso desvirtudada en la producci¨®n de Ch¨¦reau.
Aqu¨ª hay de nuevo hombres y mujeres; especialmente ¨¦stas han recibido un tratamiento exquisito: la fr¨¢gil Sieglinde se convertir¨¢ en una roca para defender a la criatura que lleva en su seno; la aguerrida Br¨¹nnhilde acaricia a su padre, Wotan, con infinita ternura cuando lo ve triste y derrotado; en fin, las hijas del Rin ruedan desnudas en torno al oro o cantan graciosamente. su destino a Siegfried como voces femeninas de la naturaleza inocente...
Peter Hall ha dicho que ha querido que su producci¨®n del Anillo, visualmente y en la acci¨®n, sea comprensible para un ni?o. Doy fe de que lo ha conseguido con mi hijo, de 11 a?os, que presenci¨® entusiasmado el segundo ciclo. Aire fresco se llama esta figura, tras la sordidez y la atm¨®sfera viciada de la anterior aventura. De nuevo un Wagner para quienes gustan de Wagner sin coartadas. ?Qu¨¦ regalo!
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