Polic¨ªas y ladrones
Y para terminar, 24 horas en la comisar¨ªa, donde el tir¨®n y cuenta nueva, el picotazo,la expoliaci¨®n y otros sobresaltos callejeros est¨¢n a la orden del d¨ªa en estos momentos
De pronto, por un boquete que hay en la pared del vest¨ªbulo, aparece una cabeza indignada que le grita al guardia: "?Eh, oiga, que me estoy meando, s¨¢queme de aqu¨ª!".Los clientes extranjeros que a esta hora llenan la comisar¨ªa se arremolinan en la cola de las denuncias: "?Ser¨¢ posible? ?Un detenido en este ventanuco? ?Qu¨¦ pide?".
El polic¨ªa acude a la llamada. Abre la puerta sorteando el mostrador de los carn¨¦s de identidad, deja que el muchacho pase al retrete (el mismo para detenidos, p¨²blico y guardias) y luego lo encierra afablemente. Un ingl¨¦s de mediana edad y rostro aberenjenado ha observado la escena sin pesta?ear, y ahora exclama: "?Oh, Dios mio, qu¨¦ original!".
Para estos turistas for¨¢neos la situaci¨®n es inaudita. La comisar¨ªa re¨²ne los encantos es inaudita. La comisar¨ªa re¨²ne los encantos de un patio de vecindad de gente pobre que no lo oculta. Que hace, incluso, demostraci¨®n de su pobreza. La puerta ¨²nica de acceso ten¨ªa dos hojas de cristal, pero hoy s¨®lo conserva una, atada con una soga al muro. El tabique que separa la sala de espera de la inspecci¨®n de guardia es tan enano que en lugar de morir en el techo lo hace antes, de suerte que lo que se habla a un lado se oye perfectamente en el otro. Un mostrador de m¨¢rmol negro, junto al que se formaliza cada caso, sufre dentelladas asombrosas y tuvo que ser atornillado como un f¨¦mur luego de m¨²ltiples fracturas. A un lado se amontonan muebles in¨²tiles: una mesa rota sillas sin patas y una gran caja con una olla a presi¨®n en su interior. Comenta un s¨²bdito alem¨¢n: "?Cree usted que aqu¨ª han entrado tambi¨¦n ladrones? Parece que este cuarto haya sido saqueado".
Qui¨¦n sabe. En estos tiempos que corren del tir¨®n y cuenta nueva nadie se salva, como muy pronto veremos, y hasta en casa del he rrero el cuchillo es de palo.Denuncia en cuatro idiomas
Son las seis de la tarde y el inspector de guardia se dispone a anotar la denuncia n¨²mero 4.242 en lo que va de a?o. Le interrumpe una llamada telef¨®nica: "Se han o¨ªdo tiros en Viajes Meli¨¢, avenida de Palma de Mallorca". Por si acaso, conviene enviar un coche zeta. Un guardia entra con una fotocopia de un parte de Interpol que dice que hay que capturar a Juci Lando porque este individuo pasa cheques falsos. Se asoma el subcomisario por una esquina y dice que se teme que unos vera neantes del barrio de Verdiales corten la carretera de un momento a otro porque "est¨¢n sin agua desde hace tres d¨ªas". Un teut¨®n enorme, con taparrabos, se cuela en la habita ci¨®n y luego de hacer una reverencia pide per n¨²so para ver si su pasaporte ha aparecido Le dieron un picotazo hace una semana. No ha aparecido, y el teut¨®n aprieta los pu?os y escupe una frase como si fuera un salivazo. Con ¨¦l se cruza una pareja uncida por las mu?ecas con los grilletes. El inspector les dice: "?A ver, qu¨¦ hab¨¦is hecho?". El m¨¢s joven, que es vas coespa?ol con acento franc¨¦s, dice que nada. "Pero los polic¨ªas municipales se creen que somos g¨¢nsteres y nos rodearon el coche al qu¨ªlado y nos han tra¨ªdo a punta de pistola". Al cabo de media hora ser¨ªan devueltos a la calle. "?Siguiente!", grita el inspector. Y pasa un chaval de Cuenca ataviado con una camisa de cosaco, esgrimiendo un destornillador de 70 cent¨ªmetros afilado como una navaja de barbero. "?Y esto?", pregunta el inspector. "Es que reparo persianas de apartamentos, por eso lo llevo". Un polic¨ªa a?ade que lo han pillado levantando una persianita. "iBah!", replica el chaval, "yo s¨®lo arreglo por m¨ª cuenta las que est¨¢n mal, de eso vivo ahora". El inspector vuelve al tel¨¦fono. Es alguien que quiere dormir la siesta y le est¨¢n haciendo la pu?eta los del piso de al lado, que tienen perros. "Pues eso es cosa de los municipales, amigo", dice, y cuelga. Entretanto, el joven del destornillador grande argumenta que no es tan gran de y que ¨¦l no es como el destripador de York, a ver qu¨¦ se han cre¨ªdo. Y s¨ª lo lleva afilado es porque as¨ª ha de llevarse. Media hora despu¨¦s ser¨ªa devuelto a la calle, que es de todos, aunque sin el destornillador, "por falta de pruebas y porque no hay antecedentes".
La cola creci¨® r¨¢pidamente. A la se?ora Boswell, de Cheshire (Reino Unido) le quitaron en la discoteca una c¨¢mara Kodak y 7.000 pesetas. Viene en biquini y le tiemblan los pechos. Lleva la exposici¨®n de datos para la denuncia formalizada en el impreso que facilita el cuerpo consular de M¨¢laga, traducido a cuatro idiomas. Aun as¨ª, cuando le toca el turno no se aclara. Y el del calabozo se asoma a mirar ese poco de carne importada. En cambio, a Chantal Naleso, de nacionalidad suiza, le dieron tir¨®n en el restaurante El Gato Viudo, cuando una mujer ped¨ªa limosna y ella se compadeci¨®. Visto y no visto. La suerte que tuvo es que le dicen que su pasaporte ha aparecido, sobado y algo roto, en el ret¨¦n municipal. "Aun as¨ª, pienso volver a Espa?a", dice esta se?ora. Por fin, se forma la manifestaci¨®n del agua, que, seg¨²n el comisario, "tiene muy mala leche", y es preciso detener a 10 veraneantes del barrio de Verdiales por cortar una hora la carretera general. Y la comisar¨ªa se llena de sedientos y vociferantes damnificados. Ser¨¢n enviados al juez, quien los pondr¨¢ en libertad horas m¨¢s tarde. Un polic¨ªa nacional que est¨¢ de puerta se quita la boina, se pasa la mano por el cr¨¢neo y comenta que "hay que dejar pasar el aire porque esto es demasiada empanada mental". Suenan las trompetas en la plaza de Andaluc¨ªa. Los denunciantes rompen filas (sin perder el turno de la cola) y se precipitan a ver si eso que viene es la Legi¨®n. S¨®lo se trata de Jos¨¦ Campos y sus chavales con la cabra equilibrista llamada Margarita. El guardia advierte: "Se?ores, cuidado, que al son de los tambores vuelan los monederos". La malague?a Rosario Garc¨ªa quiere denunciar que le han hecho pur¨¦ el seiscientos a las puertas de Disco-Joy, y un amiguito de ¨¦sta regala a un agente un perro pastor alem¨¢n, que lo acepta. Llegan dos polic¨ªas moralmente deshechos: "?Que qu¨¦ pasa? Pues que esta ma?ana llevamos a un chorizo al juez, que hab¨ªamos pillado robando en un piso, y que es la segunda vez que se le detiene y el juez lo ha soltado, y hemos vuelto en el mismo tren, aunque, claro est¨¢, en distinto vag¨®n". El catedr¨¢tico de instituto Urbano Ferrer, de 34 a?os, entra muy nervioso para denunciar, "si les parece, el robo de mi billetero con 3.000 pesetas y los documentos". Dice: "Lo de menos es el dinero, que no me sobra, sino el hecho de que a todos nos toca la china, y el problema es del Estado y tienen que resolverlo, porque ?qu¨¦ dicen de nosotros en Europa?".Robos dudosos
El propietario ingl¨¦s del bar Freddy's necesita apoyarse en el mostrador de m¨¢rmol: "?A mano armadal ?Lo han hecho a mano armada!", solloza este hombre. "Y me han obligado a entregar el dinero de la recaudaci¨®n, ?y se han llevado el alta fidelidad!'. "Iban", a?ade, "con escopetas de ca?¨®n recortado". El inspector toma buena nota. Sobre una hoja de papel deposita John Philip una porra de hierro, extensible, que dejaron "esos cerdos". Luego le toca el turno a un espa?ol residente en Suiza, Antonio S¨¢nchez, a quien le pidieron fuego al volver de la playa, por el Bajondillo, y "izas!, cuando me di cuenta se hab¨ªan llevado la cadena y la medalla de oro, recuerdo de m¨ª madre". Este hombre se acaricia el cuello y maldice sus zapatillas chinas de goma, porque "si llego a llevar zapatos como Dios manda, y no esta mierda de calzado que se va del pie, les doy alcance y les pongo as¨ª el morro". El inspector levanta los hombros y saca una copia para el seguro, a ver si as¨ª le pagan algo cuando reclame a la compa?¨ªa. "Pero hay casos", comenta la polic¨ªa, de robos muy dudosos, "en los que quien denuncia pretende sacar dinero al seguro y con ese dinero pagarse las vacaciones en Espa?a" Cuando se hace oscuro vienen tres j¨®venes andaluzas, intemperantes y agresivas, por que un agente les retir¨® el carn¨¦ de conducir sus motos: "Conduc¨ªamos en direcci¨®n prohibida unos metros solamente". Aqu¨ª no se les puede dar la raz¨®n. Y una de ellas se vuelve a un guardia y le increpa: "?En vez de pedirnos el carn¨¦ a nosotras, pod¨ªan ir a arreglar el Pa¨ªs Vasco!". Y este guardia calla porque, precisamente, "yo he estado 8 de los 10 a?os que llevo de servicio all¨ª". Todav¨ªa a?ade esto: "Ya ve, la gente no tiene con fianza en nosotros". Pero no hay demasiado tiempo para lamentaciones.
Es medianoche cuando entra Bruno Ventre, de nacionalidad italiana, hecho un basilisco: "?Porca misera!', grita Bruno. "El tir¨®n, 140.000 liras dentro del bolso y todos mis documentos. Miseria, porca miseria..." Se va con su denuncia formalizada y casi se da de bruces con Antonio Gim¨¦nez, un fuer te mozo a quien acaban de robar en plena calle siendo ¨¦l mismo polic¨ªa. "As¨ª, como suena, incre¨ªble, y soy del Cuerpo General con destino en Madrid".
De madrugada cesan los tirones y empiezan los tiros. Mientras una ni?a de 12 a?os espera que sus padres, que viven en las chabolas del puente de los Morenos, vengan dar la cara por ella (fue detenida por vender flores en la v¨ªa p¨²blica y agredir a un polic¨ªa municipal), una mujer que dice llamarse Ana Heredia Santiago, de 22 a?os, con dos criaturas al brazo, pide a los guardias: "D¨¦jenme pasar aqu¨ª la noche, que mi marido s ha peleado conmigo". Logran convencerla y llevarla al Hogar de F¨¢tima, en M¨¢laga:"No hay otro sitio, y si hay suerte", dice el inspector, "ya podemos estar satisfechos".
En la zona de Nogarela hay disparos. Los pueden dar los jefes de seguridad de alg¨²n hotel de lujo, que patrullan con perros polic¨ªa. Entretanto, el coche zeta frena silenciosamente delante de la comisar¨ªa. Desciende un muchacho con los ojos brillantes, las manos temblorosas y esposadas, y entre sollozos cuenta que ¨¦l no pretend¨ªa matar a nadie con la pistola, "que se la he quitado a mi padre, que era guardia civil, se lo juro; pero no le digan nada. No s¨¦ lo que me hago. Por Dios, yo no quer¨ªa darle, s¨®lo era para asustarle al del chiringuito...". Entonces, dos polic¨ªas le tranquilizan a su modo: "Te has metido en una buena, macho; pero no tienes que ponerte as¨ª de nervioso, hombre, son cosas de la vida, todo se aclarar¨¢". La pistola es diminuta, pero iba cargada. Y el muchacho llevaba en el momento de su detenci¨®n unas barras de chocolate de las que pasan los culeros (marihuana aplastada que introducen en el ano), "cantidad suficiente, macho, para pasar ocho meses, ?no?". "?No, no!", protesta ¨¦l desesperadamente. "Al calabozo no". Se abre la puerta, entra y puede leer, ara?ado con las u?as, este r¨®tulo: "Injusticia, juzgado". Por fin viene el padre de la ni?a de las flores a dar la cara, tal vez lo ¨²nico que ese hombre tiene. Y cuando ya se van, con la promesa de volver dentro de pocas horas "para presentarse en el Tribunal de Menores", un portugu¨¦s que dice llamarse Jorge Sousa, de 21 a?os, pide s¨®lo un peque?o favor: que le dejen sentarse en ese escal¨®n, toda la noche, "para que nadie me robe la maleta".
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