Persona non grata
Hace una semana, un equipo de TVE que regresaba de Chile de entrevistar al general Augusto Pinochet comentaba en Buenos Aires c¨®mo el gran dictador s¨®lo autoriz¨® tres preguntas y que, ante la impertinencia de una cuarta, se levant¨® airado y abandon¨® el despacho atropellando el tinglado de los focos. El presidente de la Rep¨²blica de Chile parece cada vez m¨¢s como un orate con galones.El canciller franc¨¦s le tild¨® hace meses de "maldici¨®n para su pueblo"; Rodolfo Seguel, l¨ªder de los obreros chilenos del cobre -democristiano conservador, moderado-, acaba de reputarlo de "dictador absurdo, obcecado y anacr¨®nico", con tal tino intelectual que ha ido a parar de nuevo a la c¨¢rcel. Una piadosa alusi¨®n a su probable demencia, dos meses antes de que ocupara la capital de su pa¨ªs con una desmesurada fuerza operativa y ordenara disparar contra las ventanas generando una matanza, ha motivado que el homicida declarara persona no grata a un enviado especial de EL PAIS.
MART?N PRIETO, Buenos Aires
M.,
El personalismo del gran dictador es la clave de la vida chilena; y, para desgracia del pueblo chileno, el general Pinochet tiene adem¨¢s un ego quebradizo necesitado de continua reafirmaci¨®n. As¨ª, no puede mover a extra?eza que el embajador estadounidense en Santiago haya desmentido con tanta tardanza sus apreciaciones privadas sobre Pinochet ("es un hombre que miente a todos y cree que todos le mienten"), recogidas solventemente por el peri¨®dico. Un periodista puede esperarlo casi todo de la vida, menos una cosa: que un diplom¨¢tico en ejercicio admita un comentario desfavorable para el jefe del Estado ante el que se encuentra acreditado, deslizado de un o¨ªdo amigo. Y menos si el diplom¨¢tico es James Theberge -viejo experto en dictaturas latinoamericanas- y el jefe del Estado aludido es el "loco de la Moneda".
La imagen del rencor
S¨®lo cabr¨ªa reprocharle al embajador Theberge un exceso de celo profesional al poner en duda ante la Prensa internacional la seriedad de un peri¨®dico que se ha molestado en publicar los nombres y direcciones de los menores de edad o amas de casa asesinados el 11 de agosto en Santiago y para quienes el diplom¨¢tico no ha tenido una palabra de piedad.
Pero el trato con el gran dictador exige estos y otros sacrificios. No es un capricho de la oposici¨®n su insistencia en la renuncia del general Pinochet. La Democracia Cristiana chilena, exageradamente posib¨ªlista, pactar¨ªa con el demonio la restituci¨®n de la democracia en su pa¨ªs, si el demonio estuviera en sus cabales, pero este no es el caso. El general de aviaci¨®n (retirado) Gustavo Leigh, triunviro del golpe de hace 10 a?os, declara a los periodistas que le citan que volver¨ªa a, bombardear la Moneda una y mil veces, pero que abomina del general Pinochet, que ha destruido algo m¨¢s que un hermoso palacio colonia?. Su sustituto al frente de la fuerza a¨¦rea, el general Matthei, se ha negado a que sus tropas participen en otra demencial ocupaci¨®n de Santiago como la de agosto. Esto es lo que opinan los aviadores en un pa¨ªs en el que, hace ahora 10 a?os, los detenidos rezaban para ser interrogados por el ej¨¦rcito o la marina ante el fanatismo cruel de la aviaci¨®n.
El mayor fascista de los generales chilenos sustituir¨ªa para bien a Pinochet y establecer¨ªa un calendario de libertad con la oposici¨®n, m¨¢s o menos largo, pleg¨¢ndose a la historia, a la terquedad de la econom¨ªa, al sentido com¨²n, a la l¨®gica, a la voz de los barrios burgueses de Santiago. Pinochet es otra cosa, habla constantemente de su destino y manifiesta constantemente su odio hacia la izquirda; no s¨®lo quiere derrotar a sus enemigos, se complace en causarles dolor. Videla, Galtieri, Stroessner, toda la laya de los espadones del Cono Sur, son aspirantes a C¨¦sar Borgia, ah¨ªtos de sangre, pero p¨ªcaros, corruptos, ambiciosos, en una dimensi¨®n siempre humana que admite cierta comprensi¨®n. Pinochet no pertenece a esa raza de hombres; es la imagen del rencor, hacia los dem¨¢s y hacia s¨ª mismo, en estado puro.
Quince horas con la polic¨ªa
Y, ante este horizonte, las peripecias de una persona no grata en el aeropuerto internacional Comodoro Arturo Merino, de Santiago, son desde?ables. Por m¨¢s que 15 horas compartidas con la polic¨ªa pol¨ªtica chilena aporten materiales para un libreto tragic¨®mico: la sorpresa al advertir por el pasaporte que el periodista hab¨ªa entrado legalmente en el pa¨ªs despu¨¦s de la prohibici¨®n; la estupefacci¨®n al comprobar que las computadoras de froritera le buscaban por la "P" de su segundo apellido, en el entendimiento de que Mart¨ªn era un nombre; la vigilancia correcta pero constante y hosca; las preguntas de siempre, sin respuesta ("?Qu¨¦ ha hecho usted contra Chile para que le proh¨ªban la entrada)"?; el empe?o en expulsar al periodista hacia Nueva York o, como concesi¨®n, hacia Montevideo, antes que regresarle a su lugar de origen; y el telefonazo posterior de un polic¨ªa a Santigo, detallando sus dalos, el cansancio, la suciedad, el sue?o...
M¨¢s de 15 horas despu¨¦s de su arribo, dos miembros de la Polic¨ªa de Investigaciones chilena y personal de tierra de Iberia acompa?an a la persona no grata hasta las escalerillas del jumbo Tirso de Molina, que acaba de tomar tierra. A¨²n faltan tres cuartos de hora para que embarque el pasaje, y la tripulaci¨®n reconforta al periodista hasta las l¨¢grimas y hasta el rubor por lo mezquino de su aventura junto a las verdaderas odiseas de sus amigos chilenos.
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