El tercero en discordia
LA CRISIS del PCE es una interminable caja de sorpresas. La ¨²ltima novedad, la dimisi¨®n de Ignacio Gallego como miembro del Comit¨¦ Ejecutivo y del Comit¨¦ Central, puede ser interpretada como la espectacular salida a la palestra de un tercero en discordia resuelto a disputar a Gerardo Iglesias y a Santiago Carrillo la primogenitura de la familia comunista.Al comienzo de la transici¨®n, las expectativas de unos resultados electorales qu¨¦ reflejaran parlamentariamente el sostenido esfuerzo de lucha del PCE en la clandestinidad mantuvieron en suspenso los conflictos ya incoados dentro de la organizaci¨®n. Cuando los comicios de 1977 y 1979 mostraron el car¨¢cter irremediablemente minoritario de la opci¨®n comunista, algunos dirigentes del PCE -encabezados por Santiago Carrillo- trataron de resolver la contradicci¨®n existente entre un anquilosado cuerpo de doctrina, acu?ado durante las d¨¦cadas de los veinte y los treinta, y las demandas, preferencias y sentimientos de la sociedad espa?ola contempor¨¢nea. El rechazo de algunos principios de la III, Internacional -la dictadura del proletariado, el marxismo-leninismo, el internacionalismo proletario, el papel dirigente de la Uni¨®n Sovi¨¦tica- trat¨® de ahorrar a los electores espa?oles las ruedas de molino de m¨¢s dificil digesti¨®n. Pero la retirada de esos viejos cimientos, al no ser sustituidos por otros nuevos, s¨®lo consigui¨® que se tambaleara el edificio entero.
De un lado, los comunistas de estricta obediencia consideraron traicionadas las creencias tradicionales que les hab¨ªan ayudado a sobrevivir durante su largo calvario de c¨¢rceles, exilios y persecuciones. La multiplicaci¨®n de sectas marxistas-leninistas de obediencia sovi¨¦tica -entre otras, la dirigida por Enrique L¨ªster- fue la respuesta organizativa a esa desilusi¨®n generalizada; la secesi¨®n del PSUC del grupo titulado Partido de los Comunistas Catalanes represent¨® la manifestaci¨®n m¨¢s espectacular de ese regreso a los or¨ªgenes. De otro lado, los llamados renovadores, derrotados en el 102 Congreso y expulsados en el oto?o de 1981, exigieron sin ¨¦xito que se extrajesen las conclusiones l¨®gicas de las nuevas premisas eurocomunistas que la direcci¨®n oficial del PCE trataba de administrar en provecho propio.
Se produjo, despu¨¦s, la hecatombe electoral del 28 de octubre de 1982, que rubric¨® el fracaso de Santiago Carrillo, pese a sus indudables cualidades como profesional de la pol¨ªtica y a su valiosa contribuci¨®n a la consolidaci¨®n de la Monarqu¨ªa parlamentaria. Su dimisi¨®n de la secretar¨ªa general del PCE, movimiento t¨¢ctico obligado por el peso de la derrota electoral, y la designaci¨®n de Gerardo Iglesias como su tutelado heredero acab¨® en un nuevo fiasco. El nuevo secretario general, antiguo minero y hombre de confianza de Carrillo durante a?os, rechaz¨® la subalterna posici¨®n a que le condenaba la, teor¨ªa de la bicefalia,. resolvi¨® ejercer por cuenta propia su reci¨¦n estrenado cargo y asumi¨® con audacia sus dif¨ªciles funciones. La relativa recuperaci¨®n del PCE en las elecciones locales de mayo de 1983 parec¨ªa confirmar el acierto de su gesti¨®n.
La contraofensiva de Santiago Carrillo no se hizo esperar y se despleg¨® sorprendentemente desde el flanco izquierdo. De esta forma, el hombre que se concert¨® con UCD para hacer la garra de tenaza contra el PSOE durante la primera legislatura, que promovi¨® los pactos de la Moncloa, que se pronunci¨® a favor de los acuerdos militares con Estados Unidos, que critic¨® ferozmente a la Uni¨®n Sovi¨¦tica y que preconiz¨® las virtudes de un Gobierno de concentraci¨®n que incluyera ministros comunistas y de Alianza Popular, se erigi¨®, desde el momento mismo en que Felipe Gonz¨¢lez ocup¨® la presidencia del Gobierno y Gerardo Iglesias mostr¨® su independencia como nuevo secretario general del PCE, en el te¨®rico de un brusco basculamiento a babor que inclu¨ªa el ataque frontal contra los socialistas y el reverdecimiento d¨¦ los viejos amores por la pol¨ªtica exterior de Mosc¨².
Sin embargo, la salida a escena del cauto Ignacio Gallego, un l¨ªder de la vieja guardia comunista, con lazos muy estrechos con los comunistas franceses y con los dirigentes sovi¨¦ticos, puede frustrar la. estrategia de Santiago Carrillo de movilizar en torno suyo a los partidarios de un dr¨¢stico endurecimiento del PCE frente al Gobierno socialista y del alineamiento con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La larga misiva de Ignacio Gallego al Comit¨¦ Ejecutivo del PCE, en la que resuenan las viejas voces familiares de la III Internacional staliniana, significa, a la vez, la ruptura en el presente con Gerardo Iglesias y con los eurorrenovadores y la denuncia en el pasado de Santiago Carrillo y de los eurocomunistas. De un lado, "un conjunto de personas elevadas a la direcci¨®n del partido por Santiago Carrillo, apenas se han visto con los resortes del poder en las manos se han alzado con el santo y la limosna". De otro, "Santiago Carrillo, indignado por la deslealtad de quienes cre¨ªa sus fieles, no acepta el papel de segund¨®n en el que ¨¦stos pretenden confiarle". Pero unos y otros merecen parecida condena. Mientras el eurocomunismo carrillista "ha producido un gran da?o" y su fracaso "es patente", el ¨¦xito del "proyecto eurorrenovador" de Gerardo Iglesias significar¨ªa "la liquidaci¨®n del PCE". Frente a los intentos de "personalizar la discusi¨®n, colocando a los comunistas ante un falso dilema: o estar con Iglesias o estar con Carrillo", Ignacio Gallego condena "el culto a la personalidad" y alza su propia bandera.
El documento constituye, as¨ª, una fervorosa proclama en pro de las viejas concepciones bolcheviques, que fueron, durante m¨¢s de medio siglo, las se?as de identidad d¨¦ los comunistas espa?oles. Ignacio Gallego ratifica su "identificaci¨®n con los principios del marxismo-leninismo y del intemacionalismo proletario", indeclinables para "el partido de vanguardia de la clase obrera", y cuyo olvido "conduce invitablemente a la confusi¨®n, al practicismo y, en defintiva, al reformismo envuelto en uno u otro ropaje". Gallego argumenta que el abandono del leninismo ("los nombres y la obra de Marx y Lenin son inseparables"), la marginaci¨®n de la vieja guardia ("uno de los errores m¨¢s graves que hemos cometido"), los pactos de la Moncloa y las barbaridades propagadas contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica no s¨®lo no aumentaron la influencia del PCE, sino que lo llevaron al fracaso electoral y a la p¨¦rdida de dos tercios de militantes. Pero la funci¨®n ¨²ltima del mensaje es servir de llamamiento a un '"congreso de clarificaci¨®n ideol¨®gica y de unidad de los comunistas" que recupere para la militancia a quienes abandonaron el PCE, reimplante el "centralismo democr¨¢tico", apruebe "un programa revolucionario" y restableza "los principios te¨®ricos, pol¨ªticos y organizativos" que -"basta conocer el abec¨¦ del marxismo"- dan "coherencia y unidad" al Partido Comunista de Espa?a. De esta forma, Ignacio Gallego presenta formalmente su candidatura a m¨¢ximo dirigente de un nuevo partido comunista -el verdadero- en el que confluyeran los grusp¨²sculos marxistas-leninistas hoy desperdigados y los militantes del PCE que, desenga?ados tanto de Carrillo como de Iglesias, a?oren las viejas certezas doctrinales y echen de menos la figura protectora de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. No es f¨¢cil saber a qui¨¦n perjudicar¨¢ m¨¢s, dentro de la familia comunista, la aparici¨®n de este tercero en discordia, pero es seguro que la divisi¨®n interna del PCE aliviar¨¢ al PSOE de la presi¨®n que desde la izquierda se realiza contra la pol¨ªtica del Gobierno en terrenos tan sensibles como la reconversi¨®n industrial, el movimiento por la paz, el desempleo y las libertades p¨²blicas.
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