Cuando todos toman demasiado en serio a una isla
Cuando un pa¨ªs real comienza a parecerse a una novela de Graham Greene ha llegado el momento de plantear preguntas fundamentales sobre lo que ha salido mal. Est¨¢ claro que el grupo de j¨®venes de ambos sexos que rodeaban a Maurice Bishop, el asesinado primer ministro de Granada, se mov¨ªan en aguas demasiado profundas desde el punto de vista pol¨ªtico.Granada es una de las islas m¨¢s peque?as del Caribe. No es un insulto afirmar que, posiblemente, es incapaz de producir una clase pol¨ªtica que supere el nivel parroquial o provinciano. Sin embargo, ah¨ª estaban, con un ministerio de Asuntos Exteriores, embajadas rivlales,y constructores cubanos en el aeropuerto. Cortejados por Mosc¨², denunciados por Washington y visitados por un rastro regular de corresponsales de Prensa, se les hizo creer que eran muy importantes.
De repente se les dijo que ten¨ªan importancia estrat¨¦gica por su situaci¨®n entre rutas petroleras vitales, que las tropas cubanas podr¨ªan utilizar la isla como escala para repostar en el caso en que decidieran un d¨ªa ir a luchar por la buena causa en una guerra racial en Sur¨¢frica.
Aprendieron que pod¨ªan jugar a pedir ayuda. De ni?o, Maurice Bishop hab¨ªa o¨ªdo decir a su padre, propietario de un hotel, que lo que se necesitaba era un aeropuerto adecuado. Era una muletila familiar en la isla. Y as¨ª, cuando el Banco Mundial se retir¨® del proyecto, largo tiempo planeado, para construir una gran autopista destinada a facilitar el alojamiento de turistas norteamericanos, se trajo a los cubanos (ir¨®nicamente, ¨¦stos subcontrataron una gran parte del trabajo a una empresa norteamericana).
Cuando los brit¨¢nicos y los norteamericanos dejaron de facilitar ayuda para castigar a Granada por asociarse a los cubanos, Bishop acudi¨® a los canadienses, los holandeses y los escandinavos, a quienes les gusta mostrar que existen los occidentales no imperialistas. Todo esto era demasiado para un grupo procedente de una peque?a isla, j¨®venes, relativamente bien educados y que, m¨¢s bien de segunda mano, hab¨ªan experimentado la pol¨ªtica del poder negro en Londres en la violenta d¨¦cada de los sesenta.
Los tiros disparados la semana pasada en Granada poco ten¨ªan que ver con los que sonaron en la universidad norteamericana de Kent hace casi una d¨¦cada y media, cuando los nerviosos guardias nacionales perdieron la serenidad con las estudiantes que se manifestaban contra la guerra. Lo que empez¨® de forma inocente como protesta degener¨® en una lucha a vida o muerte.
Enderezar un entuerto
La diferencia es, naturalmente, que una sociedad democr¨¢tica madura tiene- un modo de enfrentarse a tales excesos. En EE UU hab¨ªa debates del Congreso, investigaciones legales y, de los medios de comunicaci¨®n, m¨¦todos de compensaci¨®n financiera, una proliferaci¨®n de v¨¢lvulas de seguridad que trabajaban para enderezar un entuerto.En la Granada revolucionaria s¨®lo hab¨ªa este grupo de hombres y mujeres j¨®venes. Cuando empezaron a disputarse el reparto del poder, no hab¨ªa nadie que hiciera el papel de ¨¢rbitro, nadie que les desafiara. Sobre todo, tal vez, no ten¨ªan a nadie que les dijera que se estaban tomando a s¨ª mismos demasiado en serio.
Hace,un a?o estuve en Granada, sinti¨¦ndome un poco culpable de incrementar la discordancia de intereses asim¨¦tricos en el destino de la isla. Con todo, una cosa estaba clara: a la gente le gustaba Bishop, en general, y sent¨ªa que su pol¨ªtica econ¨®mica, que era b¨¢sicamente socialdem¨®crata, era buena y sensata, a pesar de su ret¨®rica marxista. Lo mismo pensaba el Banco Mundial en su informe de 1982 sobre la econom¨ªa.
Volver a la democracia
Sin embargo, exist¨ªa un impulso, ampliamente extendido y profundamente sentido, de volver a la democracia, de ser como las islas hermanas de habla inglesa del Caribe, con sus tradiciones antiguas y compartidas de valores occidentales, comportamiento tolerante e instituciones democr¨¢ticas. Bishop y sus allegados -como el ministro de Exteriores, Unison Whiteman, tambi¨¦n asesinado- estaban tratando de alg¨²n modo de hacer reconsiderar a los otros miembros del grupo dirigente su oposici¨®n a las elecciones. Por lo visto, no lo consiguieron. La lucha se declar¨® abiertamente. La revoluci¨®n devor¨® a sus hijos.S¨ª, habla sucedido antes. Lo triste esta vez es que parec¨ªa tan innecesario, tan. en discordancia con las actitudes que prevalecen en esta parte del mundo. Y ahora la situaci¨®n parece peor que nunca con la peque?a Granada en peligro de convertirse en el foco de atenci¨®n de las superpotencias en lugar de serle permitido desvanecerse en la oscuridad, mientras su poblaci¨®n trabaja para ordenar su casa.
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