Italia, el pa¨ªs 'paralelo'
Italia no posee ¨²nicamente una econom¨ªa sumergida m¨¢s importante que la que dudosamente flota. Es todo un pueblo convertido en un iceberg del que tan s¨®lo emerge una caperuza que es el pa¨ªs oficial.No ser¨ªan imaginables en otro lugar unas elecciones municipales en las que el partido que preside el Gobierno obtuviera un 10%. de sufragios, y constituyeran un espaldarazo a su pol¨ªtica. La acrob¨¢tica coalici¨®n gubernamental presidida por el socialista Bettino Craxi ha redondeado modestamente hasta los dos guarismos su cota electoral, y hoy tenemos m¨¢s Craxi que ayer pero, quiz¨¢, menos que ma?ana.
Lo que ocurre es que el Gobierno, presidido por un minoritario que coordina pero no puede gobernar, es la expresi¨®n de un equilibrio, no de un mandato; y ese equilibrio se acomoda bien a que nada sea lo que nominalmente est¨¢ llamado a ser Italia es un pa¨ªs paralelo que consigue que, habiendo enfermo, el remedio no sea peor que la enfermedad. Hay que resistir a la tentaci¨®n de aplicar el anatema de Ortega contra la Espa?a invertebrada. No es que los italianos carezcan de elite y la calidad est¨¦ en la base. Es que la base tiene tanta cabeza que sus representantes expresan algo diferente a aquello para lo que te¨®ricamente han sido sancionados.
Si la econom¨ªa anda mal, la econom¨ªa se sumerge; pero no ¨²nicamente para la chapuza y el apa?o, sino para exportar al mundo entero desde artesan¨ªa hasta mano de obra especializada; si la democracia cristiana se exten¨²a de gobernar y las formas exigen un recambio, la. DC se sumerge reteniendo lo que le interesa: la Confindustria, la RAI, y la estabilidad mafiosa del mezzogiorno, si el famoso factor K impide que el partido comunista llegue al poder, el PCI se sumerge para ensayar de comuna para abajo lo que no le consienten de regi¨®n para arriba; si la RAI se convierte en una carcasa no representativa, centenares de minitelevisiones privadas llenan en la vida local el vac¨ªo que deja el monstruo sumergido. Por cada gesto oficial hay una decisi¨®n operativa m¨¢s abajo para que las cosas funcionen. As¨ª ya se puede.
Por eso, cuando Berlinguer, aconchabado con un cat¨®lico peligroso llamado Aldo Moro,concibi¨® el compromiso hist¨®rico. el peor revisionismo del hecho italiano trataba de abrirse paso. Es posible que el asesinato de Moro, perpetrado por las Brigadas Rojas, pretendiera impedir que el partido comunista se legitimara por el poder, pero, en cualquier caso, los terroristas obedec¨ªan a consignas metahist¨®ricas que les desbordaban. Italia no pod¨ªa dejar de ser un pa¨ªs paralelo.
A¨²n vale a fines del siglo XX la jaculatoria de Cavoitir: Italia far¨¢ da se. In¨²til presentarse sin recomendaciones.
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