Las falacias del cine espa?ol
JOS? DEL VILLAR, RAM?N P?REZ BORD? Y ANTONIO RECODEREn la pol¨ªtica cinematogr¨¢fica desarrollada en Espa?a durante los ¨²ltimos 40 a?os, los presupuestos culturales -el factor cine-cultura- han preponderado notoriamente sobre lo que deber¨ªan haber, sido la realidad cinematogr¨¢fica espa?ola: un espect¨¢culo producido por una industria nacional racionalmente estructurada. Este enfoque, hasta ahora inalterado, no constituye un error, sino una constante falacia fomentada por el sector de la producci¨®n cinematogr¨¢fica con el fin de acceder m¨¢s f¨¢cilmente al dinero del Estado, siempre m¨¢s receptivo hacia los valores culturales, como proyecci¨®n de su propia imagen, que a los problemas econ¨®micos de la peque?a empresa, en este campo concreto representada por m¨¢s de 1.000 productoras censadas en un registro especial en el Ministerio de Cultura.Estas peque?as empresas que, salvo media docena de excepciones, no mantienen -una actividad industrial continuada y que carecen de una plantilla fija de trabajadores, disfrazan sus objetivos econ¨®micos, leg¨ªtimos, por otra parte, con ropajes culturales, con el objeto de mejor pedir -y aun exigir- al Estado una protecci¨®n. econ¨®mica y la imposici¨®n de sus pel¨ªculas en un mercado que denuncian estar manipulado por distribuidores y exhibidores, a quienes juzgan, frecuentemente, responsables de la deserci¨®n del espectador a ver su cine.
El Estado, aceptando las reivindicaciones culturalistas de los productores, ha venido otorg¨¢ndoles un proteccionismo excepcional y ¨²nico dentro de la actividad industrial de nuestro pa¨ªs: subvenci¨®n econ¨®mica, explotaci¨®n obligada de sus pel¨ªculas y contribuci¨®n de las extranjeras a dicha subvenci¨®n, todo a fondo perdido. Tales medidas se vienen aplicando, desde los a?os cuarenta, con distintos matices y grados de radicalizaci¨®n, sin haber solucionado hasta ahora ninguno de los Problemas cr¨®nicos del cine espa?ol: falta de calidad competitiva, tanto a nivel nacional como internacional, en el 95% de las pel¨ªculas; su incapacidad de conquista en los mercados interior y exterior; la carencia de una plena aceptaci¨®n por parte de su p¨²blico natural, como han logrado en Europa el cine franc¨¦s, el cine italiano y el cine brit¨¢nico.
Existe actualmente un nuevo proyecto para la protecci¨®n de la cinematograf¨ªa espa?ola (solamente referido a las empresas de producci¨®n, con olvido de las de distribuci¨®n y exhibici¨®n cinematogr¨¢fica, como ya es habitual), redactado por el Ministerio de Cultura, en el que se propone, adem¨¢s de una generosa, amplia y dirigista financiaci¨®n estatal de las pel¨ªculas espa?olas, radicalizar al m¨¢ximo las medidas proteccionistas tradicionales: imposibilitar el doblaje e imponer al espectador el visionado de tales pel¨ªculas con independencia de su comercialidad; se persigue institucionalizar la lengua espa?ola -patrimonio de todos- en monopolio cultural de unos pocos, limitando severamente el derecho del espectador a contemplar el espect¨¢culo cinematogr¨¢fico en su propio idioma, a diferencia de lo que ocurre en Francia, en Italia o en Alemania; se intenta, en nombre de unos valores culturales supuestamente prioritarios, coartar los intereses econ¨®micos leg¨ªtimos, de libre mercado, de exhibidores y distribuidores, para fomentar los de unas empresas de producci¨®n mayoritariamente inestables, descapitalizadas y sin esp¨ªritu competitivo, cuyo aventurerismo s¨®lo es posible dentro de un mercado enrarecido por la profusi¨®n de medidas intervencionistas err¨®neas y desfasadas.
Frecuentemente se alega que los males cr¨®nicos del cine espa?ol provienen del cine extranjero, cuya presencia masiva -y doblada- en el mercado interior ha impedido hist¨®ricamente su desarrollo. Tales alegaciones carecen de fundamento. En cuanto a las pel¨ªculas extranjeras anualmente importadas y dobladas, los n¨²meros de los mercados franc¨¦s, italiano y alem¨¢n tienen la l¨®gica coincidencia con los del espa?ol: una importaci¨®n de 325 pel¨ªculas de promedio. En cuanto a la competencia desleal que para la pel¨ªcula espa?ola representa la extranjera doblada, cabe se?alar que ni el doblaje ha impedido el desarrollo de una industria cinematogr¨¢fica robusta en Italia y Francia ni la explotaci¨®n de la pel¨ªcula extranjera en versi¨®n original subtitulada ha posibilitado la creaci¨®n de una producci¨®n nacional contabilizable en los pa¨ªses suramericanos, en donde no se dobla.
Presi¨®n de las multinacionales
En un segundo alegato, tan reiterado como inconsciente, se afirma que ni distribuidores ni exhibidores tienen inter¨¦s en el cine espa?ol, repetidamente marginado por la presi¨®n de las multinacionales. Sabido es que el sector cinematogr¨¢fico lo integran, b¨¢sica mente, tres ramas (producci¨®n, distribuci¨®n y exhibici¨®n), que desarrollan misiones concretas: confecci¨®n de un producto, comer cializaci¨®n del mismo y su explotaci¨®n a trav¨¦s de la exhibici¨®n. As¨ª, dentro de este concierto, la misi¨®n del distribuidor consiste, esencial mente, en coordinar la oferta del productor con la demanda del es pectador, expresada a trav¨¦s de su aceptaci¨®n de la programaci¨®n del exhibidor. Consecuentemente, en t¨¦rminos estrictamente comerciales, toda pel¨ªcula adecuada a la de manda del espectador es v¨¢lida, tanto para el distribuidor como para el exhibidor, independiente mente de su origen. Desde esta perspectiva, ambos tienen definido inter¨¦s en las pel¨ªculas espa?olas aceptadas por su p¨²blico natural. Sin embargo, cuando el espectador establece su rechazo, los esfuerzos conjuntos del distribuidor y el exhibidor no pueden rentablemente superarlo. En tales casos, la obligatoriedad de la cuota de pantalla -es decir, la obligaci¨®n de cubrir un espacio de la misma con cine espa?ol- s¨®lo consigue la permanencia en cartelera de una pel¨ªcula sin espectadores, lo que redunda en grave detrimento de los intereses leg¨ªtimos de la empresa de exhibici¨®n afectada. El cine espa?ol debe ser exhibido como una atracci¨®n, no como una imposici¨®n; como una industria nacional a nivel interna cional, no como una cultura local subvencionada; como una oferta deseada, no como un espect¨¢culo obligado.Obviamente, las nuevas medidas proteccionistas propuestas por el Ministerio. de Cultura constituyen motivo de grave preocupaci¨®n por parte de las ramas de exhibici¨®n y distribuci¨®n, de los estudios de doblaje y de otras industrias auxiliares, merecen adem¨¢s la cr¨ªtica objetiva de amplios colectivos del propio sector de la producci¨®n, que critican tanto el dirigismo de la protecci¨®n econ¨®mica como su elitismo intr¨ªnseco. S¨®lo un grupo minoritario productores, que se arroga la presentaci¨®n del cine de calidad de premios y festivales, apoya plenamente el proyecto.
Esp¨ªritu de concertaci¨®n
Finalmente, unos breves apuntes sobre el procedimiento segui, en su elaboraci¨®n. Tras un intento fallido de promulgar por sorpresa las nuevas medidas elaboradas desde cen¨¢culos impermeables y secretivos, el Ministerio de Cultura se vio forzado a cumplir el mandato legal que impone previa consulta con las asociaciones profesionales para que el Gobierno pueda alterar las cuotas de pantalla y distribuci¨®n. Teniendo en cuenta que las cuotas reguladas por la ley 3/1980 hab¨ªa sido, b¨¢sicamente, consensuadas por la totalidad del sector a partir del Congreso Democr¨¢tico del Cine Espa?ol (1978), y por documento suscrito el 31 de julio de 1979, cab¨ªa esperar que el Ministerio de Cultura ser¨ªa congruente con el esp¨ªritu de concertaci¨®n y de autoadministraci¨®n enunciado en el programa cultural del PSOE para regular la industria cinematogr¨¢fica.Desgraciadamente, no ha sido as¨ª. Independientemente de la aprobaci¨®n del controvertido proyecto (rechazado primero por la Comisi¨®n de Subsecretarios, que consider¨® que conten¨ªa errores t¨¦cnicos de laboriosa subsanaci¨®n y por el Consejo de Estado despu¨¦s, por no haber fundamentado su necesidad), ha tenido ya un primer efecto distorsionante: provocar la beligerancia tanto en el mercado nacional como en el internacional. Cabe esperar que instancias superiores apaguen fuego in¨²tiles.
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