Visi¨®n del sexo en Pablo Picasso
La obra de Pablo Picasso es inagotable y la consideraci¨®n que su obra merece alcanza todas las dimensiones y acepta las interpretaciones m¨¢s diversas. Su desaparici¨®n, hace diez a?os, no hizo sino acrecentar el inter¨¦s por su figura gigantesca y por su vitalidad. En este art¨ªculo se analiza una de las facetas del pintor que m¨¢s se relacion¨® con esa vitalidad de su car¨¢cter de creador: la pintura del sexo, los dise?os del amor.
Mucho se ha escrito en estos ¨²ltimos a?os despu¨¦s de la muerte de Picasso y tambi¨¦n durante su vida, en plena creaci¨®n, yendo los unos hasta la exaltaci¨®n de su obra en grado sumo y los menos afectos a ella pareci¨¦ndoles contradictoria. En su trabajo, tan continuo como denso, pas¨® del clasicismo y tradicionalismo de sus primeros a?os al surrealismo y cubismo, d¨¢ndole mayor primac¨ªa a la invenci¨®n que a la calidad art¨ªstica.Sus aventuras pict¨®ricas modernistas y cl¨¢sicas han sido estudiadas y criticadas hasta la saciedad, y no pretendo entrar en terreno ajeno para minimizar a Picasso con mi falta de preparaci¨®n art¨ªstica. Pero s¨ª como m¨¦dico y humanista he sentido muchas veces la tentaci¨®n de adentrarme en la vitalidad apasionada de este genio, casi centenario, que ha manejado el arte conjunt¨¢ndolo con la pasi¨®n y la ternura; la miseria del desvalido con el ataque agresor; el amor con la lujuria; el gozo con la maternidad, y, en fin, el sexo, pasando por el s¨¢dico y el libidinoso.
Ninguna faceta del sexo dej¨® de plasmar Picasso en su obra. Y aunque ¨¦l afirma duramente "Yo soy un eterno pintor de la mujer, y para m¨ª la mujer es una m¨¢quina de sufrir", fue la mujer y la pareja las constantes m¨¢s acusadas de la pintura picassiana, sin siquiera tener en cuenta la primac¨ªa del sexo seg¨²n la edad, pues igualmente desborda la pasi¨®n y la ternura en los j¨®venes que la pasi¨®n y aviesa lascivia en los viejos.
Tanto si el sexo es biolog¨ªa pura como si es resultante de la combinaci¨®n de factores pluridimensionales, ya sean m¨¦dicos, ps¨ªquicos o sociales, hemos de resaltar la relaci¨®n madre-hijo, tan prodigada a lo largo de la pintura picassiana. (No sabemos si el peque?o Pablo fue criado con lactancia natural, pero s¨ª dej¨® grandes muestras de amor por su madre desde los primeros a?os, pudiendo ser considerada esta inicial inclinaci¨®n como el primer factor freudiano del artista.)
Dibujos anat¨®micos
En la espontaneidad de sus dibujos infantiles se observa una proyecci¨®n biol¨®gica y humana que durar¨¢ y se plasmar¨¢ en toda su larga vida de pintor. Durante su estancia en La Coru?a, a los nueve a?os, trazaba sus primeros dibujos anat¨®micos bajo la direcci¨®n de su padre, con gran perfecci¨®n y realismo, intercalando ya su constante obsesi¨®n por representar pichones y palomas, que llegaron, m¨¢s tarde, a ser su s¨ªmbolo art¨ªstico y de paz. Sigue con su af¨¢n perfeccionista consiguiendo sus mejores retratos familiares (madre y padre, hermanas, mujeres e hijos), impregnados de una sensibilidad y ternura filial y familiar.
Durante su adolescencia y juventud, los viajes a Barcelona y Par¨ªs le ponen en contacto con la prostituci¨®n y la miseria, sufriendo un fuerte impacto social. Ello le conduce al inconformismo y a la rebeli¨®n precoz, representados en su pintura que pudi¨¦ramos llamar "social y exaltada": pinta una adolescencia triste y melanc¨®lica; escenas donde la miseria y la pasi¨®n parecen querer justificar en triste gesto el abandono de la sociedad en que viven. La anatom¨ªa de sus personajes, masculino y femenino, es escu¨¢lida y fam¨¦lica, buscando sus modelos en los estratos miserables de las familias circenses (recordemos su llamada "¨¦poca azul"). En la siguiente, "¨¦poca rosa", las formas femeninas ya acusan una mayor morbidez, con caracteres sexuales secundarios bien resaltados y, conjuntamente, una marcada obsesi¨®n por la pareja y el sexo (tan pronto representa en sus pinturas im¨¢genes sencillas e inocentes rebosando ternura y amor como otras impregnadas de realismo carnal y sensualidad, pasi¨®n y vicio).
En estas primeras ¨¦pocas destaca Picasso su amor y respeto por el instinto maternal, no exento de una especial resonancia de misterio y dramatismo, contrastando la sensibilidad y ternura de sus maternidades con el posible rechazo de la misma, vista desde la miseria: en su famoso cuadro La vida, una pareja joven, desnudos y abrazados, observan, hostil y tristemente, la maternidad de una pobre mujer, dibujada al fondo, con su ni?o en los brazos. Entre los a?os 1901 y 1914 pinta madres desnutridas y tristes, pero siempre en im¨¢genes de infinita ternura, bien arrullando o abrigando a sus hijos, o meciendo al hijo enfermo, o acunando maternalmente a sus mu?ecas (retrato de su hija Maia), hasta conseguir transformar en gesto humano el de un chimpac¨¦ que se enternece al mirar a una pareja que cuida a su hijo. Tambi¨¦n es alto y sublime el concepto que Picasso tiene de la mujer gestante, destacando su estado en varios cuadros del momento estelar de su obra (Masacre en Corea, La femme enceinte, La cabra pre?ada, etc¨¦tera).
Siguiendo el simbolismo sexual de la pintura picassiana, ya resalta en su tauromaquia y minotauromaquia los caracteres masculinos de agresividad y fuerza en el toro y en el minotauro, contrast¨¢ndolos con los de delicadeza y debilidad en el caballo y la inocente violada.
Al descubrir, precozmente, los secretos y miserias del sexo a trav¨¦s de la prostituci¨®n m¨¢s o menos encubierta y en los m¨¢s diversos ambientes, los desnudos cl¨¢sicos e inocentes de Picasso se van transformando, sensiblemente, en otros cada vez m¨¢s provocativos, er¨®ticos, pornogr¨¢ficos y hasta lascivos hasta los ¨²ltimos d¨ªas de su larga vida, siempre pict¨®rica y sensual (se asegura que en el mismo d¨ªa de su muerte dibujaba escenas pornogr¨¢ficas).
Todo un volc¨¢n de instintos, en un expresionismo terrible, con rostros asexuados y una org¨ªa lujuriante de formas y color, quedan representados magistralmente en su conocida obra Les demoiselles d'Avignon, pintado en 1907. En ¨¦l se puede estudiar una nueva concepci¨®n e interpretaci¨®n de la pintura social, en la que la belleza del desnudo femenino se estropea y se degrada en el ejercicio de la prostituci¨®n, reflejando en sus caras el hast¨ªo, el cansancio y hasta el odio en los niveles m¨¢s ¨ªnfimos. Algunos cr¨ªticos dir¨¢n de este cuadro que es un grito de libertad feminista para sacudir la esclavitud y el machismo de la prostituci¨®n.
Al pasar a la ¨¦poca cubista sus desnudos tienen voluptuosos senos, pezones resaltados, caderas y muslos desproporcionados que derrochan fuerte sensualidad y vicio en sus parejas (acusa el lesbianismo en el cuadro Dos mujeres sentadas y las obsesiones on¨ªricas en El sue?o. En 1930 pinta desnudos de hombres y mujeres en su lucha con el animal, pero sin especial sentido sexol¨®gico dentro de la normalidad).
A partir de 1936 va marcando una nueva l¨ªnea de desnudos con formas anat¨®micas a¨²n m¨¢s provocativas y hasta casi disparatadas, aumentando su obsesi¨®n er¨®tica y aun pornogr¨¢fica. Representa tem¨¢ticamente a hombres peque?os o viejos de mirada lasciva que contemplan a mujeres desnudas, bien formadas y no provocativas, como si desease resaltar el papel er¨®tico femenino. Estos mismos viejos van, algunas veces, acompa?ados de ni?os que asisten, pasivos e indiferentes, a estas escenas, quiz¨¢ intentando desmitificar el desnudo, exponi¨¦ndolo a la visi¨®n infantil con toda naturalidad.
Si en sus primeras ¨¦pocas Picasso presentaba a la pareja de pie, en plena entrega, abrazados estrechamente, abandonados el uno en el otro sin obscenidad ni superioridad machista, en su constante variar, llega a representar una sensualidad realista representando la preparaci¨®n er¨®tica en sus diversas fases para conducirla hasta la realizaci¨®n sexual completa. (Hasta a sus mejores amigos de bohemia los pinta acompa?ados de mujeres con aspecto desali?ado y sensual.)
Como colof¨®n a su conocimiento del mundo del vicio y la prostituci¨®n, conviene resaltar el cuadro universalmente conocido de La Celestina, representativo de la alcahueter¨ªa y la astucia, figura tristemente real y siniestra que posiblemente habr¨ªa impresionado al joven Pablo en sus experiencias juveniles.
Un adelantado
Nuestro pintor malague?o, a mi juicio, se adelant¨® a la sexolog¨ªa actual. En los cuadros de m¨¢s carga er¨®tica afea el genitalismo y exalta la admiraci¨®n mutua de la pareja y la significaci¨®n esencial de la preparaci¨®n amorosa antes del puro y mec¨¢nico acto sexual. En las caras de los hombres, con rasgos muy marcados, se adivina el deseo sexual inherente al ser humano normal; en otros dibujos se representa el rictus del deseo como salvaje y desesperado ante la posible posesi¨®n, mientras que otros, al realizarse sexualmente, adquieren una expresi¨®n de embriaguez satisfactoria, a pesar de estar borrada por una prematura vejez. Las mujeres, por el contrario, presentan una actitud pasiva t¨ªpica de la mujer-objeto, propia del prost¨ªbulo o la dominaci¨®n.
Si ya hemos afirmado que el concepto picassiano de la mujer fue, en sus comienzos, una exaltaci¨®n de la maternidad y el amor tierno y expresivo de sus parejas; que despu¨¦s se fue tornando su sexualidad en desnudos inexpresivos y est¨¢ticos en sus cuadros abstractos y surrealistas, y que sus im¨¢genes van degrad¨¢ndose en su visi¨®n siempre cambiante, tambi¨¦n en lo sexual, hemos de aventurar la idea, a corroborar por los cr¨ªticos, de si a las ocho etapas fundamentales a vida art¨ªstica de Picasso habr¨ªa que a?adir esta otra de reflexi¨®n er¨®tica de nuestro pintor, ya que tanta trascendencia ha tenido en su vida y en su obra.
es m¨¦dico y escritor.
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