Texto del discurso del Rey
En su intervenci¨®n durante el solemne acto de la Pascua Militar, el Rey pronunci¨® el siguiente discurso:"Queridos compa?eros: Un a?o m¨¢s me re¨²no aqu¨ª con todos vosotros para conmemorar esta tradicional fiesta de la Pascua Militar y expresaros mi felicitaci¨®n m¨¢s sincera.
Por razones bien ajenas a mi voluntad, en la ocasi¨®n anterior hube de privarme de esta honda satisfaccion que experimento siempre al encontrarme entre las representaciones de quienes componen los Ej¨¦rcitos de Tierra, Mar y Aire, y de las Fuerzas de Seguridad.
Y hoy me resarzo de aquella forzada ausencia, sinti¨¦ndome feliz en vuestra compa?¨ªa.
La formaci¨®n que en mi juventud recib¨ª en las academias militares; el sentimiento de compa?erismo entonces iniciado y a trav¨¦s del tiempo robustecido; la identificaci¨®n con las virtudes que caracterizan a cuantos han elegido una profesi¨®n que exige vocaci¨®n aut¨¦ntica, total entrega y sacrificios constantes; el agradecimiento por la disciplina y lealtad de que dais muestra; la responsabilidad del servicio a la patria que compartimos, son circunstancias que me funden con todos vosotros hasta el punto de que vuestra felicidad es tambi¨¦n la m¨ªa.
Por eso al felicitaros me estoy felicitando a m¨ª mismo, pues quiero que compartamos las alegr¨ªas, de la misma manera que en tantas ocasiones me siento muy cerca de vosotros en las penas, en el dolor y en las contrariedades. Mi felicitaci¨®n tambi¨¦n a? presidente del Gobierno y a los ministros de Defensa e Interior, aqu¨ª presentes, con los mejores deseos para el a?o que comienza.
En esta fecha quisiera hablaros, una vez m¨¢s, con claridad y sencillez, porque ¨¦se es el lenguaje de la verdad.
Quisiera deciros c¨®mo, a mi juicio, debemos reconocer ante todo la necesidad de nuestra uni¨®n y esforzarnos en conseguir que se conserve a trav¨¦s de los tiempos y de las vicisitudes que puedan producirse. Uni¨®n indisoluble que ha de constituir nuestro inalterable objetivo, como tantas veces he tenido ocasi¨®n de afirmar.
Podr¨ªa decirse que en la milicia repetimos mucho las palabras y aludimos a las mismas ideas, con reiteraci¨®n y perseverancia. Y eso es digno de alabanza, porque demuestra el inter¨¦s casi obsesivo por mantener y fortalecer las cl¨¢sicas virtudes castrenses.
Pero es necesario tambi¨¦n cuidar de que las palabras no pasen a ocupar el primer plano y que, alterando el verdadero orden de valores, lleguen a alcanzar m¨¢s importancia que su contenido.
Debemos hacer frecuentes ex¨¢menes de conciencia para comprobar que nuestras expresiones no se quedan vac¨ªas, sino que siguen representando la verdad de nuestros sentimientos y el reflejo de ¨¦stos en nuestras conductas.
No, no es suficiente repetir las palabras y pronunciarlas con tonos altisonantes y solemnes. No basta con escribirlas una y otra vez para hacer con ellas protesta.s de lealtad o de sacrificio.
"Por las obras les conocereis".
Y, en efecto, son las conductas y los hechos los que demuestran los verdaderos sentimientos y no tan s¨®lo las expresiones, muchas veces tan formularias y hueras como sonoras y espectaculares.
- La unidad se acredita con la sincera identidad de criterios en lo esencial; con la coincidencia en los elevados fines que constituyen la misi¨®n de las Fuerzas Armadas; con la fusi¨®n del pensamiento de los militares en el deseo de servir a Espa?a por encima de todo, quehacer com¨²n de los espa?oles de ayer, de hoy y de ma?ana.
- El compa?erismo no s¨®lo se proclama verbalmente, sino que ha de ponerse de manifiesto en las pruebas dif¨ªciles, en los momentos delicados, cuando el compa?ero necesita nuestra ayuda, nuestro aliento o nuestro sacrificio.
- El honor constituye un patrimonio del que no hace falta blasonar. Basta con estar seguros de que, si las circunstancias lo exigen, lo demostraremos al mantener la verdad cueste lo que cueste, al entregar la vida si fuera preciso para responder con acciones a lo que afirmamos con palabras.
?Cu¨¢ntos compa?eros, a trav¨¦s de los tiempos; cu¨¢ntos militares gloriosos han contribuido a tejer la historia de nuestra patria traduciendo en ejemplos los valores m¨¢s ¨ªntimos y arraigados de su esp¨ªritu!
?Y a cu¨¢ntos tenemos que recordar con emoci¨®n en estos momentos porque han ofrendado sus vidas en el servicio de la patria!
Y esto hay que hacerlo con sencillez, como la cosa m¨¢s natural del mundo, como si no tuvi¨¦ramos testigos que nos escucharan; como si nadie hubiera de alabamos ni agradecemos lo que es en definitiva el cumplimiento de un deber que en la milicia alcanza -eso s¨ª- los m¨¢s altos niveles.
- La disciplina ha de sentirse interiormente, como obligaci¨®n que est¨¢ por encima de las imprescindi-
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bles manifestaciones externas, y en la que se basa la cohesi¨®n de cuantos integran las Fuerzas Armadas.
- El patriotismo no s¨®lo tiene su clave en el amor a la patria y en la entrega incondicional a su servicio, sino tambi¨¦n en el reconocimiento de que la patria no es patrimonio exclusivo de cada uno, sino que hemos de compartir ese amor y esa entrega con todos los espa?oles.
Y el patriotismo est¨¢ tambi¨¦n en saber admitir la voluntad de nuestros compatriotas leg¨ªtima y libremente expresada, abandonando la tentaci¨®n de que una minor¨ªa pueda imponer su propio concepto de lo que aquel servicio y aquel amor significan para el bien de la patria. Por eso os pido y me pido a m¨ª mismo autenticidad.
No acumulemos dudas ni rencores. No llenemos nuestro ¨¢nimo de preocupaciones o recelos que muchas veces tienen su origen en una informaci¨®n falsa, incompleta o deformada. Seamos tambi¨¦n francos al cambiar impresiones de forma ordenada, al dar salida a nuestras inquietudes, para unimos en la soluci¨®n de los problemas que requieren el esfuerzo y la colaboraci¨®n de todos los espa?oles.
Y pensemos tambi¨¦n que la unidad no significa aislamiento, porque no debe ser incompatible con la plena integraci¨®n de los Ej¨¦rcitos en la sociedad de la que proceden y a la que sirven.
Yo os sugiero que consider¨¦is las dificultades con altura de miras y con juicio sereno, separando lo accidental y transitorio de lo que es sustancial y permanente. Y no olvidemos que muchas controversias de hoy parecer¨¢n tan raras a las edades futuras como las del pasado nos han parecido a nosotros. La unidad de las Fuerzas Armadas a la que os he exhortado tiene tambi¨¦n su apoyo en la permanencia,en la continuidad.
Aunque la savia nueva de las j¨®venes promociones vaya renovando de forma continuada la experiencia de los veteranos, no se altera jam¨¢s el conjunto arm¨®nico, que vive siempre con la inspiraci¨®n de las mismas virtudes y el concepto supremo del servicio a la naci¨®n. Un servicio que est¨¢ perfectamente definido por el acatamiento a la Constituci¨®n, a la que la instituci¨®n militar, como todas las dem¨¢s, est¨¢ subordinada.
La Constituci¨®n, l¨ªmite del legislador
El conjunto del Estado debe progresar seg¨²n la Constituci¨®n. La Constituci¨®n es el l¨ªmite del legislador, pero al mismo tiempo es su impulso. As¨ª es como la libertad ser¨¢ jur¨ªdica y no an¨¢rquica, pac¨ªfica y no turbulenta. ?nicamente seremos libres obedeciendo la ley. Pero, de una parte, resulta que las leyes tambi¨¦n son din¨¢micas, susceptibles de perfeccionamiento, y de otra, que s¨®lo puede ser legalizado aquello que es constitucional, porque la Constituci¨®n es la que contiene los principios generales que avisan previamente al ciudadano de lo que puede hacer el legislador y de lo que no puede hacer. As¨ª es como decimos que la libertad es el l¨ªmite de la democracia, y la democracia, el l¨ªmite de la libertad.
Y en esta combinaci¨®n de limitaciones rec¨ªprocas, los Ej¨¦rcitos constituyen el brazo armado de la soberan¨ªa nacional, pues, como dijo un escritor espa?ol, "no hay Espa?a sin libertad y no hay libertad sin Ej¨¦rcito".
Porque son ociosas e in¨²tiles las disiquisiciones sobre la existencia de poderes distintos de los cl¨¢sicamente establecidos.
Lo que sucede es que el poder, el poder en general, se configura, se integra y se robustece por una serie de factores, de instituciones y de ¨®rganos que le dan fuerza y efectividad.
Y en este sentido, como Rey, como jefe del Estado y al ostentar, como consecuencia de ello, el mando supremo de las Fuerzas Armadas que la Constituci¨®n me encomienda, me honro profundamente en compartir con vosotros y con la naci¨®n en su conjunto una misi¨®n que ata?e a garantizar la soberan¨ªa e independencia de Espa?a, a la defensa de su integridad territorial y del ordenamiento constitucional.
Con la misma claridad de que antes os hablaba es necesario fijar esta misi¨®n de las Fuerzas Armadas; el concepto de su unidad y permanencia, que trasciende de las vicisitudes pol¨ªticas transitorias y mudables; las normas de su completa integraci¨®n en la sociedad, que no es obst¨¢culo para el mantenimiento de sus caracter¨ªsticas propias e inalterables; el fundamento de los valores morales en los que debe apoyarse el respeto a la voluntad popular; el acatamiento a la ley y al poder leg¨ªtimamente constituido; la adaptaci¨®n a las situaciones que son el resultado de la din¨¢mica social
Esta misma adaptaci¨®n a los momentos hist¨®ricos que nos corresponde vivir exige en ocasiones una reorganizaci¨®n que en las Fuerzas Armadas viene a constituir una necesidad constante. Tales reorganizaciones, como las que ahora est¨¢n a punto de realizarse, suponen la superaci¨®n de criterios que van quedando anticuados o que la experiencia ha demostrado que son susceptibles de mejora, Y es preciso colaborar a estas reformas, sin dudas ni reservas, porque la modernizaci¨®n de los Ejercitos no es m¨¢s que una faceta de la que tarabi¨¦n en otras ¨¢reas requiere la naci¨®n.
Yo conf¨ªo en que las nuevas medidas que se est¨¢n tomando; las modificaciones que se introducen en la organizaci¨®n hasta ahora en vigor; las disposiciones que en el futuro se promulguen, y que el ministro de Defensa nos ha anunciado, conduzcan en definitiva a la consecuci¨®n de unas Fuerzas Armadas cada vez m¨¢s eficaces, m¨¢s adecuadas a los fines que les corresponde cumplir y m¨¢s satisfechas de su propia utilidad en la defensa de la paz.
?C¨®mo no hablar de la paz en estos momentos!
La paz es la gran aspiraci¨®n de los pueblos, su v¨ªnculo de estabilidad, el tesoro de dif¨ªcil conquista a cuya b¨²squeda hemos de consagrar nuestras ilusiones. Estoy seguro de que pens¨¢is en la paz cuando os prepar¨¢is para el servicio, cuando pens¨¢is en la situaci¨®n de Espa?a y en sus intereses.
Esternos preparados, en una labor sin fatiga, para responder a las exigencias de la paz. Porque sabemos todos de sobra que la paz no se defiende con la debilidad, el desprecio de los valores patri¨®ticos y la dejaci¨®n del esfuerzo por fortalecer las instituciones armadas.
Nuestro sentido de la paz tiene que ser activo. Vivirla es luchar por ella. Porque la paz ha de ganarse y afianzarse por el di¨¢logo, pero con el respaldo de la firmeza que da a las naciones su capacidad de defensa y el acierto en la gesti¨®n de sus intereses comunes.
Esa paz pedimos hoy a Dios la Reina y yo para todos vosotros, para vuestros hijos, para vuestras familias, para vuestros amigos y compa?eros. Que ella ilumine el a?o que ahora comienza y que durante ¨¦l teng¨¢is toda la felicidad que os deseo. Espa?a sabe que permanec¨¦is en vela permanente. Y porque la sociedad os mira y siente, siglo a siglo, y recaba esa presencia en la que conf¨ªa y se protege, renovemos la promesa de que el sentido de esa vinculaci¨®n se haga cada vez m¨¢s profundo, m¨¢s claro y m¨¢s sincero.
Espa?a necesita vuestro mensaje permanente de hidalgu¨ªa, de eficacia, de lealtad, de dedicaci¨®n y de fortaleza. Reafirmo lo que en otras ocasiones he dicho con ¨¦nfasis: el pueblo espa?ol est¨¢ orgulloso de sus Fuerzas Armadas, de sus Fuerzas de Seguridad, y ellas, a su vez, se sienten ennoblecidas por estar al servicio de una naci¨®n cuya historia constituye una sucesi¨®n interminable de acontecimientos gloriosos. En este esp¨ªritu de entrega os pido que no desfallezc¨¢is nunca.
Muchas gracias, se?or ministro, por vuestras palabras; muchas gracias a todos por vuestra presencia.
Y ahora gritad conmigo: ?Viva Espa?a".
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