Pa¨ªs de perros
A Paloma Cela, sobrina del escritor, le mordieron los perros en el rostro -que es grande y trist¨®n como el de su t¨ªo-, pero ella sigue amando a los chuchos con un amor maternal. Adopt¨®, igual que hizo la cantante Luciana Wolf, un perrito mil leches que cuando pisa la calle tiembla como una monja de clausura en un cabar¨¦. Elice Paloma: "Soy miembro activo de la Sociedad Protectora de Animales La Madrile?a, donde tenemos albergados 440 perros, 200 gatos y un pato". Y Luciana Wolf a?ade: "Por lo menos all¨ª nadie les pega, comen y no les procuramos la soluci¨®n final".Estas mujeres aseguran que la perrera municipal, hoy conocida como Centro de Protecci¨®n Animal (a 14 kil¨®metros de Madrid); es peor que un campo de exterminio nazi. Y su objetivo es arrebatar canes a la autoridad que los apresa, en espera de que alg¨²n ciudadano compasivo adopte al animal. La cantante Wolf predica con el ejemplo: "De buena ma?ana preparo la comida a los 50 pajarillos que me visitan en el balc¨®n, y a mi perrita Leticia, bautizada con el nombre de la mam¨¢ de Napole¨®n, quien para m¨ª es un santo; y luego hago cuando est¨¢ a mi alcance para aliviar los sufrimientos de los maltratados perros que tenemos recogidos en la carretera de Toledo".
Iremos m¨¢s adelante al carripo de exterminio del ayuntamiento, pero ser¨¢ preferible tomar antes aliento en la Av¨ªcola H¨¦ctor, tienda de bichos variados abierta al p¨²blico en Mayor, 47. Aqu¨ª, do?a Manolita, de 52 a?os, dialoga animadamente con su gata Virginia y habla de las ventajas de incorporar el ganso al equipo de seguridad y protecci¨®n dom¨¦stico: "No hay nada como una pareja de gansos para ahuyentar a los ladrones", afirma do?a Manolita, "ni siquiera la pareja de la Guardia Civil con perros polic¨ªa". Resulta que los gansos atacan a la cabeza. Y no se separan de la testa del intruso hasta que de ella mana sangre abundantemente. "Adem¨¢s, dejan un reguerito de sangre muy ¨²til, y por ¨¦l puede seguirse al ladr¨®n hasta su detenci¨®n".
La pareja se vende a 3.000 pesetas. "?A ver, bufa y chilla, ganso bendito!", les pide do?a Manolita. Y los gansos pegan tal bufido que hay que ense?arles un palo para que se tranquilicen.
Esto tiene mucha demanda. Y el mantenimiento en n¨®mina es econ¨®mico: "Comen de todo: sobras, pan, piensos y hasta peri¨®dicos". A la Av¨ªcola H¨¦ctor (fundada en 1878) viene media plantilla del ayuntamiento a proveerse del chichi para el chucho del concejal, el gato de la concejala y el conejo del ordenanza: "Aunque le advierto que la coneja es m¨¢s espabilada que el conejo, y no se ofenda usted".
Diagn¨®stico por sat¨¦lite
Unos matrimonios j¨®venes compraban en la pajarer¨ªa de El Corte Ingl¨¦s el canario que si no canta puede canjearse por otro cantor. Pero hab¨ªa una clienta llorosa: "El m¨ªo ha muerto sin llegar a trinar", dec¨ªa; "?no hay garant¨ªa que cubra la desgracia?". Tra¨ªa el ave en un bote de Nescaf¨¦ y la dependienta se compadeci¨®.
Otros visitantes adquirieron aventuradas especies: "P¨®ngame ese pez Monjita Tropical con el Chupa Algas y el Besuc¨®n, y a ver qu¨¦ pasa en la pecerita", pidi¨® un mozo ex perimentalista. El lote subi¨® a 440 pesetas. Incluso hubo uno que pidi¨® mariposas vivas, y hac¨ªa as¨ª con la mano abierta para no dejar dudas en cuanto a sus inclinaciones "Mariposas en la rue, caballero", le respondi¨® la domadora de la segunda planta.
Para don Pablo Lasa, director del Laboratorio Municipal de Higiene (Bail¨¦n, 4), la sanidad no debe mezclarse con la pol¨ªtica, aunque el sanitario sea un animal pol¨ªtico: "A m¨ª me llegan denuncias y peticiones diarias, me piden excusados para los canes en las calles y denuncian que la ciudad est¨¦ llena de cagadas por doquier". Hay perros y perros, pero existe igualdad de todos los perros ante la ley (tan vulnerada), y el acto de hacer necesidades para que los peatones las aplasten con el fino mocas¨ªn o la escarpina de tac¨®n es delito: "La normativa de julio de 1980 es taxativa al decir que 'para que evacuen sus deyecciones, a los perros deber¨¢n llevarlos a la calzada, junto al bordillo, pr¨®ximo al alcantarillado". ?Y un jam¨®n con chorreras!, dicen los porteros y barrenderos de Madrid. En los ficheros del doctor Lasa hay 80.000 chuchos declarados, 3.000 felinos censados y un centenar de monos. "Ojo al mono, que muerde", advierte el doctor, "y m¨¢s ojo con los 20.000 perros no inscritos en nuestros registros".
Cl¨ªnicas abundan. Existen 270 legales. Equipada mejor que La Paz, la del doctor Ruiz P¨¦rez (avenida del Mediterr¨¢neo, 14) ofrece una sala de espera animad¨ªsima: "Arraco, pobrecito, c¨¢lmate", dijo la se?ora de Alguer¨® a su gigante de 85 kilos de la especie Monta?a del Pirineo. Pero Arraco (un kilo y medio de carne al d¨ªa) tiene un mal grano en cierto lugar y pronto ser¨¢ atendido por el doctor Caballero de la Parrilla. ?Y el suyo, se?or? "El m¨ªo es otra vaca de la misma raza", dijo don Francisco Bautista, de Alcal¨¢ de Henares; "le han extirpado la matriz (30.000 pesetas la operaci¨®n), pero voy a amortizar el gasto vendiendo los cachorros de Nieves a 10.000 duros cada uno" Una vecina de asiento le dese¨® suerte, acariciando a su afgano llamado Rata, a quien un gran dan¨¦s le rompi¨® la fina pata de un empell¨®n.
Mientras el peluquero Agust¨ª embellec¨ªa a los caniches, aut¨¦nticos cirujanos de verde anestesiaban a los pacientes, pon¨ªan el suero en vena a los diarreicos o curaban resfriados a los pajaritos m¨¢s desvalidos: "Muchos se nos van con pulmon¨ªa; poco se puede hacer", dijo el doctor Garc¨ªa Carvall. En la UVI reposaba un can de 18 a?os, con la mirada de la bisabuela que se resiste a morir. La perrita de Jos¨¦ Luis Alonso hab¨ªa sido operada con ¨¦xito. Y la tibetana de la Reina, anciana hembra de 16 a?os, mejoraba r¨¢pidamente de una intervenci¨®n de ovarios. Uno cantaba si el amo se lo ped¨ªa; otro bail¨®, o se desmayaba, a requerimiento de la propietaria. La gata de una personalidad deb¨ªa utilizar el retrete para hacer pis. "Disponemos del electrocardiograma v¨ªa sat¨¦lite", explicaron los doctores: "Le ponemos los cables al animal, marcamos el n¨²mero telef¨®nico de Cardio-pet, en Nueva York, y por sat¨¦lite tenemos inmediatamente la interpretaci¨®n del caso".
Eutanasia como imperativo
En otro coraz¨®n, barrio de Lavapi¨¦s, el ambulatorio de la calle de Ave Mar¨ªa tampoco daba abasto. Funciona por iguala (con cuota mensual de 350 pesetas) y ¨¦sta da derecho a quir¨®fano y visitas, excluida la medicaci¨®n. El veterinario Garc¨ªa Fern¨¢ndez, pionero del sistema, cuenta con 1.200 socios. El perro del pobre, perro sin porro, pelado de lujos, es curado aqu¨ª de cualquier sarna. Al doctor Garc¨ªa le alarma, no obstante, la corrupta deshumanizaci¨®n del p¨²blico: "Ahora hablan de casas de citas para perros, donde vas con el chucho caliente, se desfoga por una cantidad y te lo llevas a casa".
Mueren, los que de muerte natural fallecen, y de ellos puede ocuparse la empresa Can¨®polis (Fulgencio de Miguel, 7). Los recoge del hogar, los transporta funerariamente y los entierra en sepultura con aditamentos RIP. El ¨®bito sale por 7.000 pesetas si la fosa es individual; por 4.200 si la fosa es com¨²n.
Por las calles paseaban, alegres, semiatados y abrigados con mantas a cuadros, los chuchos madrile?os oliendo orines de sus semejantes en este fr¨ªo invierno perruno. Eran m¨¢s dichosos estos bichos que los perseguidos vagabundos, a veces agresores, tras los que el furg¨®n blanco del ayuntamiento echa el lazo del safari: "Nos pega la gente, nos pinchan los neum¨¢ticos, sacan estacas, navajas y hasta escopetas", dijo el empleado Aurelio Fern¨¢ndez, de 40 a?os. "Y a veces salimos por piernas". Pero si cazan al vagabundo (al gato se le tira trampa en una jaula), se acab¨® el problema: "Hic et nunc tenemos que zanjar la misi¨®n que nos fue confiada", dice el director de la perrera, veterinario, sacerdote y abogado, doctor Llinares Luca, de 62 a?os, quien a?ade: "?Qu¨¦ otra soluci¨®n queda que no sea el exterminio? Los que nadie quiere adoptar entran en la c¨¢mara de gas al cabo de 10 d¨ªas de apresamiento; de no eliminarlos, ya tendr¨ªamos 20.000 perros, y ello exigir¨ªa una superficie de 60.000 metros cuadrados, 10.000 kilos diarios de carne, m¨¢s personal, monta?as de arroz...".
Con disciplina y quejidos de calabozo, un centenar de perros se alinean en cinco naves orientadas al norte. El fr¨ªo es atroz. As¨ª esperan el indulto. "El ayuntamiento no es canicida", dij¨® el abogado, cura y veterinario que dirige el centro, "pero debemos aceptar la pura realidad de la eutanasia como un imperativo".
Del corredor de la muerte salen, el d¨ªa de la semana elegido, los condenados al sue?o eterno. El perro tiene entonces esa mirada de hombre humillado, abatido, impotente. Va agarrado por el lazo de hierro y goma al verdugo, que le habla envolvi¨¦ndole en un aroma de co?¨¢. "?Venga, entra ah¨ª!", le dice ¨¦ste. Si el perro es demasiado grande deber¨¢ agachar el lomo para meterse en la c¨¢mara de cemento con la portezuela de horno antiguo a le?a. "El otro d¨ªa, a un gran dan¨¦s, tuvimos que desistir y darle, en vez del gas, una inyecci¨®n; ¨¦sos son gigantescos y casi no caben aqu¨ª". Pero lo normal es el gas. Minuto y medio, luego de aplicarles anest¨¦sico en el hocico: "Echo un poco de cloroformo cuando asoma el morrito por la puerta; as¨ª, se desmaya. Abro el gas y ya no notan n¨¢ de n¨¢".
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