El Prado, devorado por sus hijos / 1
El Museo del Prado est¨¢ siendo devorado por la espiral de dejadez y de desidia que ha rodeado su vida, hasta el punto de que no se conoce ni tan s¨®lo la cantidad y la localizaci¨®n de varios centenares de las obras de arte de su propiedad. ?sta es la tesis que sustenta el autor del art¨ªculo, que pronunci¨® el pasado mi¨¦rcoles una conferencia en el Centro Cultural de la Villa de Madrid sobre este tema.
Para atravesar los r¨ªos, ciertos indios americanos no luchaban contra la corriente, sino que braceaban de costadillo en aquel estilo llamado over o cuchillo; tal modo de nadar, adecuado a corrientes pac¨ªficas y caudalosas, no era aconsejable cuando se presentaba el voraz y despiadado remolino.En tal caso, el indio sabedor se dejaba arrastrar hasta el fondo y, al llegar al cieno, daba un firme y seco pisot¨®n en el suelo, ¨²nica y eficaz manera de poder volver a respirar el aire fresco que le aguardaba en la superficie.
El Museo del Prado muere hoy, devorado en la tr¨¢gica espiral que han formado sus propios hijos, que somos -nadie se excuse, nadie acuse- todos los espa?oles. Cu¨¢l es el n¨²mero de obras que pertenecen al museo, d¨®nde se encuentran y en qu¨¦ estado de deterioro se hallan son las preguntas de m¨¢s triste respuesta de nuestra cultura.Casi un millar de cuadros sin documentar duermen en sus dep¨®sitos, 1.046 est¨¢n perdidos o extraviados y 379 permanecen pendientes de localizaci¨®n. Hace una docena de a?os que no se reedita el cat¨¢logo, y las cifras que se pueden comprobar no coinciden jam¨¢s. Si se suman los tres inventarios -as¨ª me lo explic¨® el actual director- hay 6.686 cuadros. Pero si se atiende a la ¨²ltima ficha existente el mismo d¨ªa de mi conversaci¨®n con ¨¦l, aparece el n¨²mero 6.954 sobre un cuadro de escuela francesa donado por Elsa Frick. Doscientos sesenta y ocho cuadros, am¨¦n del millar no clasificado, es demasiada diferencia para un cuarto de hora de desfase en la informaci¨®n. Ning¨²n lenguaje tan expresivo, a veces, como el escueto estilo judicial: "El Museo del Prado debe saber lo que tiene y d¨®nde lo tiene" fueron las palabras pronunciadas por el fiscal general del Estado en la solemne apertura de los tribunales de 1980. La mayor sorpresa de la investigaci¨®n no consisti¨® en la desaparici¨®n de obras, sino en que aparec¨ªan muchas m¨¢s -unas 2.500, seg¨²n la polic¨ªa judicial- de las que el museo cre¨ªa haber perdido.
Cuadros Ignorados
Al llegar a la Escuela Superior de Canto buscando un par de cuadros, los funcionarios del museo y la polic¨ªa descubrieron, no sin sorpresa, otros 16 cuadros cuya existencia se ignoraba, y al pedir siete al Museo de Granada, su director a?adi¨® informaci¨®n sobre otros 77 que no le eran reclamados. Dos ejemplos entre dos millares y medio de sorpresas pueden bastar al lector.
En la actualidad, s¨®lo pueden verse, de entre esos casi 8.000 cuadros nuestros, 1.014. La excusa f¨¢cil de hallarse el edificio en obras no sirve para las pinturas expuestas en el Cas¨®n -sin obras de climatizaci¨®n- donde de casi 5.000 cuadros se exhibe la rid¨ªcula cifra de 259. Otra disculpa tradicional de sus rectores se refiere a que los cuadros m¨¢s importantes se hallan expuestos, lo que tampoco es cierto. Elegido un pintor espa?ol famoso y representativo como Jos¨¦ Ribera, El Espa?oleto, puede comprobarse que ¨²nicamente cinco de sus cuadros est¨¢n en las salas, permaneciendo los otros 45 que tiene el museo en alg¨²n oscuro almac¨¦n.
Ni siquiera su Inmaculada est¨¢ a la vista, pintura de m¨¢xima calidad y rocambolesca historia, oculta y ocultada. El cuadro, propiedad del Prado desde la desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal, fue de nuevo depositado en el convento de San Pascual, su anterior propietario, que crey¨® recuperar la propiedad. Casi un siglo despu¨¦s, en los cercanos :a?os sesenta, se vendi¨® a un comerciante en cuya tienda lo reconoci¨® el que fuera director del museo, Xavier de Salas, dando ello lugar a un final feliz.
Revoluciones
Ni siquiera las revoluciones, desastres o incendios, han causado tanto da?o al Prado como la desidia y la negligencia de sus responsables. Desde la revoluci¨®n rusa hasta los sucesos de Lisboa de 1975, pasando por la no contestaci¨®n de Fidel Castro acerca de los existentes en la Diputaci¨®n de Santiago de Cuba, ni los bombardeos de Berl¨ªn y Viena, o la revoluci¨®n de Asturias, ni los incidentes de Tortosa de 1936, han sido capaces de destruir sino una parte ¨ªnfima de lo que el abandono ostentoso ha hecho desaparecer.
Hemos hablado de los cuadros, que es la, parte m¨¢s importante y m¨¢s cuidada. Si nos adentramos en el resto de las obras de arte que pertenecen al Prado, el remolino es abismal. Al tratar de saber cu¨¢ntos, dibujos posee el museo, su director nos remiti¨® al libro publicado por el mismo en 1972, donde la cifra queda convertida en algo tan inconcreto e in¨²til como la siguiente y literal frase: "Ser¨¢ una masa de unos 4.000", acompa?ada de otras igualmente cient¨ªficas como "eI llegado Allende-Salazar y el Baroqui a?adieron unas decenas de dibujos a la colecci¨®n". Baste recordar que entre esa masa -o, aun mejor, amasijo- se encuentran los 450 de Goya, por s¨ª solos merecedores de un museo.
El conservador de las restantes obras de arte -esculturas, piedras duras, grabados, miniaturas, monedas, medallas, alhajas del Delfin, etc¨¦tera- se neg¨® a dar ninguna informaci¨®n sin el visto bueno del director, en la mejor tradici¨®n oscurantista de la casa. Una an¨¦cdota de oro sobre tal tradici¨®n se produjo en 1957, cuando se ofrecieron al Prado las pinturas rom¨¢nicas de Casillas de Berlanga por el Ministerio de Asuntos Exteriores, que hab¨ªa gestionado su cesi¨®n del Metropolitan Museum de Nueva York, que adquiri¨® a principios de siglo tal tesoro de importancia mundial. El director imperante en aquel a?o se neg¨® a admitirlas con el peregrino argumento de que mostrar la, para ¨¦l, torpe pintura rom¨¢nica en el Prado, "ser¨ªa tanto como justificar a Picasso".
El oscurantismo, e incluso el ocultismo, contin¨²an cerni¨¦ndose sobre las alhajas del Delfin, entre otros muchos ejemplos. Desde hace una decena de a?os est¨¢n ocultas, con el agravante de que a unos cientos de metros, y en el tambi¨¦n estatal Museo de Artes Decorativas, se dispone del m¨¢s id¨®neo espacio para exponerlas: all¨ª se hallan las fundas de esas mismas joyas, y bastaba con situar cada pieza junto, dentro, en lugar del envase. ?ste que fuera tesoro de Felipe V contin¨²a sin exponer y reaparecer¨¢ ocupando in¨²tilmente un espacio seis veces mayor que aquel donde tradicionalmente se exhib¨ªa, sobre plintos y vitrinas de dise?o disonante con el entorno -seg¨²n el proyecto existente- y habi¨¦ndose destruido la preciosa y precisa rotonda que lo albergaba.
Chistes
A principios de siglo fueron robadas 18 piezas de dicho tesoro del Delfin, lo que dio lugar a chistes que el actual director encuentra "crueles" -y no sabemos si justos-, como aquel publicado en La Naci¨®n, en que un par de ciudadanos se encuentran frente a las puertas del museo y uno de ellos dice: "?Pero hombre, no habr¨¢ un ladr¨®n. caritativo que se lleve tambi¨¦n a los directores del museo!". Y no son chistes lo que puede volverse a repetir al entrar en el tema de las obras en curso en el edificio, en el estado de conservaci¨®n de las pinturas o en el funcionamiento y vida del m¨¢s famoso de nuestros museos; hasta aqu¨ª s¨®lo hemos pisado el umbral del remolino.
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