El fin del 'linkage' en Angola
El reciente acuerdo entre ?frica del Sur y Angola para establecer un alto el fuego en la frontera namibio-angole?a, presentado por razones obvias como una decisi¨®n unilateral de Pretoria, supone una victoria de la realpolitik de ambos Estados, y tambi¨¦n de sus mentores, as¨ª como el abandono del linkage, una preconcepci¨®n exclusivamente ideol¨®gica que imped¨ªa cualquier tipo de avance en la soluci¨®n de la crisis y, de hecho, en la consecuci¨®n de los objetivos estrat¨¦gicos y diplom¨¢ticos de la Administraci¨®n Reagan en la zona.Con el acuerdo de alto el fuego, probablemente logrado en las negociaciones secretas que autoridades angole?as y surafricanas han venido manteniendo en Praia, capital de Cabo Verde, ambos Gobiernos hacen una apuesta pragm¨¢tica y renuncian a antiguas aspiraciones que la realidad ha demostrado irrealizables. Por el lado de Angola, apoyada por buena parte del continente africano, por Cuba y la URSS, se trataba de coronar la liberaci¨®n de las ex colonias portuguesas y de Zimbabue, con la consolidaci¨®n de un r¨¦gimen marxista en Angola y la instalaci¨®n de otro de ideolog¨ªa similar en Namibia, aprovechando el antiguo compromiso de la comunidad internacional con el SWAPO y el indudable apoyo popular que disfruta esta organizaci¨®n. Sur¨¢frica se ver¨ªa as¨ª atenazada de alg¨²n modo por vecinos hostiles, lo que podr¨ªa facilitar la futura liberaci¨®n de su mayor¨ªa de raza negra. Del lado surafricano, la ambiciosa apuesta era la de acabar de una vez por todas con el SWAPO (Organizaci¨®n de Pueblos del Suroeste Africano), utilizando a su propio Ej¨¦rcito y tambi¨¦n al movimiento marioneta UNITA (Uni¨®n Nacional para la Independencia Total de Angola), y lograr la derrota del MPLA (Movimiento Popular para la Liberaci¨®n de Angola) y la instalaci¨®n de Jon¨¢s Savimbi a la cabeza del Gobierno angole?o. Aparte del aplazamiento indefinido de la soluci¨®n a la cuesti¨®n de Namibia, esto significar¨ªa una victoria de largo alcance para Pretoria, un buen pu?ado de a?os de seguridad para la minor¨ªa blanca. Entre las dos posturas se situaba el requisito norteamericano del linkage o la vinculaci¨®n necesaria entre la retirada de las tropas cubanas de Angola (al menos 20.000 hombres) y la soluci¨®n del problema de Namibia. El linkage naci¨® de un simple comentario del ex consejero de Seguridad Nacional norteamericano William Clark pero pronto se convirti¨® en el eje fundamental de la diletante pol¨ªtica de Estados Unidos para la regi¨®n. Ni que decir tiene que, en la visi¨®n de Washington, los cubanos eran considerados como una fuerza potencialmente agresora, mientras los surafricanos entend¨ªan el linkage como una carta blanca para acabar por la fuerza con el Gobierno de Angola. Las negativas consecuencias del linkage, que, en definitiva, han dado paso al reciente acuerdo de alto el fuego, han sido muy diversas. Por un lado ha impedido el establecimiento de relaciones diplom¨¢ticas entre Washington y Luanda, da?ando as¨ª los importantes intereses econ¨®micos norteamericanos en Angola, que se hab¨ªan constituido ¨²ltimamente en un grupo de presi¨®n en Washington a favor de la normalizaci¨®n. Por otro, ha empa?ado la imagen de Estados Unidos en ?frica, lo que, por lo dem¨¢s, no preocupaba en demas¨ªa en Washington.
Disensi¨®n en la OTAN
La consecuencia que resultaba m¨¢s inquietante para EE UU era la disensi¨®n que caus¨® el linkage entre sus aliados de la OTAN, y especialmente entre los componentes del grupo de Contacto, creado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para negociar una salida pol¨ªtica a la cuesti¨®n de Namibia. Francia, Gran Breta?a, Canad¨¢ y la Rep¨²blica Federal de Alemania mostraron desde el principio sus reservas con respecto al postulado b¨¢sico de Washington. En los ¨²ltimos meses, la oposici¨®n de todos al linkage se hizo patente. Francia se retir¨® en diciembre del grupo de Contacto, al tiempo que Malcolm Rifkind, portavoz del Foreign Office para asuntos africanos, se?alaba que su pa¨ªs nunca hab¨ªa aceptado la vinculaci¨®n. La propia Margaret Thatcher declaraba que su pa¨ªs se unir¨ªa a Canad¨¢ en las presiones sobre Reagan para que ¨¦ste moderara su insistencia en el linkage. En cuanto a la RFA, el tema ha provocado serias tensiones en el Gobierno federal, en el que el ministro de Exteriores, Hans Dietrich Genscher, respaldado por sus subordinados Vergau, Haas y Flittner, se opon¨ªa a la postura norteamericana, entrevist¨¢ndose incluso con el l¨ªder namibio Sam Nujoma para hacerlo patente; mientras que J¨¹rgen Warnke, ministro de Cooperaci¨®n Econ¨®mica y protegido de Franz Josef Strauss, defend¨ªa el linkage y recib¨ªa, como su mentor, a diversos enviados de UNITA. La inacabable guerra de Angola ven¨ªa provocando, adem¨¢s, una tremenda ansiedad en la sociedad blanca surafricana. Supon¨ªa el env¨ªo al frente de m¨¢s de 10.000 soldados -casi la misma cifra que constitu¨ªa su Ej¨¦rcito regular en 1970- y provocaba naturalmente numerosas bajas. No hay que olvidar que la de Angola ha sido la primera guerra que ?frica del Sur ha conocido de cerca, ni tampoco que en la primera fase de ¨¦sta, en 1976, sali¨® claramente derrotada. En una sociedad tan regida por patrones morales -de una moral racista, por supuesto- estaban comenzando a generalizarse las deserciones, las objeciones de conciencia seguidas de huidas al extranjero y los trucos para librarse del servicio militar. Sur¨¢frica era consciente, en definitiva, de que no podr¨ªa acabar con el MPLA sin participar masivamente en la contienda, y Pieter Botha no pod¨ªa contar con la mayor¨ªa para este objetivo. La soluci¨®n parece haber consistido en romper el linkage, considerando separadamente las cuestiones de Angola y Namibia. Mientras se mantiene el punto muerto en Namibia, se concede una tregua a Angola, a cambio -por supuesto- de que se impidan las acciones militares del SWAPO desde territorio angole?o. Si Angola necesitaba urgentemente la paz con Sur¨¢frica para restablecer su econom¨ªa y acabar con el c¨¢ncer de UNITA, la obtiene, al menos provisionalmente, a cambio de un sacrificio pol¨ªtico, casi moral, justificado si cabe por la falta de solidaridad efectiva que ha venido encontrando en ?frica.
Ganar tiempo
En cuanto a Namibia, es evidente que ?frica del Sur ha ganado tiempo para intentar de nuevo, con el apoyo de Estados Unidos, una soluci¨®n interna en la que no participe el SWAPO, lo cual resulta extremadamente dif¨ªcil teniendo en cuenta las obligaciones de la ONU para con el territorio e incluso para con la organizaci¨®n namibia, en buena medida una criatura de la propia ONU. Nadie oculta hoy el convencimiento de que cualquier tipo de elecci¨®n medianamente libre que se celebrara en Namibia dar¨ªa como resultado una abrumadora victoria de los independentistas. Pieter Botha ha ganado, no obstante, tiempo para desacreditar a una organizaci¨®n inoperativa ante sus bases, o, en ¨²ltima instancia, para convencer a los surafricanos de que un SWAPO en el poder no ser¨ªa m¨¢s peligroso que el ZANU de Mugabe o el FRELIMO de Machel.
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