Transici¨®n, ?hacia d¨®nde?
En la historia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica no existe una era Andropov. No sabemos c¨®mo quedar¨ªa una Uni¨®n Sovi¨¦tica reformada seg¨²n los deseos y proyectos del fallecido secretario general. De haber tenido un proyecto semejante, se lo ha llevado consigo. Lo que oigamos de ahora en adelante sobre las metas de Andropov ser¨¢n meras leyendas, creadas y transmitidas por sus sucesores con el fin de reforzar su poder. La mitad del tiempo de que dispuso para gobernar desde la cumbre lo desperdici¨® en el lecho de la enfermedad. ( ... )Andropov continu¨® fielmente las pol¨ªticas de armamento y de expansi¨®n de su antecesor, Breznev. Todos los pron¨®sticos acerca del abandono sovi¨¦tico de la guerra de Afganist¨¢n se revelaron falsos. Durante un tiempo pareci¨® que Andropov deseaba reformar la econom¨ªa. Este empe?o no.cristaliz¨® m¨¢s que en una campa?a de disciplina. Es posible que todas las decisiones tomadas a partir de diciembre, que algunos observadores consideraron se?al del poder no perdido durante la larga enfermedad, lo fueran por su c¨ªrculo ¨ªntimo del Politbur¨®.
Seguramente no ha podido Andropov designar a su sucesor, ya que el Politbur¨® no se dejarla arrebatar semejante poder de decisi¨®n. ( ... )
Es l¨®gico pensar que los dirigentes sovi¨¦ticos se espanten ante la idea de un pr¨®ximo secretario general como hombre de transici¨®n.
El que sea elegido, aquel en quien depositen la responsabilidad principal, se encontrar¨¢ ante los mismos interrogantes que se le plantearon a Andropov en 1982. ?Se atrever¨¢ el nuevo gobernante a dar un giro? Esto es incierto. En el Este siempre se exageran las cuestiones de un cambio. La pol¨ªtica seguida hasta ahora ha aumentado considerablemente el poder de la nueva clase y ha extendido el imperio. Esto es lo m¨¢s importante para los leninistas.
, 11 de febrero
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