1984, un a?o para no tener prisa
La pol¨ªtica va a marcar 1984, tanto en EE UU como en la URSS; ambas sociedades, a su manera, estar¨¢n pendientes de sus respectivas din¨¢micas internas. Cualquier intento por parte de los dos Gobiernos de llevar a cabo negociaciones estar¨¢ condicionado por la similitud de ambas realidades.El nuevo l¨ªder sovi¨¦tico no dudar¨¢ en ser precavido mientras consolida su posici¨®n y compartir¨¢ la visi¨®n general de su clase pol¨ªtica que considera a Ronald Reagan como el presidente norteamericano m¨¢s hostil a la URSS que se recuerde. No se sentir¨¢ muy motivado para tomar medidas de pol¨ªtica exterior que pudieran ayudar a Reagan a conseguir la reelecci¨®n, al menos hasta que ¨¦ste parezca seguro ganador.
En resumidas cuentas, la muerte de Yuri Andropov har¨¢ todav¨ªa menos probable el logro de un acuerdo para este a?o sobre los principales temas que enfrentan a las dos superpotencias. Lo cierto es que una negociaci¨®n significativa sobre temas sustanciales es una perspectiva bastante lejana.
?Tenemos, por tanto, que resignarnos a que las relaciones norteamericano-sovi¨¦ticas contin¨²en en el estadio actual de congelamiento, en el que apenas existen contactos entre las dos m¨¢ximas potencias del mundo? ?No hay nada que pueda abrir un camino a la esperanza?
Nada de eso. Creo que existen posibilidades realistas para este a?o, marcado por la pol¨ªtica, modestas, como es l¨®gico en las circunstancias actuales, pero que podr¨ªan conducir a un acuerdo, sobre las principales cuestiones y, en primer lugar, la del desarme, durante el pr¨®ximo a?o.
Un principio de orden negativo es importante. Este no es el momento, si es que puede haberlo alguna vez, para que ninguna de las dos potencias intente poner a su rival a una prueba.
Las dos superpotencias no desean que las tensiones existentes entre ellas se agraven en un per¨ªodo de extremada sensibilidad pol¨ªtica, lo que significa que los sovi¨¦ticos deber¨ªan evitar nuevas arremetidas territoriales o cualquier clase de provocaciones. Ser¨ªa igualmente perjudicial para EEUU emprender acciones que parezcan deliberados desaf¨ªos a la URSS.
De otro lado, no faltan los elementos positivos: hechos que por s¨ª mismos no constituyen un cambio en la pol¨ªtica internacional, pero que sugieren una voluntad de negociaci¨®n. En mi opini¨®n, la necesidad prioritaria para ambas potencias es la de manifestar un cierto grado de respeto para los intereses de la otra parte.
Por lo que se refiere a la URSS, un gesto humanitario tendr¨ªa una amplia repercusi¨®n en la opini¨®n p¨²blica norteamericana y occidental, es decir, el de suavizar la represi¨®n de los disidentes sovi¨¦ticos, que lograr¨ªa la m¨¢xima eficacia con la liberaci¨®n de las tres principales v¨ªctimas de la represi¨®n: Andrei Sajarov, Yuri Orlov y Anatoli Shcharanski.
Andrei Sajarov, el importante risico exiliado a Gorki y acosado all¨ª por el KGB, escribi¨® una carta dirigida a sus colegas cient¨ªficos sovi¨¦ticos y extranjeros, que fue .publicada en la reciente New York review of books y que constituye un documento desgarrador.
Llamamiento de Sajarov
En esta carta Sajarov hace un llamamiento para conseguir que las autoridades sovi¨¦ticas permitan a su mujer, Elena Bonner, ir al extranjero para recibir tratamiento m¨¦dico. Elena Bonner ha sufrido varios ataques cardiacos y no puede lograr un tratamiento apropiado en su pa¨ªs. En otro mensaje, con fecha del 12 de enero, Sajarov declar¨® que "s¨®lo un tratamiento m¨¦dico en el extranjero puede salvar su vida y la m¨ªa, ya que su muerte tambi¨¦n significar¨ªa la m¨ªa".
Yuri Orlov, otro f¨ªsico, fue encarcelado hace siete a?os por la constituci¨®n de un comit¨¦ para el control del cumplimiento, por parte de la URSS, de los acuerdos de Helsinki, y ha sido tratado con especial dureza en el campo de trabajo de Perm.
El cient¨ªfico deb¨ªa haber sido puesto en libertad el pasado viernes, pero, seg¨²n algunos expertos, existe la posibilidad de que las autoridades sovi¨¦ticas prolonguen su internamiento.
Anatoli Shcharanski, activista en el campo de los derechos humanos y de los movimientos de emigraci¨®n jud¨ªos, se halla en la c¨¢rcel de Cristopol desde hace, aproximadamente, seis a?os. Su madre lo vio el 5 de enero y declar¨® que Shcharanski padec¨ªa del coraz¨®n, y estaba tan demacrado que su aspecto era "irreconocible".
Los l¨ªderes sovi¨¦ticos, evidentemente, no entienden el gran impacto que estos casos tienen en Occidente y de forma espec¨ªfica en las posibilidades de negociaci¨®n. Pero tambi¨¦n existe un fallo para el mutuo entendimiento achacable a EE UU, como es la incapacidad del presidente Reagan de apreciar el efecto que ejerce en la URSS su ret¨®rica agresiva y ofensiva.
Malcolm Toon, embajador norteamericano en Mosc¨² entre 1976 y 1979, conocido por desarrollar una l¨ªnea dura hacia la URSS, me dijo, sin embargo, tras conocer la muerte de de Andropov, que "no se puede formalizar acuerdos con los sovi¨¦ticos si la ret¨®rica norteamericana les hace creer que nuestro objetivo es su destrucci¨®n".
"Por lo que se refiere a nosotros", dijo Toon, "la cuesti¨®n principal es cu¨¢l es el Reagan real: el que pronunci¨® el terrible discurso en Orlando sobre el imperio del mal o el que habl¨® en la Casa Blanca el pasado mes, en t¨¦rminos constructivos aunque un tanto demorados. Francamente no lo s¨¦; creo que los sovi¨¦ticos est¨¢n confundidos y no saben realmente si Reagan va a ir a por todas contra ellos".
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