John McEnroe, la anarqu¨ªa en zapatillas de tenis
El car¨¢cter explosivo del jugador norteamericano lleva ya muchos a?os siendo pol¨¦mico
El viernes, en el partido de cuartos de final ante Bill Scanlon, McEnroe iba repiti¨¦ndose a s¨ª mismo: "?Por qu¨¦ soy tan malo?. Soy el peor jugador del mundo". Su enfado consigo mismo estall¨® contra los jueces y el p¨²blico. Patale¨® un anuncio, insult¨® a un juez de l¨ªnea, respondi¨® al p¨²blico, lanz¨® la raqueta al suelo, se arrodill¨® ante una decisi¨®n injusta y finaliz¨® con una serie de insultos al juez ¨¢rbitro del torneo que le han costado 2.500 d¨®lares de multa (unas 370.000 pesetas), que, un a?o m¨¢s, significan el inicio de una serie de castigos que pueden llevarle, como en 1983, a una suspensi¨®n de 45 d¨ªas por acumulaci¨®n de castigos.Pero la historia ya es muy larga. Todo comenz¨®, como el mismo ha reconocido en las escas¨ªsimas entrevistas que ha concedido, en el primer torneo de Wimbledon que disput¨® en 1977: "Fue cuando mejor jugu¨¦. Me pod¨ªa pasear por Londres sin que nadie me reconociese. La primera semana nadie sab¨ªa quien era yo, porque yo no era nadie. De repente, despu¨¦s de superar la fase previa, me plant¨¦ en semifinales junto a Connors, Borg y Vilas. Entonces comenz¨® a rodar una bola de nieve que ya es inmensa".
"Lo que la gente no sabe", ha explicado McEnroe, "es que yo hace diez a?os ya era as¨ª. Fui suspendido en el equipo de baloncesto del colegio porque discut¨ª con mi entrenador. En mi primer Wimbledon se produjo un shock total. Le¨ªa las cosas que se escrib¨ªan y me preguntaba por qu¨¦ se preocupaban por m¨ª. Ahora s¨¦ que, si continuase el conflicto de Las Malvinas, durante Wimbledon ocupar¨ªa la p¨¢gina octava, mientras cualquier cosa que yo dijese ocupar¨ªa todas las primeras p¨¢ginas".
En Inglaterra y Estados Unidos se ha producido un extra?o fen¨®meno. La gente va a ver a McEnroe para disfrutar con su juego pero tambi¨¦n con sus estallidos de malhumor. Es una extra?a relaci¨®n de amor y odio. McEnroe ofrece algo diferente, una lucha constante contra el conservadurismo y el tradicional fair-play del tenis. En Inglaterra, ya antes de comenzar el partido, el p¨²blico le insulta desde las gradas. "No puedo entender como alguien me puede insultar", dice McEnroe. "Yo he crecido con la idea de que si alguien te insulta, debes responder". En Wimbledon a¨²n recuerdan como, dirigi¨¦ndose a un espectador, le dijo: "?Pertenece usted a la raza humana?".
Su malhumor tuvo sus dos ¨²ltimos esc¨¢ndalos en Nueva York. En el Open de Estados Unidos, lanz¨® polvos de talco a un espectador que le estaba recriminando su actitud. Acab¨® en los tribunales En el Masters, lanz¨® una raqueta contra el suelo. ?sta se astill¨® y sali¨® disparada hacia la primera fila de espectadores. "Lo siento", dijo luego John. "No quer¨ªa partir la raqueta y mucho menos lanzarla contra el p¨²blico. He hecho ese gesto miles de veces, y nunca hab¨ªa pasado nada". Un periodista brit¨¢nico le pregunt¨®: "Ahora dices sentirlo. Pero, cuando ha sucedido en la pista, ?has tenido alg¨²n tipo de remordimiento?". McEnroe, siempre sincero, respondi¨® negativamente: "No lo sent¨ª hasta llegar al vestuario".
"Soy un gandul"
McEnroe hizo prop¨®sito de enmienda a principios de temporada, en el Masters de Nueva York. "Quiero dejar de protestar tanto y dedicarme m¨¢s a mejorar mi tenis". Pero su car¨¢cter es m¨¢s fuerte que ¨¦l. "Hay veces que pierdo el control de mi mismo, como si no supiera lo que estoy haciendo. Muchas veces, en la pista, me convierto en otra persona. He hecho cosas que no puedo entender como fui capaz de hacerlas".
Al margen de los problemas de car¨¢cter, McEnroe es un hombre con tantas cualidades innatas para el tenis que apenas tiene necesidad de cuidarlas. "Siempre he sido un gandul. En el colegio apenas jugaba un par de veces a la semana, mientras otros entrenaban cinco o seis horas diarias. No he corrido m¨¢s de 40 millas en mi vida haciendo jogging. Me aburro, y, adem¨¢s, me duele todo el cuerpo. Prefiero entrenar en la pista mientras juego partidos. Quiz¨¢ por eso tambi¨¦n me dedico a los dobles. Cuando juego, nunca corro continuamente. Tras un punto siempre hay un peque?o descanso".
McEnroe, sin embargo, se considera ante todo un atleta: "Soy un deportista antes que showman". McEnroe era un gran deportista en su adolescencia. En el colegio jugaba bien a baloncesto, tenis y f¨²tbol. Sin embargo, se decidi¨® por el tenis. "Me gusta su individualidad. Est¨¢s t¨² s¨®lo en la pista".
Su familia es un apoyo muy importante para ¨¦l. "Sabes que, por muy mal que vayan las cosas, tus padres y tus hermanos siempre estar¨¢n a tu lado. Eso es muy importante". Su padre, que era un agente de bolsa de Wall Street, lo dej¨® todo para convertirse en el manager de John. "Confio en ¨¦l porque s¨¦ que nunca me va a enga?ar".
La m¨²sica sigue siendo su principal v¨¢lvula de escape: "Si no pudiese jugar m¨¢s al tenis me dedicar¨ªa a tocar la guitarra". Sus grupos favoritos son los Rolling Stones, Bruce Springsteen, Foreigner, Eddie Money y Santana. "Cuando viajo siempre lo hago con m¨²sica. A veces molesto en los hoteles, pero es que me apetece llegar tras los partidos y escuchar m¨²sica. Una vez, mientras estaba intentando dormir la noche anterior a un partido importante en Wimbledon, David Bowie, que ocupaba una habitaci¨®n continua, comenz¨® a escuchar m¨²sica. No fui capaz de pedirle silencio". Lo que m¨¢s le disgusta de su popularidad es no poder pasar desapercibido: "No quiero que la gente lo sepa todo de m¨ª. Quiero tener vida privada. Es bonito ir al mejor restaurante del mundo y saber que, sin haber hecho una reserva, tienes la mesa asegurada. Pero, cuando voy a un concierto de Bruce Springsteen o de los Rolling Stones, me siento observado constantemente. No me gusta esa sensaci¨®n. Quisiera pasar desapercibido".
Sus compa?eros le odian o le aman. Nastase dice de ¨¦l: "Es peor que Connors y yo juntos". Borg le defiende: "No hagais caso de lo que se escribe de ¨¦l". John McEnroe, ya con 25 a?os, sabe que debe reprimirse m¨¢s: "S¨¦ que mi caracter perjudica enormemente a mi carrera. Pero yo nunca imagin¨¦ que iba a llegar a ser el n¨²mero uno. Me gustaba Rod Laver y quer¨ªa ser como ¨¦l, pero nada m¨¢s. Si tuviese la posibilidad de elegir entre ser el mejor y ser el n¨²mero siete para convertirme en un anonimo buen jugador, honestamente, a veces elegir¨ªa lo segundo".
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