Algo se mueve en la cultura vasca
S¨ªntomas de recuperaci¨®n para una actividad adormecida en un pa¨ªs en alta tensi¨®n pol¨ªtica
La sociedad vasca actual est¨¢ profundamente escindida. En realidad no ha dejado de estarlo desde la crisis del antiguo r¨¦gimen y el comienzo de la industrializaci¨®n, a finales del siglo XIX. La desaparici¨®n del franquismo, al diluir la referencia negativa com¨²n, hizo m¨¢s patente esa escisi¨®n de fondo. Las fronteras entre el nosotros y los otros se vieron reforzadas por la necesidad de autoafirmaci¨®n que sigui¨® a los funerales. Sabido es, por lo dem¨¢s, que la intolerancia es, en primer lugar, expresi¨®n de inseguridad, de necesidad urgente de autoafirmaci¨®n, de delimitaci¨®n de fronteras.Los rasgos definitorios del nosotros han tendido, as¨ª, a afirmarse en negativo, por exclusi¨®n y rechazo de todos los dem¨¢s. En el campo cultural esta situaci¨®n se ha vivido de manera casi caricaturesca. Refractando lo que constitu¨ªa una actitud social generalizada -la superioridad estrat¨¦gica de la pegatina sobre las ideas-, surgieron de pronto grupos de artistas (y ep¨ªgonos) a los que s¨®lo un¨ªa su obsesi¨®n por negar a Oteiza, o a Chillida, o a Ibarrola, o a Unamuno, o a Gabriel Aresti.
En Euskadi, como tambi¨¦n es sabido, la tentaci¨®n de interrumpir el discurso del otro mediante su eliminaci¨®n es algo m¨¢s que una met¨¢fora. As¨ª, el discurso mismo, incluido el discurso cultural, ha terminado por sucumbir a esa fascinaci¨®n por la interrupci¨®n urgente del di¨¢logo, con lo que aqu¨¦l se ha hecho balbuciente y redundante como el sonido de la metralleta. Cada cual escribe, pinta, discursea desde su propia trinchera. Desde el forro de su gabardina, m¨¢s espec¨ªficamente. "Manzanas traigo" es la ¨²nica respuesta posible obtenida por quien se atreva a preguntar la hora a la gabardina del vecino. Tal es el punto de partida.
Testigo de la iniquidad
Puede que el ser negado sea consustancial al destino de los profetas, pero es lo cierto que, con modestas excepciones, s¨®lo el silencio ha saludado la reciente reedici¨®n del Quosque tandem, la obra capital de Oteiza, o la publicaci¨®n, al fin, de sus Ejercicios espirituales en un t¨²nel. Hoy Oteiza es casi ignorado por los m¨¢s j¨®venes y negado por quienes fingen haber olvidado que fue el escultor de Orio -pero sobre todo el agitador cultural que siempre fue Oteiza- quien los despert¨® hace a?os en medio de la noche. Esos silencios -los inconscientes o los deliberados- no podr¨¢n, sin embargo, borrar el papel decisivo que la est¨¦tica (y la ¨¦tica civil) de Jorge Oteiza tuvo en el renacimiento vasquista, m¨¢s all¨¢ del arte en sentido estricto, de los a?os sesenta.Lo mismo cabe decir, por ejemplo, de Agust¨ªn Ibarrola, ignorado incluso (y hasta especialmente) por quienes, sin ellos sospecharlo, proclaman cada d¨ªa su deuda con la ¨¦pica ibarroliana del claroscuro en las pegatinas y carteles que exhiben cuando se desfogan. Claro, que m¨¢s vale ser ignorado que tard¨ªamente enaltecido por los mismos que anta?o le estigmatizaron (por comunista y espa?olista), como es el caso de aquel otro testigo de la iniquidad que fue el poeta Gabriel Aresti, fallecido en 1975.
La desaparici¨®n del franquismo dej¨® sin fundamento el car¨¢cter resistencial que tuvo la cultura vasca desde mediados de los a?os sesenta. El frente cultural, como se denomin¨® durante a?os a actividades muy heterog¨¦neas pero unidas por ese aliento com¨²n de resistencia, dio paso a una profunda crisis de identidad. La dificultad de identificar n¨ªtidamente al enemigo hizo que durante a?os la cultura vasca dejase de afirmarse por sus realizaciones pr¨¢cticas -que, sin embargo, como luego se vio, segu¨ªan su desarrollo en la trastienda-, pasando a cuestionarse su propia existencia, en una actitud de fascinaci¨®n hipn¨®tica por el propio ombligo.
Fue la ¨¦poca (1978-1982, fundamentalmente) de las pol¨¦micas sobre qu¨¦ es y qu¨¦ deja de ser cultura vasca, sobre si Baroja fue o no un escritor vasco, sobre si el criterio ling¨¹¨ªstico era o no el ¨²nico pertinente para definir un estilo vasco genuino. Durante esos a?os la incomunicaci¨®n se hizo m¨¢xima, no ya s¨®lo por razones ideol¨®gicas o de lengua, sino generacionales, religiosas, ortogr¨¢ficas y hasta geogr¨¢ficas -escritor guipuzcoano frente a bilba¨ªno, por ejemplo-. En el campo espec¨ªfico de la literatura eusqu¨¦rica la producci¨®n creativa descendi¨® a niveles baj¨ªsimos, mientras que proliferaban los tratados, las metodolog¨ªas, las gram¨¢ticas. Mitxelena dio la voz de alarma al advertir que se estaban poniendo los bueyes delante del carro, pretendiendo que fueran los fabricantes de lexicones y diccionarios quienes marcasen la
pauta a los creadores, y no al rev¨¦s.Otro s¨ªntoma de ese desconcierto fue que, incluso dentro de la producci¨®n creativa, la poes¨ªa -es decir, la literatura en estado adolescente- cubr¨ªa casi todo el campo, mientras que guardaban silencio quienes en la d¨¦cada anterior hab¨ªan hecho frente al desaf¨ªo de una narrativa moderna -esto es, ni religiosa ni costumbrista- en lengua vasca (la poes¨ªa es tambi¨¦n la culminaci¨®n de la narrativa, pero en este caso se trataba todav¨ªa del viaje de ida, no de regreso).
La aparici¨®n, en 1978, de Utop¨ªa, del escritor guipuzcoano Joseba Irazu (m¨¢s conocido por su nombre de guerra: Bernardo Atxaga), hab¨ªa dado, sin embargo, la voz de alerta sobre esa. otra producci¨®n de trastienda. Una literatura que no s¨®lo hab¨ªa conseguido despegarse del costumbrismo bascongado, sino tambi¨¦n de su superaci¨®n mim¨¦tica pol¨ªtica y cosmopolita. Una literatura literaria, en una palabra. Principal animador del grupo pott, vagamente contracultural, Atxaga se convirti¨® en emblema de una nueva generaci¨®n que hizo su presentaci¨®n en sociedad en la Feria del Libro Vasco de Durango, en diciembre pasado. La narrativa breve presidi¨® dicha feria, con obras de Jos¨¦ Mar¨ªa Iturralde, Carlos Santisteban, Joseba Sarrionaindia, Laura Mintegi y Mario Onaindia, entre otros.
Andu Lertxundi y Arrantza Urretavizcaya tambi¨¦n acaba de publicar colecciones de relatos, y en el mismo g¨¦nero prepara su vuelta Luis Haranburu Altuna. Ram¨®n Saizarbitoria, considerado por muchos como el escritor con m¨¢s talento de los que eran j¨®venes promesas hace 10 o 15 a?os, prepara, al parecer, tras un prolongado silencio, una novela larga.
O sea, que no todo es silencio. Hasta el punto de que la novela Aizearen bestealdetik (Al otro lado del viento), de Jos¨¦ Luis ?lvarez Enparanza, Txillardegi (joven promesa desde hace casi 30 a?os), va a ser traducida simult¨¢neamente al castellano, al franc¨¦s y al ingl¨¦s, en un dif¨ªcil test que pronto o tarde hab¨ªa que pasar. Pase o, no la prueba, lo que parece evidente es que la crisis creativa de los ¨²ltimos cinco o seis a?os est¨¢ Ya en v¨ªas de superaci¨®n.
En el terreno de las artes pl¨¢sticas el balance es m¨¢s complicado. Muestras como Arteder han demostrado que, al menos en lo cuantitativo, la tradici¨®n de la escuela vasca sigue viva, pero no es evidente que a la generaci¨®n de los Oteiza, Chillida, Ruiz Balerdi, Ibarrola y compa?¨ªa haya seguido otra de talento comparable, si bien en este terreno los cr¨ªticos son escasamente un¨¢nimes. Pero donde casi puede hablarse de boom es en el campo cinematogr¨¢fico. Dadas las dificultades de infraestructura (no hab¨ªa nada de nada), la casi simult¨¢nea aparici¨®n en pantalla de filmes como Akelarre, La muerte de Mikel, El arreglo o La conquista de Albania puede considerarse casi milagrosa.
Reduccionismo
Varias de estas pel¨ªculas han contado con ayudas econ¨®micas del Gobierno vasco. La propia complejidad de la industria cinematogr¨¢fica ha aconsejado a la Consejer¨ªa de Cultura limitarse a poner el dinero sin pretender cabalgar los proyectos respectivos. No ha sido ¨¦sa la actitud mantenida en otros terrenos. La creaci¨®n del Antzerti (Servicio de Arte Dram¨¢tico), con presupuesto de 29 millones de pesetas y sede en San Sebasti¨¢n, y de la Orquesta Nacional de Euskadi (300 millones de pesetas) han sido contestadas por grupos de base (la docena de colectivos de teatro que hay en el Pa¨ªs Vasco no recibi¨® en 1983 ni una peseta de la Consejer¨ªa), que reprochan a tales proyectos cierto Jaraonismo, en el sentido de que dan prioridad a grandes proyectos oficialistas de prestigio antes que a la promoci¨®n de las iniciativas espont¨¢neas surgidas en a?os m¨¢s dif¨ªciles.El reduccionismo de los responsables Culturales del Gobierno vasco, empe?ados en la instrumentalizaci¨®n de toda actividad cultural al servicio del fomento del euskera es quiz¨¢ la principal amenaza que pende sobre las personas que trabajan en este campo. Contra ese peligro, as¨ª como contra el riesgo de una cierta oficializaci¨®n de la culltura, est¨¢n surgiendo iniciativas de inter¨¦s como la publicaci¨®n por F¨¦lix Mara?a y Josu Landa de una contraantolog¨ªa, en la que se entremezclan escritores de expresi¨®n eusqu¨¦rica y de expresi¨®n castellana, o el montaje, esta misma semana, de una versi¨®n teatral de la novela de Cela Oficio de tinieblas 5 por un colectivo integrado por ocho compa?¨ªas independientes de teatro. A diferencia con lo que ocurre en la sociedad vasca en general (discriminaciones para acceder a la Administraci¨®n o a determinados trabajos), en el terreno art¨ªstico y cultural la pol¨¦mica ling¨¹¨ªstica est¨¢ siendo superada en la pr¨¢ctica por la misma v¨ªa por la que los seguidores de la Real Sociedad dejaron de preguntarse por el origen de L¨®pez Ufarte (nacido en Marruecos): rindi¨¦ndose ante sus diab¨®licas internadas y ante su estilo magistral para efectuar los golpes francos. Los escritores, escultores y pintores de calidad lo son independientemente de la lengua que utilicen. Y, al rev¨¦s, el conocimiento de tal o cual lengua no otorga necesariamente talento a quien carece de ¨¦l.
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