Oscar Peterson es Oscar Peterson
No es la primera vez que el jazz llega al Teatro Real. As¨ª, de pasada, recuerdo un concierto de Jacques Loussier, una actuaci¨®n de Ella Fitzgerald, y el recital gospel de unos Jubilee Singers que hasta se atrevieron a bailar y todo. Pero Loussier est¨¢ a medio camino de la m¨²sica cl¨¢sica, Ella vino a grabar un programa para Televisi¨®n, y el gospel no es exactamente jazz. Con el tr¨ªo de Oscar Peterson, sin embargo, el Real ha sido marco de un concieito de jazz sin paliativos. No es mal ejemplo y ojal¨¢ se repita con frecuencia.C¨®mo fue el concierto ya es otra cosa. El que suscribe es un petersoniano del g¨¦nero de los inquebrantables, y nada sospechoso de desviacionismo. Sin embargo, este concierto me despert¨® emociones encontradas. Porque, s¨ª, estaba bien mirar hacia el patio de butacas y ver las cabezas movi¨¦ndose al ritmo, pero tambi¨¦n daba pena ver algunos asientos vac¨ªos, cuando lo normal es que en las actuaciones de Oscar Peterson no se quepa, y cuando, por otro lado hab¨ªa gente de pie en el anfiteatro, y seguro que algunos , aficionados se habr¨¢n quedado sin entradas para la repetici¨®n del concierto hoy, en el Palacio de Congresos y Exposiciones, a las 10 de la noche.
Concierto de jazz
Osear Peterson Trio.Teatro Real, Madrid, 28 de marzo de 1984.
De igual modo, era una delicia ver a Peterson y los suyos hacer swing en el templo m¨¢s caracter¨ªstico de la m¨²sica seria, pero he de reconocer que lo que mejor result¨® fueron las composiciones m¨¢s reposadas y m¨¢s claramente composiciones -como Night Child, donde el bajista Niels Henning Oersted Pedersen hizo un solo primoroso-, y los n¨²meros de piano solo como el fenomenal Body and Soul o la parte principal del medley de Ellington (o de Ellington-Strayhorn, si nos ponemos en plan computadora).
El tr¨ªo de piano, bajo y bater¨ªa es algo as¨ª como la c¨¦lula fundamental del jazz, y su eficacia se basa en un particular equilibrio, que es f¨¢cil que se rompa. Fue interesante poder disfrutar de c¨®mo los m¨²sicos buscaban ese equilibrio, pero la ac¨²stica del Real es traicionera, y cuando el bater¨ªa, Martin Drew, cog¨ªa los palos, all¨ª se desencadenaba un fragor bajo el que sucumb¨ªa hasta la majestad de un Bosendorfer tocado por uno de los pianistas mas en¨¦rgicos que se conocen. Afortunadamente, Martin Drew es un m¨²sico sensible y procur¨® acompa?ar con cuidado.
Adem¨¢s, el Oscar Peterson Tr¨ªo es el Oscar Peterson Tr¨ªo, y en la segunda parte nos regalaron un soft winds memorable. Para terminar, Peterson se meti¨® al p¨²blico en el bolsillo con su t¨ªpico n¨²mero de despedida, ese en el que, despu¨¦s de mucho saludar mientras los otros m¨²sicos siguen tocando, vuelve a sentarse al piano, engancha el tema como si tal cosa y se pone a tocar a dieciocho o veinte manos. Es un monstruo.
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