Wright gan¨® el t¨ªtulo continental para el Banco di Roma
Epi pod¨ªa haber salido a hombros en Ginebra y el p¨²blico hubiera conocido esa pr¨¢ctica taurina de homenajear a los h¨¦roes. Ante Europa hubiera quedado confirmado como un alero inmisericorde con las canastas. Pero qued¨® en un acto no consumado. A Epi le niega la fortuna un t¨ªtulo europeo para que en el continente adopten tambi¨¦n para ¨¦l el calificativo de Super. Wright seguir¨¢ disfrutando de una veteran¨ªa repleta de d¨®lares a cambio de liras. Su ejecuci¨®n de la teor¨ªa de la ralentizaci¨®n se convirti¨® en 20 minutos de la segunda parte en una obra maestra. Bianchini y Wright dejaron esa lecci¨®n para el baloncesto. El Barcelona s¨®lo fue campe¨®n de Europa durante los primeros 20 minutos.
Ralentizar el ritmo
La pr¨¢ctica que impone lo que es el baloncesto exige que tras la batalla se busquen las razones que expliquen lo que ha sucedido. ?C¨®mo un 42-32 en el descanso pudo degenerar en un 73-79 al final? El Banco di Roma trabaj¨® 20 minutos con dos objetivos: ralentizar el partido y hacer que Epi descansara durante 4.40 minutos y despejara la presi¨®n ofensiva que pesaba sobre los hombros de los jugadores italianos. Epi era, con los datos en la mano, el 50% de las canastas del Barcelona, el sost¨¦n psicol¨®gico del equipo, la rabia, la inmisericordia. Si, adem¨¢s, Davis terminaba el partido casi al mismo tiempo que ¨¦l, enviado por Serra al banquillo para protegerlo de la defensa italiana, coincidieron dos circunstancias necesarias, pero no suficientes para que el Banco di Roma pudiera ser campe¨®n. La suficiencia la puso Wright, su ritmo lento, su experiencia, su desprecio inhumano por el miedo a fallar y arrastrar a su equipo a la derrota. Que el Barcelona ganara las primeras escaramuzas con claridad casi result¨® perjudicial. Epi y sus compa?eros disfrutaron de un marcador ventajoso de 13 puntos durante todo el primer per¨ªodo a base de asegurar los rebotes y aprovechar las ganas que ten¨ªa su mejor jugador por ganar el t¨ªtulo. Sus lanzamientos oscurecieron la mala actuaci¨®n de Sibilio, generalmente desacertado. El Banco di Roma puso m¨¢s altura en el parqu¨¦ con la previsi¨®n de proteger las canastas marcando s¨®lo cuando los jugadores azulgrana rebasaran una imaginaria l¨ªnea de unos cuatro metros. Para Epi no hubo problema, Sibilio no estaba para nada, pero Starks y Davis aprovechaban los rebotes. El Banco di Roma s¨®lo tuvo noci¨®n de que Gilardi se volv¨ªa loco en el marcaje y llegaba descentrado al tiro, que sol¨ªa fallar. Solfrini ni se atrev¨ªa, y Gorila Kea quiso intentarlo a lo bestia, seg¨²n su costumbre, pero s¨®lo funcion¨® en un par de ocasiones. La diferencia se puso en los 13 puntos de forma clara. A Bianchini no le serv¨ªa casi nada.
El t¨¦cnico italiano intent¨®, incluso, aplicar esa zona 1-3-1 que parece ser una t¨¢ctica destinada a sufragar milagros. Un 1-3-1 con variantes, porque Sbarra, il picolo, el sexto hombre, como dice Sandro Gamba, corr¨ªa de lado a lado seg¨²n se desplazaba Epi. No sirvi¨®. Que Wright saliera de su aparente tranquilidad ofensiva para apoyar como segundo marcador en el acoso a Epi, s¨®lo contribuy¨® a incrementar el c¨²mulo de personales que atesoraba el equipo italiano. Gilardi alcanzaba la cuarta, Solfrini tambi¨¦n. Eran m¨¢rtires por la causa. Ansa, que reemplaz¨® a Sibilio, era un sorprendente complemento (3 de 5) con 9 tantos en el primero per¨ªodo.
Un error muy caro
En el descanso casi nadie pod¨ªa esperar ni siquiera una intensa emoci¨®n. El Barcelona, cometi¨® el error de creerse que las finales se ganan en el primer tiempo. S¨®lo fue campe¨®n durante 20 minutos. Insuficiente.
Los gritos de "?Epi, Epi!", la impotencia que Tombolato dirig¨ªa a Bianchini desde el suelo, tras no poder detener a la estrella rival en un lanzamiento acertado, confirmaron las apariencias de victoria azulgrana en los primeros minutos de la reanudaci¨®n. Kea dio optimismo a sus compa?eros cuando ech¨® a Davis. S¨®lo era una esperanza. Que Gilardi y Sbarra fueran enviados como kamikazes a la caza de Epi, fue, sin embargo, la operaci¨®n de cirug¨ªa de urgencia que aplic¨® Bianchini. Ah¨ª lo consigui¨®. Epi alcanzaba la cuarta personal y Serra, demasiado temeroso, lo quiso poner a buen recaudo. Fue entonces cuando el enfermo italiano pudo comenzar a respirar y Wright encontr¨® en el terreno adecuado la tranquilidad que necesitaba en sus compa?eros para hacerse due?o del juego. Davis era una fuerza reboteadora que perd¨ªa el Barcelona. Muy importante. Epi, como queda dicho, el 50% de su eficacia. Wright ya pod¨ªa controlar ¨¦l solo el resto.
Sucedi¨® que sin estos dos hombres, el Barcelona se asust¨®, se perdi¨® eficacia ofensiva y sobre todo entr¨® en un descarado desequilibrio defensivo. Los problemas que implicaba tener a Starks y De la Cruz cargados de personales obligaron a Serra a implantar en casi toda la segunda parte una defensa zonal ideal para los italianos. Adem¨¢s, Sibilio fue el encargado de encararse con el base americano y no lo hizo a ritmo de samba, peron pareci¨® una actuaci¨®n de sorna. Wright encontraba disposici¨®n clara para internarse hasta el centro mismo de la zona. Nadie pudo pararlo. Los rebotes empezaron a ser para Polesello. La entrada de Seara no solucion¨® nada, ni la posterior de Ansa. Fallaba el sistema defensivo, m¨¢s que unos jugadores que casi lloraban en la cancha al ver que se escapaba el triunfo. Epi reapareci¨® cuando el Banco di Roma hab¨ªa, por primera vez, alcanzado ventaja en el marcador. No la perdi¨®. Wright se encarg¨® de que el tiempo corriera a su favor. Singular ejecuci¨®n la suya de la teor¨ªa de la ralentizaci¨®n.
La lecci¨®n de Wright
El ritmo lento del americano era el tempo que necesitaba su equipo, la m¨²sica que les gusta escuchar a los jugadores italianos del Banco di Roma. No s¨®lo lo impuso, sino que jug¨® en solitario los ¨²ltimos cinco minutos y fue ejemplar comprobar c¨®mo despreciaba impunemente 25 segundos de los 30 preceptivos para hacer la jugada. Parado, botando la pelota con parsimonia, sin contar con sus compa?eros, para, en esos cinco segundos que restaban, hacer una jugada individual y lograr una canasta. La lecci¨®n la repiti¨® hasta tres veces. Seara no lo olvidar¨¢ mientras viva. Soloz¨¢bal tampoco, aunque estuviera ya en el banquillo. Epi iba para protagonista, pero varios a?os de licenciatura en la NBA pesaron demasiado.
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