La religi¨®n como pol¨ªtica y la pol¨ªtica como religi¨®n
Algunas encuestas recientes parecen indicar que el mayor rechazo de la pr¨¢ctica religiosa y de la Iglesia como instituci¨®n se da en los sectores identificados con la izquierda abertzale. Sin embargo, seg¨²n han subrayado diversos investigadores, dicho rechazo no es contradictorio con la evidente presencia de numeros¨ªsimos cl¨¦rigos, pero sobre todo ex curas (y tambi¨¦n ex seminaristas, pero esto ¨²ltimo es com¨²n a casi todas las corrientes pol¨ªticas influyentes en Euskadi) en el entramado de instituciones pol¨ªticas, sindicales, culturales, informativas de la izquierda nacionalista. Tampoco es contradictorio ese rechazo con la presencia de actitudes de ra¨ªz claramente religiosa en ese sector. "La pr¨¢ctica de la religi¨®n como pol¨ªtica, y de la pol¨ªtica como religi¨®n" -seg¨²n una f¨®rmula de Unamuno-, que caracteriza algunas actitudes notorias en la vida social vasca actual, no es probablemente ajena a esa crisis de religiosidad tradicional que sobrevino a fines de los sesenta. A su vez, ese deseo compulsivo de estar en permanente contacto con lo absoluto, y sus secuelas de intolerancia al por mayor, puede tener relaci¨®n con la forma peculiar de c¨®mo en el Euskadi contempor¨¢neo se ha producido el choque entre la sociedad rural tradicional y la nueva sociedad urbana e industrial.Entre 1955 y 1975, la poblaci¨®n del Pa¨ªs Vasco se increment¨® en un 59% (frente a una media del 23% en el conjunto de Espa?a); pr¨¢cticamente todas esas personas se incorporaron a centros urbanos. En 1970, el 33% de los sacerdotes de Vizcaya proced¨ªa de familia campesina, siendo as¨ª que ya para entonces el 70% u 80% de la poblaci¨®n se concentraba en centros urbanos. Y que el campesinado supon¨ªa apenas el 6% u 8% de la poblaci¨®n activa. Desde el punto de vista del idioma, el 40% de los curas vizca¨ªnos se declaraba en esa misma fecha capaz de predicar en euskera, lengua que, sin embargo, no conoc¨ªa m¨¢s del 18% o 20% de la poblaci¨®n de la provincia. Respecto a sus referencias ideol¨®gico-pol¨ªticas, cuatro de cada 10 curas vizca¨ªnos en cuya familia hab¨ªa una inclinaci¨®n pol¨ªtica determinada manifestaban que ¨¦sta era la nacionalista vasca.
La consecuencia de esta sobre representaci¨®n del medio rural de habla vasca ser¨ªa que el clero vasco, amparado en el prestigio social obtenido tanto del reconocimiento tradicional de su funci¨®n como de su actitud antifranquista y provasquista, se convirti¨® en principal agente transmisor de una ideolog¨ªa con acentos netamente ruralistas a un medio urbano. El choque entre dicha ideolog¨ªa, y la conflictiva realidad social parece haber propiciado una radicalizaci¨®n personal, que, a su vez, puede haber tendido a expresarse bajo f¨®rmulas, m¨¢s que prof¨¦ticas, apocal¨ªpticas, favoreciendo la difusi¨®n de una mentalidad excluyente y dogm¨¢tica.
Estudiosos como Juan Aranzadi y, otros han podido as¨ª hablar de un milenarismo vasco en el que la fascinaci¨®n por la muerte como concreci¨®n de lo absoluto ha venido a sustituir a otras fascinaciones por lo eterno y un¨ªvoco, perdidas por el camino.
Si la presencia de lo religioso tiende a expresarse por esas v¨ªas indirectas, no es extra?o que el peso relativo de lo eclesial, en el sentido institucional, haya descendido r¨¢pidamente. En la misma medida, tambi¨¦n la conflictividad clero-jer¨¢rquica se ha canalizado hacia cuestiones meramente administrativas. Con la excepci¨®n parcial de Navarra -por su incorporaci¨®n m¨¢s reciente al ¨¢rea del conflicto sociopol¨ªtico-, la contestaci¨®n contra los obispos se reduce hoy a focos muy localizados. En ello ha influido tambi¨¦n, probablemente, la personalidad de los prelados nombrados por la Santa Sede en febrero de 1979. El obispo de San Sebasti¨¢n, Jos¨¦ Mar¨ªa Seti¨¦n, y el auxiliar de Bilbao, Juan Mar¨ªa Uriarte, que son quienes preferentemente marcan la pauta, son personas de s¨®lida formaci¨®n intelectual, y han sido lo suficientemente h¨¢biles como para haber sabido contactar decididamente con el proyecto de estructuraci¨®n de la sociedad civil vasca, representado por el Estatuto de Autonom¨ªa.
Esa habilidad de los prelados ha servido, sin duda, para rebajar el nivel de conflictividad interna y para suscitar un amplio grado de consenso dentro de la comunidad de creyentes, aunque voces cr¨ªticas -bien es cierto que minoritarias- han reprochado a los obispos su aparente escaso inter¨¦s por extender ese af¨¢n conciliador a sectores no nacionalistas de la sociedad vasca y por aproximarse, en particular, al mundo de la inmigraci¨®n y especialmente al segmento no nacionalista del movimiento obrero. En contraste con la aproximaci¨®n producida en pa¨ªses como Francia -y tambi¨¦n en otras zonas de Espa?a-, entre el progresismo cat¨®lico y el socialismo democr¨¢tico, en Euskadi ambos se ignoran hoy mutuamente.
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