No una, sino dos DeIhis
Figura repetidamente en los circuitos programados a Oriente la capital de la India, siempre como paso a otras rutas, otras ciudades que se suponen m¨¢s atractivas, m¨¢s m¨ªticas. Sin embargo, Delhi, el antiguo sultanato hind¨², centro m¨¢s tarde del imperio mongol, el lugar elegido por los ingleses para proclamar a la reina Victoria emperatriz de los indios, es una ciudad fascinante donde las diferentes culturas que la fueron formando no s¨®lo se revuelven y mezclan, sino que se ordenan en dos n¨²cleos urbanos paralelos y opuestos.
La gran llanura del Ganges -la gran v¨ªa de comunicaci¨®n cuando en Europa apenas hab¨ªa empezado la historia-, agr¨ªcola y superpoblada, muestra, como la India entera, un rostro dependiente de los todopoderosos monzones. Desde octubre hasta febrero la tierra se reseca y rompe y las ciudades se cubren de un constante polvo rojizo que parece emanar continuamente del suelo. En junio llegan las primeras lluvias y el verde estalla, los campos se hacen f¨¦rtiles y comienza de nuevo una vida paralizada por la sequ¨ªa temporal. A la orilla del Yemana, uno de los afluentes m¨¢s poderosos del r¨ªo sagrado, se levanta hoy Delhi, las dos Delhis, la nueva y la vieja, dos mundos ajenos que no acaban de separarse del todo. Extendida en c¨¦spedes de imitaci¨®n inglesa la Nueva Delhi, amplia, de avenidas anchas, mansiones porticadas y altos rascacielos, espaciada, dispuesta a. recibir de un momento a otro a los dirigentes de los pa¨ªses no alineados. Apretada y revuelta la Vieja, reventando en bicicletas negras venidas a menos, vespas destartaladas, rickshaws (esas bicis que llevan, dos asientos a remolque) a punto de derrumbarse, mercados inmensos, gentes andando, gentes sentadas, vacas paseando. Y cientos de calles estrech¨ªsimas a las que se abren todos los comercios imaginables del mundo.No es s¨®lo el diferente sentido del espacio lo que diferencia a las dos ciudades. Tambi¨¦n el olor y el ruido. Los parlamentos con que se abren paso entre la multitud los conductores de rickshaws, el bullicio que nace en los merca dos, el griter¨ªo que sale de la Chandrii Chowk, esa atm¨®sfera de matices agridulces que impregna por igual alimentos, animales y hombres definen la Vieja Delhi con m¨¢s fuerza que sus; laberintos y sus templos siempre abiertos, y niegan con su presencia obstinada el intento occidental de la Nueva.
Una y otra se suceden y contin¨²an sin poder impedir, sin embargo, el contagio. Los alrededores de Connaugth Place imitan sin saberlo a los del Fuerte Rojo, y una calina semejante envuelve a toda Delhi al caer la tarde.
Algunas advertencias
Si siempre las normas viajeras aconsejan viajar con los ojos bien abiertos y la mente lo m¨¢s libre de prejuicios posible, en la India esta indicaci¨®n se convierte en necesidad. Nuestra visi¨®n de este pa¨ªs est¨¢ m¨¢s que ninguna condicionada por t¨®picos e im¨¢genes hechas. Juzgar Delhi y sus gentes desde una ¨®ptica europea, tal y como se acostumbra, es simplemente una solemne tonter¨ªa, como lo es el aparatoso esc¨¢ndalo ante una miseria que nunca se oculta como en Occidente. Una buena gu¨ªa podr¨¢ ayudarnos. Yo recomendar¨ªa la Ind¨¦ du Nord, de Delta-Flanimarion, realizada por un hombre que ama apasionadamente a la India y nada occidentalista. En castellano, la editada por Alta?r resulta muy pr¨¢ctica, sobre todo para el que viaje por cuenta propia. Y una advertencia gastron¨®mica: las comidas son muy picantes y tambi¨¦n sabrosas. En los hoteles sirven comida internacional, pero no se puede olvidar que la cocina es parte integrante de la cultura de un pueblo.
Qu¨¦ visitar
En la Vieja Delhi: El Fuerte Rojo (Lai Qila), construido en la primera mitad del siglo XVII por el emperador mongol (la dinast¨ªa que domin¨® la India desde comienzos del XVI hasta comienzos del XIX) Shali Jalian. Se trata de una imponente fortaleza de piedra roja que guarda en su interior el palacio y sus dependencias, as¨ª como una bell¨ªsima mezquita de m¨¢rmol, Moti Masjid, levantada por Aurarigzeb. La Jama Masjid, construida tambi¨¦n por Shah, Jahan, una inmensa y bell¨ªsima mezquita levantada en lo alto, a la. que se accede por amplias escalinatas. Desde los p¨®rticos que rodean el patio central se contempla una de las mejores panor¨¢micas de Delhi.
Varios templos se abren a Chandrii Chowk. No dude en visitarlos, cumpliendo siempre las normas exigidas de descalzarse y cubrirse, en el caso de los templos sikh, la cabeza. Y no se limite a visitar monumentos. A derecha e izquierda se extiende el gran laberinto de calles apretadas que le introducir¨¢ en la Delhi m¨¢s real. A cualquier hora del d¨ªa o de la noche se puede pasear tranquilamente; no hay ning¨²n problema de seguridad.
En Nueva Delhi. Es una ciudad que exige, al contrario que la Vieja, el coche o el rickshaw a motor para recorrerla. Sus grandes avenidas y las enormes distancias no se han hecho a medida humana, sino precisamente para imponer distancia. Habr¨¢ que. cruzar de punta a punta la Rajpath, que une la Puerta de la India con los edificios del Parlamento y el Rashtrapath Bliavan, la que fuera residencia del virrey ingl¨¦s, y hoy del presidente del Gobierno. El centro vital est¨¢ situado en Connaugth Place y sus alrededores. Muchos de los hoteles m¨¢s conocidos, tambi¨¦n. Muy a mano quedan el Jantar Mantar, un observatorio astron¨®mico curios¨ªsimo levantado por el maliarajah Ja? Singh, y el Crafts Museum, que re¨²ne objetos de artesan¨ªa de toda la India. De visita obligada es tambi¨¦n el Birla Temple, un templo hind¨² como un gigantesco pastel fabricado en Hollywood, espectacular, construido en 1930. Y para los que viajen con dinero, una recomendaci¨®n: una cena en el hotel Oberoi, escenario de algunas de las haza?as de James Bond en Octopussy, con una decoraci¨®n ritsch deslumbrante y una exhibici¨®n de lujo s¨®lo comparable a la que se puede ver en las calles de miseria. A medio camino entre una y otra ciudad, el Raj Gh¨¢t, el mausoleo de Ghandi, constantemente visitado por viajeros de todos los puntos y religiones de la India.
En las afueras, una de las maravillas de Delhi, la Qutub Minar, conjunto formado por el minarete de la antigua mezquita levantada por Qutu'b-ub-Din-Aibak, el primer sult¨¢n de Delhi, a comienzos del XIII. En el mismo recinto quedan restos de lo que fueron templos hind¨²es.
De compras
A lo largo de la Janpath Road, y cerca de Connaught Place, se extiende el mercado tibetano, con puestos callejeros que venden objetos a muy buenos precios. En la misma calle se encuentra la Central Cottage Industries Emporium, con artesan¨ªa de toda la India a precios fijos. Si se buscan antig¨¹edades, placas de marfil pintadas y otros objetos caros, lo mejor ser¨¢ dirigirse a las tiendas situadas en el interior del Fuerte Rojo, en la Vieja Delhi. El regateo forma siempre, salvo en las tiendas del Estado, parte de la compra.
El viaje
Desde Espa?a no hay comunicaci¨®n directa con Delhi. Lufthansa la tiene v¨ªa Francfort. Distintos programas incluyen Delhi en sus itinerarios. A manera de ejemplo citamos el muy completo de Politours, que visita Delhi, Agra, Saipur, Benar¨¦s y Nepal: 14 d¨ªas desde 170.000 pesetas.
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