La presi¨®n fiscal en Espa?a
Las oposiciones pol¨ªticas, en este pa¨ªs y en todos, tienen no s¨®lo el derecho, sino tambi¨¦n el deber, de defender los intereses de sus votantes. Pero en la pr¨¢ctica de las luchas parlamentarias, los partidos suelen ser proclives, a la demagogia y al oportunismo. No se limitan a denunciar lo que no funciona, que eso es bueno, y lo que funciona pero no a gusto de sus votantes, que no es tan bueno, pero puede aceptarse. Lo que ya no resulta tan bien es cargar las tintas melodram¨¢ticas en tomo a los defectos del sistema, fabricar psicosis colectivas o jugar con datos trucados. V¨¦ase, por ejemplo, el problema de la inseguridad ciudadana, asunto delicado que requiere la colaboraci¨®n de todos. La oposici¨®n no hace m¨¢s queso cavar la instituci¨®n de la justicia e incitar a que se armen los ciudadanos y conviertan al pa¨ªs en un nuevo Far West. O la reforma de la ense?anza, que puede vulnerar ciertos derechos que las clases pudientes aseguran poseer, y cuya defensa es admisible, pero no vistiendo de rojo a la educaci¨®n laica y reput¨¢ndola de atea y marxista.Carga de catastrofismo
Pero donde la desinformaci¨®n y el alarmismo baten sus r¨¦cords en intensidad y tiempo es en el campo de los impuestos. La oposici¨®n intuy¨® hace tiempo, muy h¨¢bilmente, que, dadas las respectivas ubicaciones de la v¨ªscera cordial y de la cartera, uno de los m¨¢s directos caminos hacia el coraz¨®n pasa por las finanzas, y dado que las clases conservadoras lo suelen ser tanto respecto al matrimonio como al patrimonio, encontraron una magn¨ªfica caja de resonancia para sus augurios catastr¨®ficos. Cada uno de los pasos emprendidos por el camino de una mayor justicia fiscal ha sido acompa?ado de un coro de lamentos y, de un mar de l¨¢grimas, y los cen¨¢culos patronales han soliviantado a sus huestes haci¨¦ndolas creer que eran v¨ªctimas de unos impuestos confiscatorios.
Estos lamentos contra los impuestos hemos de pensar que son m¨¢s viscerales que intelectivos. De aqu¨ª que se haya de luchar contra, una tozudez argumental que dif¨ªcilmente admite pruebas en contrario. Pero tambi¨¦n los n¨²meros son tozudos. Con la esperanza de que la de ¨¦stos venza a la de aqu¨¦llos, se insertan en el cuadro adjunto los porcentajes respecto al producto interior bruto (PIB) de la presi¨®n fiscal y las cotizaciones sociales en todos los pa¨ªses miembros de la Organizaci¨®n, para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), seg¨²n datos que cada a?o publica dicho organismo y que ahora se refieren a 1981.
Como es posible que los adalides de la contrarreforma fiscal apunten el argumento de que, dada la acusaci¨®n que hacen al Gobierno de voracidad fiscal, para 1982 haya Espa?a trepado varios puestos en esta para ellos fat¨ªdica escala, vamos a defraudar a estos impenitentes pesimistas record¨¢ndoles que en las hojas econ¨®micas de EL PAIS del d¨ªa 5 de febrero del presente a?o tienen el resultado de la estad¨ªstica citada anteriormente, pero con valores referidos a 1982. El elocuente titular del art¨ªculo dice: Espa?a no figura entre los 20 primeros. Efectivamente, todav¨ªa ha descendido en dicha escala. En 1981 hac¨ªa precisamente el n¨²mero 20, y en 1982 est¨¢ por debajo. Del mismo modo, su porcentaje de presi¨®n fiscal y social descend¨ªa del 24,24% al 23,53%. Las cifras son contundentes. Espa?a sigue siendo un para¨ªso fiscal. Renunciemos, por otra parte, a comparaciones arriesgadas como la que ser¨ªa hacer menci¨®n de Suecia, pa¨ªs que va a la cabeza en presi¨®n fiscal, pero que tambi¨¦n ocupa el primer lugar en el ranking mundial de atenciones de car¨¢cter social. Es m¨¢s llamativa nuestra diferencia respecto a naciones de nuestro nivel econ¨®mico, y a¨²n m¨¢s bajo, como son los casos de Italia, Irlanda, Grecia y Portugal, cuya presi¨®n fiscal promediada es un cuarto superior a la nuestra.
No vamos a utilizar estos datos para propugnar nuevas subidas de impuestos. En primer lugar, el momento econ¨®mico no da pie para grandes alegr¨ªas fiscales. En segundo, m¨¢s vale dejar tranquilos a los que, mal que bien, van declarando y prestar m¨¢s atenci¨®n a los muchos que renuncian a formar parte de esa Hacienda que es de todos. Pero s¨ª es oportuno hacer unas breves consideraciones sobre el problema fiscal en nuestro pa¨ªs.
Malo es que los impuestos que se satisfacen en Espa?a est¨¦n por debajo de lo que por su PIB le corresponder¨ªa, pero a¨²n peor es que esta escasa carga fiscal recaiga, en su mayor parte, sobre los que perciben sus ingresos a trav¨¦s de una n¨®mina. En 1980, el 83,10% de lo recaudado por impuesto sobre la renta eran ingresos de trabajo personal; el 5,78%, rendimiento de capital mobiliario; el 3,63%, profesionales; el 4,98%, actividades empresariales, y las explotaciones agr¨ªcolas contribuyen con un meramente simb¨®lico i0,20%! Esta es una estructura fiscal absurda que no guarda relaci¨®n alguna con la capacidad econ¨®mica de cada uno de los sectores, sino con la posibilidad de control de los ingresos. Que simplemente los rendimientos de acciones, obligaciones y t¨ªtulos semejantes importen tanto como 38,44 los beneficios de la actividad empresarial del pa¨ªs s¨®lo demuestra que aqu¨¦llos suelen ser retenidos e ingresados por las entidades pagadoras o intermediarias.
Hace poco declaraba en EL PAIS el nuevo secretario general del Ministerio de Hacienda, que el 60% de los profesionales, tres de cada cuatro agricultores y uno de cada cuatro contribuyentes no presentaban declaraci¨®n de renta. En este sentido me expresaba yo mucho antes. Tambi¨¦n en EL PAIS, en mi art¨ªculo aparecido el 8 de mayo de 1982, con el t¨ªtulo No s¨®lo defraudan los ricos, hac¨ªa constar que el resultado de un muestreo practicado sobre 1.751 establecimientos comerciales de esta capital era que un 35% de los mismos no presentaba declaraci¨®n en el impuesto sobre la renta.
La ¨²ltima consideraci¨®n es que si estamos muy por detr¨¢s de muchos pa¨ªses en recaudaci¨®n de impuestos, mucho m¨¢s lo estamos en civismo. Y que si el ciudadano de estas tierras cojea en bastantes aspectos de la cultura, en la fiscal anda con muletas. En las escuelas no les ense?aron a los espa?olitos las virtudes c¨ªvicas, s¨®lo las teologales. Y hasta los altos organismos jur¨ªdicos del pa¨ªs parecen querer contribuir a la desorientaci¨®n en materia fiscal con sentencias como esa que admite que la defraudaci¨®n puede ser una defensa contra el acoso de los impuestos.
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