Los socialistas no cambiaran la pol¨ªtica econ¨®mica de ajuste si vuelven a ganar Ias elecciones

El presidente Gonz¨¢lez estuvo acompa?ado por el ministro de Econom¨ªa y Hacienda, Miguel Boyer. Entre los dos -perfectamente identificados, interrumpi¨¦ndose uno para que acabara la conversaci¨®n el otro, sin ning¨²n tipo de fisuras dial¨¦cticas-, lanzaron un mensaje de flexibilidad para la econom¨ªa espa?ola, una cr¨ªtica frontal al sector p¨²blico y un convencimiento de que la econom¨ªa de mercado es el mejor sistema de los posibles. Su discurso puede ser calificado, siguiendo los esquemas ideol¨®gicos cl¨¢sicos, como muy moderado. Si alguien hubiera podido escuchar la conversaci¨®n, de casi cuatro horas, sin saber qui¨¦nes eran los interlocutores, no hubiera imaginado jam¨¢s que se trataba de dos dirigentes socialistas espa?oles de los de hace siquiera dos a?os.Sin embargo, Felipe Gonz¨¢lez no es de esa opini¨®n, ya que pone en todos los momentos en duda -sin ninguna reverencia- cualquiera de los dogmas que formaron parte desde siempre de la cultura econ¨®mica de las izquierdas. Reiterando lo que una vez dijo Boyer en el Parlamento, el presidente afirm¨® que la macroeconom¨ªa no era de derechas ni de izquierdas. Explic¨® que la situaci¨®n de este pa¨ªs era tan mala, que no se puede pedir a ning¨²n Gobierno que haga una pol¨ªtica t¨ªpica de signo socialista; el Gabinete intenta trascender los intereses del propio partido y establecer un orden de prioridades en el que en primer lugar est¨¢ la creaci¨®n de un Estado s¨®lido y la superaci¨®n de la crisis. El presidente era consciente de que si los socialistas ganan las pr¨®ximas elecciones, toda la d¨¦cada de los ochenta ser¨¢ de ajuste; asimismo entendi¨® que ninguna de las personas que estaban alrededor de la mesa tendr¨ªa la oportunidad de hacer la utop¨ªa socialista. Este tipo de reflexi¨®n, de ruptura con la impaciencia revolucionaria de hace algunos a?os, es la que el presidente intenta que se haga en el 30? Congreso del PSOE. Para ¨¦l, es m¨¢s urgente una meditaci¨®n a medio y largo plazo que un debate coyuntural.

La reconversi¨®n

Descendiendo luego al terreno coyuntural, el presidente se mostr¨® autocr¨ªtico con algunos matices de la reconversi¨®n industrial y del programa de los 800.000 puestos de trabajo. Gonz¨¢lez entiende que probablemente otra estrategia de reconversi¨®n industrial, que no hubiese puesto todos los problemas sobre la mesa a la vez, hubiera sido mejor entendida; situar todo el desplegable de problemas a la vista significa que lo primero que se ve, lo m¨¢s llamativo, es el coste social de la reconversi¨®n. Si adem¨¢s hay empresarios p¨²blicos que no son capaces de plantear en sus sociedades los problemas existentes con toda su crudeza y transfieren al Gobierno las resposabilidades, ¨¦ste aparece como el Gobierno-empresario que se enfrenta a los trabajadores para quitarles los puestos de trabajo. En alg¨²n momento se pens¨® en no presentar el decreto-ley de reconversi¨®n y plantear ¨¦sta en forma de guerrilla, esto es, hacerla empresa a empresa y de otro modo. Por ejemplo, como en Explosivos R¨ªo Tinto (ERT), donde se ha dejado a las partes negociar en primer lugar, y s¨®lo cuando ha habido acuerdo ha aparecido el Estado con las ayudas, de forma que en este caso el Gobierno aparece como salvador de un n¨²mero importante de puestos de trabajo, y no como destructor de otro n¨²mero significativo.

En cuanto a los 800.000 puestos de trabajo que aparec¨ªan en el programa electoral y que son imposibles de crear de aqu¨ª a 1986, en la Moncloa hay esperanzas ciertas de que este mismo a?o haya un cierto despegue (as¨ª, por ejemplo, en la industria se han creado en el primer trimestre 60.000 empleos), y la seguridad de que ¨¦ste se producir¨¢ en 1985. Sin embargo, nadie se atreve ya a evaluar el n¨²mero de empleos que se generar¨¢n. La cifra cabal¨ªstica de los 800.000 puestos de trabajo no fue un n¨²mero impensado, sino elaborado por los t¨¦cnicos del PSOE, que elaboraron el programa creyendo que el d¨¦ficit presupuestario con el que se encontrar¨ªa el partido ser¨ªa del 4% del producto interior bruto (PIB); la realidad fue que el d¨¦ficit, en diciembre de 198 3, ya estaba en el 6% del PIB.

Ninguna nacionalizaci¨®n

?Qui¨¦n ha dicho que las nacionalizaciones son de izquierdas? Otro mito que se acaba. Mitterrand se equivoc¨® cuando nacionaliz¨® cinco grupos industriales que funcionaban bien cuando eran privados y que ahoria no funcionan tan bien. Esto lo piensa Felipe Gonz¨¢lez, no son palabras de ning¨²n dirigente empresarial ni de la oposici¨®n de derechas. El presidente descarta cualquier tipo de nacionalizaci¨®n en Espa?a para antes y para despu¨¦s del 30? Congreso; es m¨¢s, piensa que el Gobierno deber¨¢ resistirse a las presiones del sector privado para que el sector p¨²blico sequede con empresas que el primero intenta abandonar.

Un paso adelante: deben volver al sector privado algunas empresas que no hacen nada en el p¨²blico y que, sin duda, ser¨ªan mejor gestionadas por empresarios.

Hablando del sector financiero, el presidente aplic¨® la tesis de que estamos atrapados entre dos conservadurismos, el neoliberal y el estatalizador. No es partidario de nacionalizar la banca, y opina que si se hubiese dejado al sector financiero espa?ol en total libertad, sin ning¨²n tipo de intervenci¨®n, hubiera ca¨ªdo entero.