La muerte del ciclista
Deportistas que dejan su vida en la carretera de forma absurda, v¨ªctimas del infortunio
Un accidente il¨®gico, complicado con graves errores de organizaci¨®n y de infraestructura m¨¦dica, acaba de provocar la muerte de otro ciclista. El portugu¨¦s Joaquim Agostinho ha entrado a formar parte de esa larga lista de ciclistas muertos, v¨ªctimas de absurdos accidentes. Como ¨¦l han muerto muchos otros. No van a 200 kms. / h., pero se estrellan con la misma contundencia y tienen, por supuesto, similar mala suerte.
A veces todav¨ªa se desvela por las noches. No sufre sobresaltos, pero tiene grabada aquella imagen desde hace 19 a?os. Parece claro que no la olvidar¨¢ mientras viva. Era un Gran Premio de Igualada. Hac¨ªa una ma?ana desagradable, de esas que presagian cat¨¢strofe. El pelot¨®n discurr¨ªa, como pod¨ªa, por la carretera nacional de Madrid a Barcelona. El viento arreci¨® cuando los ciclistas, pasaban a la altura de Mollerusa. Pese a las inclemencias. del tiempo, muchos aficionados hab¨ªan aparcado moment¨¢neamente sus coches al borde de la calzada para ver el paso de los esforzados de la ruta. Tal vez era el momento id¨®neo para provocar la ruptura del pelot¨®n y Rafael Carrasco, entonces director del Picadero Damm, se acerco a sus muchachos y les pidi¨® que hicieran abanicos "para descolgar a unos cuantos". Tras dar la orden se coloc¨® detr¨¢s del pelot¨®n. Y, entonces pas¨® todo. "La cabeza del pelot¨®n empez¨® a hacer abanicos y aquel chaval qued¨® descolgado con tan mala suerte que no acert¨® a ver uno de los coches que estaba en la cuneta y se estrell¨® contra su maletero". "Fue impresionante", cuenta Carrasco, actual director del Kelme, como si estuviera vien do el v¨ªdeo de aquel accidente "Salt¨® por los aires y cay¨® espectacularmente. Muri¨® en el acto".El bueno de Rafa sabe que aquello fue un accidente. Igual que la muerte del italiano Ottavio Bottecchia, ganador dos veces del Tour (1924 y 1925). Pero el campesino que provoc¨®. su muerte se pas¨® 20 a?os sin dormir. Fue poco antes del Tour del 27. Bottecchia se entrenaba por una carretera secundaria y se detuvo unos minutos junto a un manzano. Se adentr¨® en el campo y cuando estaba a punto de coger una manzana, el due?o del terreno le grit¨® que se fuera. Bottecchia le hizo gestos de que s¨®lo quer¨ªa una fruta, pero el campesino le lanz¨® una piedra para asustarlo, con tan mala fortuna, que le dio en la cabeza, mat¨¢ndolo en el acto. Horas despu¨¦s, alguien encontr¨® al ciclista muerto junto a la cuneta. "Un accidente m¨¢s", pensaron todos. Pero, 20 a?os despu¨¦s, y en el lecho de muerte, aquel campesino confes¨® que ¨¦l hab¨ªa provocado, sin querer, la muerte del ciclista.
Son muertes absurdas. Tontas. Producto de una mala ca¨ªda, de un perro que sale disparado de entre la gente, de un pinchazo inoportuno, de un resbal¨®n, de una piedra que salta, de un muchacho que se asoma, de la gravilla, de un bache, de un sprint suicida, de una insolaci¨®n en una larga etapa. Ninguno de ellos piensa en esas cosas cuando se ata los clips de los pedales. Pero todos asumen ¨¦se peligro, todos saben que algo as¨ª les puede pasar un d¨ªa de estos. "Yo creo que hay que ser muy sensato a la hora de analizar este tema", comenta Perico Delgado, corredor del Reynolds y, sin duda, uno de los ciclistas m¨¢s inteligentes de la nueva ola.
Mejor ir solo
"El escenario siempre es el mismo, la carretera, pero existen dos tipos de circunstancias. Una cosa es entrenarse y otra, competir. Por ejemplo, es muy distinto entrenarte solo que acompa?ado. Cuando vas solo es muy dif¨ªcil, muy dif¨ªcil, que te pase algo. Tienes que tener muy mala suerte para que sufras un accidente grave. Si vas con otros compa?eros, el asunto cambia, ya que solemos ir en paralelo y discutiendo la jugada". Y Delgado, como todos, tambi¨¦n tiene grabado en su mente aquel percance que le sucedi¨® hace unos a?os junto a Valladolid. "?bamos los tres juntos, charlando y, de pronto, descubrimos que un coche nos quer¨ªa adelantar a toda velocidad. Yo me fui hacia delante y eso me salv¨®, porque mis dos compa?eros se fueron al suelo al ser rozanos por el veh¨ªculo". Para Delgado "el ¨²nico peligro es la circulaci¨®n". Y, curiosamente, los aficionados que salen a pasear con su flamante bicicleta. Normalmente les llaman globeros. ?l los llama, simplemente, domingueros. "Nosotros dominamos mucho la bicicleta y ellos van a su aire. De verdad que los temo. No van pegados a la cuneta, temen coger velocidad, se asustan en las curvas. Cuando voy en coche, los paso a 10 por hora, con mucho tiento".La carrera ya es otra cosa. Ah¨ª puede pasar todo. Unos quieren ganar la etapa, otros la prueba y otros se matan por echarle un cable al compa?ero estrella. "Yo tengo una teor¨ªa", comenta Delgado como si fuera a expresar algo sobre lo que ha reflexionado mucho, "y es que los accidentes graves se producen, casi siempre, cuando vas despacio. A 20 kil¨®metros por hora te caes seco sobre el asfalto, de forma contundente y puedes sufrir un golpe mortal. Cuando ruedas deprisa, las ca¨ªdas te suelen producir quemaduras, muy dolorosas, pero simples rozaduras". "Por ejemplo", sigue explicando Delgado, "cuando vas despacio, cualquier ca¨ªda en el pelot¨®n produce accidentes en cadena. ?Por qu¨¦?, pues simplemente porque no puedes driblar al que se cae delante tuyo".
"Yo s¨®lo les pedir¨ªa a los automovilistas que traten con respeto a los ciclistas, que cuando salen a pasear, de excursi¨®n, piensen que ese ciclista que se tropiezan en la carretera es un hombre que se gana la vida as¨ª y que debe salir a la carretera a entrenarse. S¨®lo les pido eso, que no nos consideren un estorbo". Vicente Belda, uno de los ciclistas m¨¢s populares de Espa?a, reconoce que "esto del ciclismo es mucho m¨¢s peligroso de lo que parece. Y no lo digo por lo de Agostinho, lo digo porque cualquier ca¨ªda, por tonta que sea, puede producirte la muerte". Tambi¨¦n Vicent¨®n tiene tr¨¢gicos recuerdos. "Domingo Gir¨®, compa?ero y amigo mio, perdi¨® la vida entren¨¢ndose por una carretera pr¨®xima a Alcoy. Muri¨® despu¨¦s de estar tres d¨ªas en coma, tras sufrir un derrame cerebral al salirse de la carretera en una curva y darse un fuerte golpe. ?Motivo?, simplemente se le sali¨® el tubular de la rueda trasera".
Carrasco, Delgado y Belda consideran que "los descensos pueden ser mortales y, ahora, el momento del sprint es casi un suicidio, por que a la velocidad, se unen los empujones, codazos, y, todo ello, con el p¨²blico a 20 cent¨ªmetros". Tal vez cuando piensen en los descensos no se acuerden de como muri¨® Manuel Galera, que se mat¨®, en la Vuelta a Andaluc¨ªa de 1972, en el ascenso a un puerto, al enganchar sele el cambio, romperse la cadena y salir disparado de la bicicleta por la inercia que llevaba. A lo mejor piensan en Roger Riviere, que muri¨® v¨ªctima de lesiones irreversibles, despu¨¦s de pasarse 20 a?os enganchado a la morfina, a la que se hizo adicto tras una ca¨ªda casi mortal en el descenso del Perjuret, el 10 de julio de 1960. O en Francisco Cepeda, que se mat¨®, descendiendo el Galibiere, en el Tour del 37.
Muertes absurdas
Nadie, por supuesto, quiere hablar de doping. Nadie. Pero lo cierto es que algunas muertes han estado rodeadas de extra?as sensaciones. Por ejemplo, aquella insolaci¨®n que provoc¨®, el 13 de julio de 1967, la muerte del ingl¨¦s Tom Simpson. O aquella ca¨ªda, que todos juzgaron como lev¨ªsima, de Valent¨ªn Uriona, 17 d¨ªas despu¨¦s. O aquella otra insolaci¨®n de Ra¨²l Motos, en la Vuelta a Portugal del 56.Han pasado a la historia como "muertes absurdas", a las que algunos a?aden ese pero misterioso que rodea a los f¨¢rmacos. Al fin y al cabo son muertes, que es lo triste. Muertes rodeadas de mala suerte. Como la de Francisco Alomar, el caminante solitario, que, en 1955, decidi¨® regresar a Orense en bicicleta, rechazando ir en la rubia de su equipo (Pe?a Solera) y muri¨® al despistarse y caer en la cuneta. O como la del belga Stan Okkers, el ¨ªdolo de Eddy Merckx, que se fractur¨® el cr¨¢neo en el vel¨®dromo de Amberes, falleciendo dos d¨ªas despu¨¦s.
Son esas odiosas muertes que han entristecido hasta el l¨ªmite aquella casita de Roeselare / Roulers, el pueblecito belga donde naci¨® Jean Pierre Monsere, el ciclista que muri¨®, vistiendo el maillot arco iris, el 15 de marzo de 1971, al estrellarse contra un coche en el Gran Premio de Retie. Su mujer sufri¨® un fuerte shock y las consecuencias del accidente le duraron bastantes meses, La carretera no tuvo suficiente con llevarse a su marido. Seis a?os despu¨¦s, el peque?o Giovanni Monsere, de 7 a?os, perder¨ªa la vida en un accidente similar al de su padre. La muerte se le apareci¨® vestido de ciclista.
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