Algo m¨¢s que un conflicto de partido
El nacionalismo vasco es la idea del retorno, de la continua repetici¨®n de situaciones. A una fase de afirmaci¨®n integrista y esencialista sucede otra de indefinici¨®n y compromiso, a la que sigue una de depuraci¨®n del radicalismo, orientaci¨®n moderada y tendencia integradora (lamentablemente, el ciclo se cort¨® dos veces en este punto, en 1923 y en 1937).Tras la inicial formulaci¨®n radical, p¨¢lida para probados y selectos fieles, el partido se expande conjugando radicalismo con regionalismo, dosificando el esencialismo, hasta que alguien descubre que Euskadi es algo mayor que el PNV o descubre que se puede ser nacionalista teniendo un programa pol¨ªtico dotado de objetivos y medios n¨ªtidos, y que quiz¨¢ es mejor esto, tanto para Euskadi como para el partido.
Evidentemente, no estamos condenados los vascos a pasar eternamente por estas hipot¨¦ticas fases. Es muy posible que el PNV hubiera conseguido iguales mayor¨ªas electorales, id¨¦ntica capacidad de integraci¨®n y movilizaci¨®n de sus militantes, semejante poder para actuar como representante y convertirse en elemento indispensable para solucionar los problemas vascos si, como CiU, hubiera votado afirmativamente la Constituci¨®n, no hubiera resucitado la caduca tem¨¢tica de los derechos hist¨®ricos como elemento de legitimaci¨®n de la autonom¨ªa y hubiera prescindido del potencial de intimidaci¨®n que le aporta ETA, para no utilizar sino el importante poder que le dan sus votos y su capacidad pol¨ªtica.
Sin embargo, no faltan los que dicen que se prefiri¨® recuperar el no nos entienden. Ello posiblemente haya tenido efectos positivos para el partido. Y quiz¨¢ no haya dejado de incidir como elemento acelerador en la construcci¨®n de autonom¨ªas m¨¢s amplias que las descentralizaciones administrativas que pudieran amenazar en alg¨²n momento. Pero ha planteado problemas para el pa¨ªs.
Construir una naci¨®n (y valga la remisi¨®n al magn¨ªfico libro de Jos¨¦ Ram¨®n Recalde La construcci¨®n de las naciones) es crear una nueva articulaci¨®n entre los habitantes de su territorio, definir una "nueva religi¨®n patri¨®tica", conquistar la hegemon¨ªa de la sociedad civil, que dijera Gramsci. Es decir, tener capacidad de dirigir, lo que quiere decir integrar. Sin embargo, se ha abusado de una pol¨ªtica de descabezamiento del adversario, cosa que puede permitir triunfos electorales, pero no parece posibilitar la integraci¨®n pol¨ªtica de todos los que vivimos en Euskadi.
Todo esto creo que tiene que ver con el conflicto que divide hoy al PNV. Es posible que haya sido no tanto el azar cuanto la necesidad lo que ha llevado (en 1980 y hoy) al Gobierno vasco a gentes con un componente ideol¨®gico menos desarrollado y con mayor componente pr¨¢ctico que el que manifiestan las publicaciones del partido. (Dudo mucho que Mario Fern¨¢ndez piense que los vascos perdimos la independencia, o la "soberan¨ªa originaria", en 1839, como dec¨ªa Arana-Goiri y gusta repetir nuestro presidente del Parlamento.) Al margen de las diferencias en este terreno de lo simb¨®lico -cuya importancia no puede desecharse-, se han manifestado no menores diferencias pol¨ªticas: citemos por todas las relativas a los proyectos de articulaci¨®n institucional, donde, frente a lo propuesto por Garaikoetxea, se ha impuesto una ley de Territorios Hist¨®ricos que subraya las competencias de las diputaciones, vaciando las del Gobierno y acentuando parad¨®jicamente el provincialismo fuerista en un partido que se llama nacionalista.
El problema, pues, parece evocar algunas de las viejas contraposiciones, aunque a?adiendo multitud de facetas nuevas. Existen distintas sensibilidades sobre el modo de construir Euskadi, existen problemas de enfrentamientos y fidelidades personales, existen diferencias ideol¨®gicas y existen, se supone, enfrentamientos por el poder.
Dif¨ªcilmente puede resumirse el conflicto en una caracterizaci¨®n global de cada una de las partes: la tentaci¨®n de referirse a esencialistas y a integradores se reduce al pensar que los pretendidos esencialistas no dudan en relacionarse con AP o, al menos, con el PDP, con quien no niegan v¨ªnculos ideol¨®gicos, o que los considerados integradores tampoco renuncian a la vieja tentaci¨®n de identificar vasco con nacionalista.
Es posible quiz¨¢ que la propia realidad est¨¦ limitando la trascendencia pol¨ªtica del actual enfrentamiento. Con una situaci¨®n democr¨¢tica consolidada, y si los dioses quieren que el Gobierno central deje de contribuir a las peri¨®dicas guerras de las investiduras y consiga acabar con las reticencias que subsisten sobre la efectividad de nuestra declaraci¨®n de derechos, es esperable que se vaya consiguiendo la normalizaci¨®n democr¨¢tica de Euskadi. Con ello, quiz¨¢ el conflicto interno del PNV pueda ser s¨®lo eso, un conflicto con trascendencia s¨®lo dentro del PNV.
Pero es muy posible que eso pueda no darse y los vascos acabemos teniendo un Gobierno cuya m¨¢s eficaz oposici¨®n, provenga de su propio partido, una comunidad aut¨®noma con cuatro Gobiernos y un Gobierno, en Vitoria con menos competencias que las diputaciones. Alguien dijo que al presidente de Estados Unidos lo ten¨ªamos que elegir entre todos. Propongo que al presidente del EBB (m¨¢ximo ¨®rgano de direcci¨®n del PNV), tambi¨¦n.
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