El fallido cabar¨¦ rockero de la Orquesta Mondrag¨®n
El recital-espect¨¢culo con que la Orquesta Mondrag¨®n present¨® en Madrid su ¨²ltimo trabajo discogr¨¢fico result¨® un acto fallido, a pesar de lo interesante de su planteamiento y de algunos momentos apreciables. Javier Gurruchaga, que es en s¨ª mismo la totalidad de la orquesta, de sus ideas y realizaciones, es uno de los cantantes y compositores de rock m¨¢s destacados del pa¨ªs. Un hombre con ideas, debajo de cuyas canciones se puede apreciar un universo propio, adulto, cargado de referencias culturales y vitales que las llenan de sugerencias. Sus discos y espect¨¢culos anteriores est¨¢n ah¨ª para demostrarlo.Sin embargo, en esta presentaci¨®n daba la impresi¨®n de copiarse a s¨ª mismo, lo que, unido a un sonido ciertamente oscuro y sin matizaciones y a que no se le entend¨ªa nada de lo que cantaba, contribuy¨® a lo innsatisfactorio del resultado final de un trabajo que, no obstante, surg¨ªa de un buen punto de partida.
Orquesta Mondrag¨®n
Sala Morasol. Madrid, 30 y 31 de mayo, a las 10.30 de la noche.
La existencia de un hilo conductor -girando alrededor del tema de la tercera guerra mundial- que recorri¨® la hora y media de recital intentando darle cuerpo y consistencia; los decorados de Juan Carlos Eguillor, que tambi¨¦n hizo un v¨ªdeo que se proyect¨® durante la actuaci¨®n; y el montaje esc¨¦nico en general, apuntaban al deseo de crear un espect¨¢culo inteligentemente pensado, una mezcla de revista y cabar¨¦ con soporte rock que, no obstante, no funcion¨® como la personalidad e imaginaci¨®n demostradas de Gurruchaga pod¨ªan hacer esperar.
Parodia antimilitarista
Y es que no bastan todos esos elementos para hacer un espect¨¢culo. Ni el sacar comparsas disfrazados a pasear por el escenario, ni el aprovechar a un Popotxo travestido de misil, maja, tragafuegos o marino de la Quinta Flota en plan de recorrer Nueva York a lo Gene Kelly. Es necesario tambi¨¦n dotarle de una estructura coherente y tener algo que decir. La parodia antimilitarista de Gurruchaga se quedaba en simple chiste, a cien a?os luz de la corrosividad de su Bon voyage o de la capacidad de contar historias que demostraba en S¨®lo era una fiesta. El mayor problema del espect¨¢culo fue la ambig¨¹edad. Ni ten¨ªa cuerpo suficiente para ser una revista con argumento, ni aprovechaba suficientemente los elementos de cabar¨¦ utilizados. Result¨® un acto en el que algunos fragmentos funcionaron mejor que el todo, siendo especialmente brillantes las partes que m¨¢s se aproximaban a la estructura del cabar¨¦ -los n¨²meros sueltos, sin hilaz¨®n, coincidentes por otra parte con los temas m¨¢s antiguos-. El espect¨¢culo deca¨ªa estrepitosamente cuando intentaba introducirnos en el pretendido hilo argurmental, insuficiente y muchas veces gratuito, a pesar de los textos de Haro Ibars y Luis Antonio de Villena, de los que se pod¨ªa esperar mayor incisividad. Fue algo as¨ª como hacer la guerra con balas de fogueo o gastarse el dinero en salvas.
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