Sexo
Si el hombre se esconde a la hora de copular con su pareja no es por pudor, ni por medio a hacer el rid¨ªculo, sino por una simple precauci¨®n que viene de muy lejos. Durante el acto camal el macho pasa por un breve estado de imbecilidad, con la guardia totalmente baja, y en tiempos de las cavernas ese momento de dulzura era aprovechado por el enemigo para darle al Romeo troglodita un garrotazo fatal por la espalda. Desde entonces; el reflejo condicionado permanece. El mensaje del sexo unido a la muerte est¨¢ grabado, como un binomio inexorable, en el cerebro de los amantes. Los enamorados modernos a¨²n buscan un buen refugio para celebrar el coito fuera del alcance de la polic¨ªa, de cualquier asociaci¨®n cat¨®lica de padres de familia o del navajero forestal que emerge en la oscuridad del parque por detr¨¢s de un seto. Nada hay m¨¢s indefenso ni antiheroico que un novio en erecci¨®n. El amor lo convierte en un ser extremadamente amable.En cambio la cultura no ha tenido inconveniente en aceptar otros hechos imp¨²dicos que el hombre ha realizado siempre en p¨²blico. Todav¨ªa pueden verse en el ¨¢gora de Atenas los restos de unas letrinas al aire libre donde S¨®crates, Plat¨®n y Arist¨®teles defecaron en c¨ªrculo, escrut¨¢ndose el rostro mutuamente, mientras hablaban sin descanso acerca de la belleza. La historia est¨¢ llena de semidioses, profetas, reyes y guerreros que vaciaron juntos el vientre en el primer descampado en un acto de hermandad. Y por otra parte el rito deprimente de la mesa, mediante el cual los hijos de Dios se someten a la indignidad de introducirse una lechuga, una costilla de cerdo o una sardina por un agujero de la cara, se considera una fiesta social y en ocasiones algunos se visten de etiqueta para ejecutar esta indecencia.
Pero el trabajo del sexo, origen de la danza, hay que oficiarlo todav¨ªa a escondidas porque se trata subliminalmente de un ejercicio antimilitar. En las sociedades heroicas no se permite otro falo ardiente que la lanza, el ca?¨®n o el misil con cabeza at¨®mica. S¨®lo cuando comienza la decadencia, o sea, los largos tiempos de paz, un macho reclinado en los dulces brazos de su amada deja de ser tomado por un sujeto vulnerable. O por una pieza de caza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Manuel Vicent](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F27a99c12-b26e-43e9-b1e5-7e8491d81e69.png?auth=7c48523ab8d4dc1597a572ebf80a1136d1221b4ce17dbe1d10cde90e6d6d4ab6&width=100&height=100&smart=true)