El hispanista ingl¨¦s Gerald Brenan quiere regresar a Andaluc¨ªa "mejor ma?ana que dentro de una semana"
"Quiero que Linda o Lars vengan a buscarme y que me lleven otra vez a Espa?a". Gerald Brenan, recluido en una residencia de ancianos al norte de Londres, no tiene duda sobre lo que le apetece: quiere irse del Reino Unido y volver a su casa de Alhaur¨ªn el Grande o a cualquier otro lugar en Andaluc¨ªa donde pueda recibir los cuidados que necesita a su elevada edad. Mejor ma?ana que dentro de una semana. Brenan ha pasado unos d¨ªas acatarrado, pero ahora se encuentra mejor. "Me da miedo caerme y morirme aqu¨ª". Anteayer recibi¨® a EL PAIS en el cenador de la residencia, con vistas a un hermoso jard¨ªn. Estaba aseado y l¨²cido, pero ansioso por conocer la fecha de su regreso.
Ha pasado un mes desde que Gerald Brenan lleg¨® a Londres y todav¨ªa nadie ha podido explicar por qu¨¦ abandon¨® Andaluc¨ªa o por qu¨¦ ingres¨® en una residencia de ancianos. ?l parece confuso y en algunas ocasiones se muestra diplom¨¢tico, como deseoso de no molestar a los amigos que le trajeron aqu¨ª. Su ¨²nica familia legal la constituyen dos nietos -un hombre y una mujer- hijos de Miranda Brenan, que muri¨® ya hace algunos a?os. Su nieto vive en Francia y, avisado por algunos amigos, acudi¨® a visitarle hace pocos d¨ªas: "Es un chico muy simp¨¢tico. Dicen que se parece f¨ªsicamente a m¨ª". Brenan ha mantenido muy poco contacto con ¨¦l y el joven no tom¨® ninguna decisi¨®n sobre el futuro de su abuelo. Todo est¨¢ en manos de Linda Nicholson y Lars Pranger, dos amigos ¨ªntimos de Brenan que el escritor considera como su aut¨¦ntica familia. "Sus hijos son mis nietos espa?oles" afirma.Linda Nicholson es una joven interesada en la literatura y cultura espa?olas, que un d¨ªa llam¨® a su puerta, hace 14 a?os, y que se qued¨® para siempre con ¨¦l. Brenan la presenta a veces como su sobrina aunque no tienen ninguna relaci¨®n legal. Por encima de todo, el escritor siente un gran amor hacia ella y hacia el escultor sueco, Lars Pranger, con el que Linda se cas¨®. La pareja y sus dos ni?os, de cinco y tres a?os, han vivido siempre con el anciano. "Lars es muy bueno. La ropa que llevo puesta", se?ala un pantal¨®n de franela gris, "es de ¨¦l. La m¨ªa se perdi¨® no recuerdo muy bien c¨®mo". Se queda pensando un rato y a?ade: "Linda no quiso casarse conmigo. Lo entiendo. Yo era muy mayor. Pero les quiero mucho a los dos".
Cosas del correo
Gerald Brenan est¨¢ triste, sobre todo porque no ha recibido carta de ellos desde que lleg¨® a Londres. Se le iluminan los ojos cuando le explico que el correo brit¨¢nico funciona mal desde hace semanas por culpa de una huelga: "Ah, entonces debe ser por eso. S¨¦ que Linda ha estado muy ocupada porque los ni?os estaban enfermos"."Yo no tengo nada", a?ade, "la casa y los libros se los di a ella y luego acept¨¦ venir aqu¨ª. Pero no quiero quedarme". Linda Nicholson, hablando con amigos comunes, se ha quejado del tratamiento que la Prensa espa?ola est¨¢ dando al caso Brenan. Al parecer, su idea es que el anciano se quede en Londres hasta el pr¨®ximo mes de octubre. Pero probablemente Brenan no llegar¨¢ a octubre si no vuelve antes a sentirse rodeado de amigos, de las personas que quiere y de los libros y peque?os objetos que constituyen su aut¨¦ntico hogar. "Tiene usted raz¨®n. Esto deben ser s¨®lo unas peque?as vacaciones para ver a mis amigos ingleses. Pero no quiero que sean demasiado largas. Soy muy viejo para quedarme aqu¨ª varios meses. No quiero morirme en esta residencia". Brenan insiste en que no tiene dinero y en que depende del matrimonio Branger. Sus libros se siguen vendiendo y es ¨¦l mismo quien paga su estancia en Londres.
La casa, Greenways, es hermosa y limpia y los encargados de cuidarle son personas competentes y serias. Sin embargo, hay otros ancianos en la residencia y los responsables comienzan a sentirse irritados por la continua presencia de periodistas, admiradores y amigos de uno de sus hu¨¦spedes. "Es un hombre muy mayor, sometido a una persecuci¨®n. Tienen que dejarle tranquilo". Casi siempre que se llama por tel¨¦fono para preguntar si se puede ir a verle, la respuesta es negativa. S¨®lo queda presentarse sin previo aviso y llamar a la puerta. "?l est¨¢ enfadado con tanta visita" explica una de las encargadas. No es cierto. Gerald Brenan recibe encantado a sus amigos y prefiere pasar las largas horas acompa?ado por sus propios visitantes que por los otros ancianos de la residencia.
Entre las personas que recibe con m¨¢s gusto se encuentra el embajador de Espa?a en Londres, Jos¨¦ J. Puig de la Bellacasa, que por propia iniciativa y sin que nadie, ni en Madrid ni en Andaluc¨ªa, se haya dirigido a ¨¦l, acude a charlar peri¨®dicamente con Brenan. El escritor se siente protegido cuando Puig de la Bellacasa le asegura que Espa?a no le olvida. Amigos brit¨¢nicos de Brenan se han puesto en contacto con el embajador para solicitarle apoyo. Ellos tambi¨¦n piensan que Brenan tiene que volver cuanto antes a Espa?a. Puig de la Bellacasa ha enviado un informe al ministro de Asuntos Exteriores explic¨¢ndole la situaci¨®n.
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