Guatemala: la m¨¢quina de guerra
Es dif¨ªcil devolver la paz a un pa¨ªs donde todos combaten voluntariamente o por la fuerza
A Manuel Ismael Salanic, de 18 a?os, estudiante de Magisterio, fueron a buscarle a su casa el 14 de febrero. Era medianoche cuando la familia se despert¨® sobresaltada: 20 hombres fuertemente armados hab¨ªan derribado la valla con un jeep y estaban en el interior de la vivienda despu¨¦s de saltar la puerta principal a culatazos. "Nos amenazaron con sus fusiles y nos encerraron en una habitaci¨®n", cuenta el padre. "Luego pidieron los papeles a los cuatro hijos para llevarse a Manuel. No le dejaron ni vestirse. Se fue en ropa interior".Han transcurrido casi cinco meses sin que hayan vuelto a tener noticias suyas. Presentaron recursos de amparo en todas las instancias judiciales, incluida la Corte Suprema. Mendigaron informaci¨®n en los cuarteles de polic¨ªa y en el mismo Ministerio de Gobernaci¨®n. Su hijo no est¨¢ en ninguna parte.
Seg¨²n la Embajada de EE UU, 42 casos como ¨¦ste se han registrado cada mes desde que el general ?scar Mej¨ªa V¨ªctores asumi¨® la jefatura del Estado, el 8 de agosto del a?o pasado, mediante un golpe militar. La misma fuente asegura que bajo el mandato de R¨ªos Montt la media mensual de secuestros fue de 26.
Los padres de los desaparecidos tienen la convicci¨®n de que los culpables son en su mayor¨ªa miembros de las fuerzas de seguridad. Miguel ?ngel Alvarado, al que le arrebataron dos hijos, empleado de banca uno y estudiante el otro, dice con aplomo: "Hay consenso popular en que es, el Gobierno quien los secuestra, los tortura y luego los mata".
En sus gestiones lleg¨® hasta R¨ªos Montt sin resultado. En una ocasi¨®n el juez le mostr¨® el expediente del caso. "En la carpeta no hab¨ªa otro papel que mi denuncia". Un joven que rehus¨® identificarse se present¨® una vez en su casa para decirle que el mayor de sus hijos, Rolando, estaba prisionero en unas b¨®vedas subterr¨¢neas de la c¨¢rcel de Solama. "Si dice que est¨¢ vivo puede acelerar su muerte", le advirti¨®, "porque los asesinos est¨¢n en el poder".
El padre logr¨® entrar en la prisi¨®n con el pretexto de visitar a otro detenido, pero ni ¨¦l ni sus compa?eros sab¨ªan nada de Rolando. Varias llamadas an¨®nimas le condujeron luego en vano al cuartel de la guardia de honor y al castillo de Matamoros. S¨®lo consigui¨® que el 19 de mayo le secuestraran a otro hijo, Sergio, de 19 a?os, estudiante de Econom¨ªa en la Universidad de San Carlos, desaparecido en el trayecto de su casa a la avenida Bol¨ªvar, donde tomaba el autob¨²s.
Nada de esto le impide al presidente Mej¨ªa declarar que desde hace tiempo no se violan los derechos humanos en Guatemala. La declaraciones de los padres son infundios sin pruebas; las desapariciones, un pecado de juventud de aquellos que quieren ver mundo sin atreverse a comunicarlo a sus familias.
Sorprende que esta fiebre viajera haya atacado sobre todo a lo sindicalistas, que en n¨²mero pr¨®ximo al centenar han desaparecido sin dejar rastro. Siguen los estudiantes de la Universidad de San Carlos, con 28 secuestros en lo que va de a?o.
La guerra sucia guatemalteca iniciada hace ya 30 a?os, ha costado, seg¨²n estimaciones de la Comisi¨®n de Derechos Humanos m¨¢s de 120.000 muertos, sin que ello plantee ning¨²n sentimiento de culpa a los militares. Lo principal era el resultado, y ¨¦ste fue favorable para ellos.
Mej¨ªa V¨ªctores se permite afirmar con orgullo que "la guerrilla ha sido derrotada". Su supuesta eliminaci¨®n no ha evitado que en los cinco primeros meses del a?o 127 militares murieran en combate, seg¨²n fuentes de la Embajada estadounidense.
Autodefensa civil
Un elemento clave para el retroceso de la insurgencia durante los dos ¨²ltimos a?os ha sido, aparte de sus divisiones internas, la puesta en marcha de las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), organizaci¨®n paramilitar que encuadra por la fuerza a todos los hombres de 15 a 55 a?os que viven en zonas rurales. Este ej¨¦rcito paralelo suma m¨¢s de 700.000 personas.Desde una perspectiva b¨¦lica, el sistema es perfecto: las patrullas controlan los movimientos de todos los vecinos, autorizan entradas y salidas del pueblo y, en ¨²ltima instancia, se vigilan entre s¨ª. Todo un pueblo se ha convertido en delator forzoso.
Algunos comandantes los han convertido incluso en c¨®mplices de la represi¨®n, obligando a los patrulleros a tomar parte en sus razias, siempre en poblaciones alejadas de la suya para evitar que los reconozcan.
El objetivo de estas acciones es involucrar a la mayor parte de la poblaci¨®n civil en el esquema represivo, de manera que ning¨²n Gobierno civil pueda desenmara?ar esta monstruosa madeja.
Cada patrulla est¨¢ formada por 10 hombres, que vigilan el pueblo durante 24 horas hasta ser relevados por los 10 siguientes. Su se?al de identidad es una bandera de Guatemala (dos franjas azules con una blanca en medio). En los pueblos m¨¢s peque?os les toca estar de guardia cuatro o cinco d¨ªas, aunque el promedio var¨ªa entre una y dos semanas.
La edad reglamentaria es de 15 a?os, pero cerca de God¨ªnez un ni?o de 12 a?os, Dami¨¢n, vigila cada 15 d¨ªas con una carabina al hombro que casi le llega a los pies. Se cubre con un sombrero de paja en el que ha pintado las siglas PAC. Sus compa?eros dicen que la zona est¨¢ tranquila desde hace tiempo, pero admiten que ya tuvieron que disparar varias veces. Durante el d¨ªa permanecen apostados en unas torres de vigilancia a las que no les falta los inevitables sacos terreros. "Por la noche nos emboscamos", dice el jefe.
Algunos pol¨ªticos moderados se preguntan por las tremendas secuelas que va a dejar en el pueblo esta infernal m¨¢quina de guerra que ha movilizado a todos los hombres del campo. ?C¨®mo devolver la paz a un pa¨ªs en el que todo el mundo est¨¢ combatiendo voluntariamente o por la fuerza? Una pesada herencia para el futuro Gobierno civil.
Los militares est¨¢n convencidos, por otra parte, de que nada de lo que hicieron fue excesivo. Algunos partidos de ultraderecha, como el Movimiento de Liberaci¨®n Nacional, les eximen de toda culpa. Su l¨ªder, Mario Sandoval, argumenta que este tipo de guerras no pueden hacerse seg¨²n la Convenci¨®n de Ginebra.
Es poco probable que una Democracia Cristiana eventualment triunfante en las pr¨®ximas elecciones generales est¨¦ dispuesta a arriesgar su primera oportunidad de gobernar, y aun la incipiente democracia, exigiendo cuentas de sus excesos a los militares. Procesos como los argentinos se consideran impensables en Guatemala.
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