Afortunado aborto
La batalla de los hotelitos, en 1977, cuando ocupaba la alcald¨ªa de Madrid Juan Arespacochaga, fue algo m¨¢s que la defensa de unos reductos de urbanismo tranquilizante, en una ciudad tan escasa de ellos por el ol¨ªmpico desprecio que los especuladores inmobiliarios y los traficantes de suelo manifestaron durante el pasado r¨¦gimen al tipo de crecimiento de Madrid.El gran peligro que supon¨ªa la modificaci¨®n de la ordenanza cuarta estaba camuflado. Aquella modificaci¨®n abr¨ªa a los tiburones del asfalto la posibilidad de convertir las 36 zonas de hotelitos en otras tantas islas gigantescas de hormig¨®n armado. Si aquella batalla se hubiese perdido, quiz¨¢ en las fechas actuales ya padecer¨ªa Madrid la total mutilaci¨®n de su paisaje urbano en esas zonas, sustituidos los peque?os chal¨¦s y sus entornos ajardinados por la presencia de grupos de rascacielos que salpicar¨ªan, como setas extra?as, el casco urbano.
Aquella propuesta de la Gerencia Municipal de Urbanismo de modificar la ordenanza cuarta para permitir la edificaci¨®n en altura en las zonas de hotelitos, avalada por cualificados t¨¦cnicos de la Comisi¨®n de Planeamiento y Coordinaci¨®n del ?rea Metropolitana de Madrid (Coplaco) habr¨ªa supuesto la puntilla para una ciudad suficientemente castigada.
La propuesta municipal levant¨® en pie de guerra al vecindario de las 36 colonias. El movimiento ciudadano que surgi¨® de aquel envite -con apoyo y asesoramiento de arquitectos, urbanistas, pintores, profesores universitarios y otros profesionales dispuestos a impedir tal desaguisado- sirvi¨® para desenmascarar y abortar una operaci¨®n con claros ribetes especuladores, ante cuya evidencia, la c¨²spide de Coplaco acab¨® por no dar su visto bueno.
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