"Antes de irnos moriremos en esta tierra"
"Antes de irnos, moriremos en esta tierra". No lo dicen como un lamento fatal, sino con en¨¦rgica disposici¨®n. Son 17 familias labradoras de As Enchousas, m¨¢s all¨¢ de El Ferrol, en el noroeste monta?oso de Galicia, amenazadas de deshaucio de las tierras que ya trabajaron sus mayores, y que han llevado su caso, un pleito de reminiscencias casi medievales, ante el mismo Tribunal Constitucional. Todos los a?os, el 23 de enero y el 11 de agosto hac¨ªan cola en la Casa da Pena para pagar, al precio del trigo, el arriendo de las tierras, en un rito foral que ya parec¨ªa totalmente redimido en Galicia. Hace siete a?os dejaron de cobrarles, y entonces supieron que las tierras de la condesa de Pardo Baz¨¢n, las tierras que ellos trabajan, hab¨ªan sido vendidas.
En el lugar de Os Edrados, a media tarde, Julia P¨¦rez, de 45 a?os, cuida del ganado, mientras su marido, Jes¨²s Pena, corta con la hoz los matorrales que pugnan por invadir el sendero y sus tres hijos peque?os acarrean la hierba. Julia tuvo su cuna en este lugar. Como su madre, Isolina, de 70 a?os, y su t¨ªa Manuela, de 86, que miran con desasosiego la visita de cualquier extra?o desde que el maleficio llam¨®, ya dos veces, a la puerta. "?Ad¨®nde vamos a irnos?", pregunta en voz alta Julia. "De aqu¨ª no le marcha nadie", sentencia Jes¨²s, "si no es con los pies por delante".Otras 16 familias de As Enchousas y Os Edrados, la mayor¨ªa con prole numerosa, como las de Daniel da Capilla y Olegario dos Acibros, est¨¢n amenazadas de deshaucio, sin haber podido ofertar por las tierras que son su medio de vida ni por el techo que ya cobij¨® a sus antepasados. Seg¨²n la versi¨®n que les ha llegado, los herederos vendieron las posesiones de Pardo Baz¨¢n, que se prolongaban en el horizonte del valle de Moeche, por 46 millones de pesetas. "Dicen que las dejaron por 1.000 pesetas el ferrado; m¨¢s valiera que se las regalaran al Estado". Desde la venta, hace siete a?os, la vida ha sido para ellos una angustiosa espera, un largo peregrinaje judicial.
"?Ad¨®nde voy yo?"
Evangelina Soto, viuda y con seis hijos, se encontr¨® el pasado 8 de junio con la presencia del juez de As Pontes, un representante legal de la sociedad compradora de las tierras y un inusitado despliegue de la Guardia Civil ante su casa. Pronto apareci¨® tambi¨¦n una m¨¢quina excavadora y cuatro tractores. Se trataba, en pocas palabras, de que desalojara la humilde vivienda para proceder despu¨¦s a su derrumbamiento. "?Y ad¨®nde voy yo?", preguntaba Evangelina. "Que le den albergue los vecinos", dec¨ªa el procurador. Los otros afectados se concentraron all¨ª. "Actuamos unidos, porque si no, nos comen", afirma Julia. La operaci¨®n se detuvo tras comprobar el juez que la letra fr¨ªa de los papeles no expresaba la realidad dram¨¢tica del litigio.Anteriormente, las m¨¢quinas hab¨ªan intentado penetrar en las fincas que trabajan Julia P¨¦rez y los suyos. "Estuvimos un mes casi de permanente vigilia frente a las palas". Primero les comunicaron que las tierras "ya no les pertenec¨ªan", y despu¨¦s avisaron de que "iban a cruzar los sembrados". "Cuando o¨ª el ruido de las m¨¢quinas", cuenta Julia, "cog¨ª una herramienta y me plant¨¦ delante. Despu¨¦s vinieron los otros labradores, y as¨ª nos pasamos un mes haciendo guardia hasta que se fueron".
Pepe do Cal y Maruja Pena no son colonos de los antiguos. Llegaron hace 26 a?os, reci¨¦n casados, y en la casa de piedra y pizarra que entonces hicieron habitable con las propias manos han criado a seis hijos. Est¨¢n orgullosos. De la nada levantaron una peque?a explotaci¨®n con 14 vacas y un toro charol¨¦s. "Ser¨ªa un crimen sacarnos de aqu¨ª".
No conocen a los nuevos propietarios. El cabeza visible, Armando Romero, que regenta viarias granjas en la comarca, pasa en coche con frecuencia, pero nunca les ha hablado personalmente. En un rito secular, el 23 de enero pagaron otra vez los arriendos, en moneda, a precio de trigo, en la Casa da Pena. Lo volver¨¢n a hacer el 11 de agosto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.